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LECTURA

Las cartas del exilio

París, 1 de mayo de 1963

Querido Justino: He estado en silencio porque las cosas iban despacio, sin decidirse a tomar forma, y deseaba -al escribirte- poder contarte algo de provecho.

Ya has visto. Franco y sus neutros -los militares secos, los Carreros, los Alonsos- han querido y logrado meter en el saco del Estado de Guerra y del crimen concreto a todos los inquietos. Un movimiento mixto -por lo que sé- de cálculo y chulería reactiva. Los inquietos, comandados por Muñoz, parecen resentidos del atraco, pero no pasan de ahí. Me dicen que Ruiz-Giménez -al que escribí y que intervino como pudo- no ha recatado la disconformidad y ha dimitido de la Editorial Católica. Don Ramón , Laín, José Luis y algunos otros se manifestaron en una petición de gracia. Son pequeños consuelos. Yo escribí para Le Monde un artículo cuya versión española leerás en Ibérica. Lo llamaba La guerra continuada [a propósito de la ejecución de Julián Grimau]. En Arriba han acusado recibo poniéndome de chupa de dómine. Dramatismo aparte, creo que llega el momento de retomar la iniciativa. El pacto para el que he trabajado había llegado a punto muerto. Pero he conseguido que se convenga en formar un Comité Interpartidista de Consulta y Cooperación. Sin mucha formalidad, pero suficiente para que haya un centro de gestión común. Luego el pacto formal volverá a discutirse. Todos son mediocres -también en el interior lo son- y hay que poner paciencia.

Pienso que este comité y algunas personas más se dirijan ahora, en caliente, al ejército para ponerle ante los ojos su propia posición de 'ocupantes'
... van a cambiar un poco las cosas. Creo que Franco no ha medido como debiera y que se le ha ido la rienda... parece cierto que su salud no es ya muy buena
Más información
Dionisio Ridruejo, entre París y Madrid

Por fuera de ese comité informal pero suficiente se me ha ocurrido promover un comité español de personalidades -Madariaga, Américo, Trueta, Casals, Bosch

etcétera- que sirva:

1º) Para testificar ante el mundo la existencia de un movimiento democrático interior que no puede expresarse.

2º) Para tomar iniciativas de protección y réplica (acabo de ver una vez más al PC actuando como centro único incluso para pedir "estado de derecho").

3º) Para recabar medios y ayudas donde sea posible. Voy a ir a Oxford en la semana próxima para estudiar el asunto con don Salvador y con Trueta. Pienso que este comité y algunas personas más se dirijan ahora, en caliente, al ejército, para ponerle ante los ojos su propia posición de "ocupantes" en virtud de la existencia de los tribunales de guerra. Puede significar algo.

Por último, trabajo ya en un proyecto que te interesará particularmente: celebrar en Madrid -Corpus- una conferencia-congreso para estudiar las consecuencias de la Encíclica

[Pacem in Terris] en orden al deber civil de los católicos. La Encíclica es excelente e inequívoca. En España se está escondiendo. Hay que sacarla a la luz para concluir que los católicos han de agruparse democráticamente para tratar de llevar la Encíclica al mundo. Se trata de un acto de presión para que los católicos desfalquen al franquismo y reconozcan la necesidad de organizarse políticamente fuera del sistema y contra él. He hecho gestiones en Francia y hay disco verde. Voy ahora a Roma para tratar de convencer a los jesuitas de que patrocinen el programa y a la Curia de que actúe sobre Toledo para que lo amparen allí. Los grupos promotores y actores serían: Montserrat, jesuitas, Gredos -los amigos-, El Ciervo, los cuatro grupos democristianos, al fondo la Acción Católica con sus HOAC. No se excluirá, siquiera, la posibilidad de que venga una fracción discrepante del Opus. Si la cosa saliera -y hoy ése es el único frente sensibilizado-, creo que habríamos hecho algo importante. Naturalmente, creo que debes participar -de un modo o de otro- en estas iniciativas. Te tendré al corriente e irás recibiendo invitaciones concretas. No tengo que decirte que el documento que adjuntas a tu carta ha venido con la mayor oportunidad cuando necesitaba alas con que moverme. Gracias a ello, los viajes a Roma y a Oxford no tendrán dificultades. Te lo agradezco mucho y lo acepto y recibo con mucha amistad.

