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Columna
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Humor

Además de Soldados de Salamina, que lo lanzó a la fama, Javier Cercas tiene otras obras anteriores como El vientre de la ballena o El inquilino, que me pareció magnífica y me alegré de que saliera a relucir en la entrevista que le hizo Fernando Iwasaki para presentar en la Feria del Libro su novela La velocidad de la luz y que resultó tan ingeniosa como interesante.

Una pregunta obligada es la fama, a lo que Cercas contestó que el éxito literario es fruto del azar; aunque para ello hay que comprar "el billete de lotería", que en este caso significa escribir. "Yo pasaba por allí", dijo. Aunque lo importante sea la obra y no el escritor, ese éxito lo recibe el autor y le afecta, claro, le produce satisfacción, seguridad en sí mismo y quizá otros resultados menos deseables en el campo de la jactancia y el autobombo, sobre lo que Cercas opinó que no es que convierta al exitoso en un cretino, sino que "saca de ti al cretino que llevas dentro". No sé si será por eso por lo que somos tan parcos en la alabanza, tal como, según comentó Iwasaki, celebramos El Quijote y no a Cervantes para no elogiar a nadie. "Cervantes nunca hubiera ganado 'El Cervantes' porque no tenía éxito entre la gente seria" contestó Cercas. Creí que se refería a quienes les hubiera correspondido darle un premio similar, pero más tarde constaté el sentido peyorativo que le concedió aquel día a la palabra seriedad.

Como era previsible salió el tema del humor, tan importante para Javier Cercas que a él le gustaría escribir una novela "desternillante". Afirmó que puede concebir la novela o la poesía sin humor pero no sin ironía, porque la realidad es poliédrica. Y a continuación se lanzó con entusiasmo a pronunciar un discurso conmovedor que comenzaba con un axioma: el humor es un instrumento de salvación. Continuó abofeteando al contrario: la seriedad es una máscara que se pone el cuerpo para ocultar su putrefacción; el que va serio, engaña. Lo aplicó a la política: el humor es subversivo; el andar agachado de Groucho Marx es revolucionario. Y terminó poniéndolo en boca del gran escritor: Joyce dice que en el Ulises no hay ni una sola palabra en serio. Digo yo que la seriedad también tiene algo positivo en cuanto a reflexión, atención, voluntad y respeto se refiere. Pero la exageración es también humor.

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