Sé que te marchaste de Madrid un tanto deprimido por la atonía general. Me atrevo a pensar que van a cambiar un poco las cosas. Creo que Franco no ha medido como debiera y que se le ha ido la rienda. Por otra parte parece cierto que su salud no es ya muy buena. Acaba de publicarse una rectificación oficial a una información del The Observer y la rectificación es casi una confirmación. Pero no es esto, sino lo que hagamos para merecer el cambio, lo que debe inspirarnos confianza. Sigo con el lema del "pesimismo animado".

Déjame saber de ti. Dime lo que se te ocurra. Dime lo que mis ocurrencias te parecen.

Un fuerte abrazo.

[Recuadro en el ángulo superior izquierdo, con caligrafía minúscula: "Olvidaba lo de (ilegible). Fue (ilegible) que escribiese la carta robada por Fraga. Lo demás es inicua invención de nuestras agencias informativas. Lo he desmentido"].

París, 19 de febrero de 1964

Querido Vicente: La premura de tiempo me lleva a condenarte una vez más al descifrado de mi letra, lo que pondrá a prueba la generosidad y paciencia propia de tu humanismo mediterráneo, al que quisiera verte consecuentemente entregado, así como al buen sentido de tu cultura adoptiva o de elección.

Y dicho esto paso a numerar las respuestas correspondientes a las cuestiones que expones en la tuya dejando al portador el cuidado de suplir mi forzoso laconismo.

1º) Mi regreso. Decidido y ultimado para la Semana Santa por consideraciones de facilidad. Las exploraciones oficiosas que se han realizado demuestran que el Gobierno no lo desea y trata de disuadirme con reticencias que no acaban de ser amenazas. No estoy dispuesto a dejarles en la comodidad de que sea yo el que se retraiga. A estas horas, el Gobierno sabe que estoy decidido a volver de hecho y que ni pido ni necesito la conformidad. Como es lógico, mantendré mi palabra. En rigor, mi decisión estaba tomada para el pasado verano. Aparte el problema S

. C. -que hubiera podido resolver- estaba el clamor conminatorio de todos los amigos que desaconsejaban mi regreso entonces sin que yo haya comprendido aún sus razones, a las cuales -en vista de unanimidad tan cerrada- tampoco podía resistirme. Ahora están quemadas las naves.

No tengo conciencia de haber perdido estos 18 o 20 meses. El exilio valdrá lo que valga -poco, sin duda-, pero era un factor y no me arrepiento de haberlo tratado con paciencia. De otra parte no me parece vana la pequeña labor cumplida en Roma, en Bruxelles (MC), en el Norte (NATO), en México y en los mismos clubes franceses con los que he tenido relación en los últimos tiempos. Me parece que se formaliza y define una oportunidad operacional para la izquierda democrática europea con la que -aunque sea humildemente- hay que estar en correspondencia.

De otra parte y para mi propia información no han sido inútiles estos tiempos. He trabajado, con mi ritmo poco codicioso, un poco.

2º) Respecto al lugar y modo de la acción posible participo de tu punto de vista. Mi información sobre el proceso interior ha sido buena y bastante directa en los últimos cuatro meses. En rigor, vivo más ahí que aquí. Creo que las novedades se producirán en abril, pero no serán tan radicales como dicen tus rumores. Hay indudablemente proceso.

3º) No me gusta ni poco ni mucho tu modo de referirte a S

. C. Se trata de una antipatía que elude cualquier esfuerzo de comprensión y conocimiento. No es digna de ti. Una persona con carácter difícil no es, por necesidad, una persona despreciable. Aquí me ha sido de enorme utilidad aunque con frecuencia haya puesto mis nervios a prueba. Tiene muchos y buenos conocimientos. Sabe pensar. Tiene una fértil imaginación. Es siempre sincero, si quieres hasta la incomodidad. Sus limitaciones sociales le hacen inepto -es verdad- para ciertos casos o gestiones, pero segurísimo para otras. Puede ser fatigoso porque es estimulante, incluso cuando estimula a la reacción. Y aparte de todo esto es un compañero. Y perdona el responso.

4º) No sé bien qué decirte respecto a la propuesta socialista. Como es lógico, tienes plena libertad para tomar o dejar. Y, desde luego, no tomo parte en esa ideación. El problema del futuro partido socialista es complejo y delicado. No reconoceré, en tanto no se aclaren mejor los términos, otro que el de Toulouse (el de la Internacional) y no tengo, claro es, la intención de adherirme a él. Respecto a la tentativa del interior -que ya está fraccionada- me mantengo a la espera: bueno es que vayan haciendo socialismo genérico; bueno que creen centros o polos de renovación. Al final volverá a plantearse el problema de la unidad y el no menos complejo del acceso real a las bases obreras. Mi campo de trabajo es aún otro: la promoción de "lo democrático"; la conquista del espacio social liberalizado y no conformista -sin acepción específica de clase-; la previsión de una social-democracia al día. ¿Que eso debe confluir por fusión al partido socialista general? Probable. Pero llegada su hora, si es que llega, procuraré que haya una definición programática suficiente. Si pese a todo no consigo hacer equipo suficiente y competente y un mínimo de base, me replegaré a la acción personal de testimonio y gestión al servicio del todo democrático que se necesita como alternativa. En todo caso, sólo a mi vuelta me será posible tomar una decisión concreta contando -claro es- con vuestra opinión.

5º) Me sorprende tu alergia a la palabra "reformista". Es una palabra que me gusta tanto -desde los tiempos en que S. C. no podía influir sobre mí- que pensé en incluirla, en un principio, en la sigla del grupo. Me parece que tu menosprecio de ella viene de una falta de reflexión sincera: se es revolucionario y es claro lo que el término indica (totalización, dicho en términos de dialéctica), se es conservador (mantener con todas las concesiones que se quiera el encuadramiento social dado) o se es reformista. Yo no soy revolucionario (imagino que tú tampoco: pregúntatelo) porque no quiero ni poner a cero el punto de partida del proceso, ni reconocer una clase-mesías, ni admitir el autoritarismo constituyente, ni condescender con el terror. No soy conservador. Si excluyendo esos términos puedes explicarme cómo puedo no ser reformista, te lo agradeceré. Ser reformista consiste en no postular la destrucción de los elementos sociales que se oponen y trabajar para que el más progresivo imponga sus previsiones mediante un sistema de prelación calculado con realismo teniendo en cuenta la resistencia del adversario. Significa la renuncia a una victoria total, totalizadora y -por necesidad- totalitaria. No me asusta la cantidad de reforma que se proponga (siempre habrá al fondo la utopía estimulante de la igualdad y la comunidad totales, si de reformismo democrático se trata), pero queda siempre la condición de la conquista gradual expresada en medidas concretas y positivas, esto es, realizables. Lo que exige el trabajo serio de desglosar un programa total (que no sirve para nada) en programas de etapa. Comprendo que en poco espacio y con poco tiempo no voy a comunicarte con suficiencia una idea que por su propia naturaleza es compleja porque excluye las simplificaciones. ¿Que el reformismo no es bastante popular porque los teóricos marxistas lo han puesto en el catálogo despectivo? Mala suerte. Pero no lo creo. Hay que librarse del espejismo de que las 25 personas con que nos encontramos fácilmente porque están politizadas y porque, por estar politizadas "en minoría y desesperación", se dedican a radicalear, son las verdaderas masas políticas de mañana. Si no vemos más lejos por carencia de imaginación, no estamos en la realidad. Yo no estoy dispuesto a pensar la política por la moda de los jovencitos que, si a mano viene, volverán a hacerse fascistas pasado mañana. Estoy, pues, en reformista decidido, social-demócrata-europeísta; en una izquierda sin retórica y sin superstición, muy liberal de base. Y si te acompaño en la idea federalista o de "asociación de pueblos en un Estado" no se me esconde -y me extraña que se te esconda a ti- que esa fórmula es lo menos revolucionaria que se les pueda ofrecer a nuestros países.

Por supuesto que yo respetaré siempre, sin rebaja alguna de nuestra amistad fraternal, que tú optes por el socialismo revolucionario o por el radicaleo inconcreto. Eres -lo repito- libre de elegir. Lo que pasa es que no creo que un examen profundo y serio de conciencia te descubra otra cosa que un cuerdísimo reformista como yo. Y en tal caso lo mejor es reconocerlo.

6º) En otro aspecto y en orden a previsiones generales creo que en España el franquismo está agonizante, pero no así el posfranquismo, que es una asechanza de cuidado: ya sea por la forma neoliberal, ya por la nacionalista (fascismo izquierdizado), aunque doy menos crédito de posibilidad a la última. La cosa dependerá un tanto de nosotros: de nuestra solvencia y capacidad de previsión y acción. La oposición -no nos engañemos- es pequeña y torpe. Ni cristianos ni socialistas están a su nivel. Y nosotros apenas existimos. Veo la vía de la Iglesia -vía moral aún ambigua en España- y me voy a Roma corriendo a ver si consigo un poquito más de lo ya conseguido. Veré a Pablo y le daré recuerdos tuyos.

Pongo fin. Procuraré que se cumplan tus encargos de prensa. No descuides tus colaboraciones. Mi cariño para Marina y un fuertísimo abrazo.

Madrid, 19 de junio de 1964

Querido Justino: Aprovecho la primera oportunidad manual para enviarte noticias mías. Mañana me sentaré por 4ª vez en el banquillo. El hábito desdramatiza las cosas y por tanto no lo tomo muy a pecho. El fiscal pide tres años y 200.000 pesetas (lo último es purísima utopía). Me defiende, a iniciativa propia, Joaquín Ruiz-Giménez. Prevé una condena por debajo de un indulto que me favorece. Puede que al Gobierno le interese mi internamiento una vez que hubo de permitir al juez ponerme en libertad por virtud de una petición-presión del Quai d'Orsay, transmitida en persona por Motrico.

Los incidentes anteriores ya los conoces: entrada clandestina, secuestro en la carretera de Bilbao con inmediata expulsión fáctica; reentrada a las cuarenta y ocho horas con fácil llegada a Madrid, donde convoqué a los corresponsales para prevenir y conjurar una nueva expulsión secreta; finalmente, detención (13 días) y procesamiento.

La situación no me ha hecho desistir del trabajo -para ello he vuelto- y he encontrado un ambiente mejor que el de hace dos años: un cierto tipo de gente cree ya que hay que comprometerse y tentar la organización política de las fuerzas futuras. Las previsiones cortas y confusas del Gobierno alarman y desazonan a las personas que piensan. Mi planteamiento a favor de una fuerza intermedia entre la democracia cristiana y el socialismo (con previsión de unir cuanto se pueda esos dos cabos) se va formalizando en la creación o recreación de una Unión Social-Democrática, de fondo liberal. Han aceptado entrar en el trabajo casi todos los miembros de la Revista de Occidente (Pedro, Uría, Garragori, Maravall,

Prados, San Pedro [¿José Luis Sampedro?], etcétera) y otras muchas gentes del profesorado, las profesiones libres, la técnica, el estudiantado y la clase de funcionarios y empleados. Suárez Carreño -hombre raro de gran [¿lucidez?]- ha ayudado mucho y hemos conseguido 40 altas en unos 30 días. Nuestro plan es complejo:

1º) Poner vectores de impulsión política en los cuerpos profesionales y dirigir una serie de maniobras de movilización y presión desde ellos.

2º) Forzar a socialistas y católicos a formar oposición con nosotros, seriamente y con solvencia.

3º) Abrir negociaciones serias con el grupo militar que empieza a tener zonas receptivas (ya tratadas).

Obstáculos infinitos. Lo sé. Pero hay que intentar lo posible o emigrar definitivamente.

Los planes del Régimen son inciertos: se va ahora a legislar la futura monarquía. Acaba de crear una jefatura de gobierno, se eleva a Regencia la Jefatura del Estado y -se dice, aunque esto no lo creo tan probable- se define el plan de regencia y se reconoce el mejor derecho de don Juan Carlos. Nuestros amigos estorilenses no saben qué pensar de todo ello. Están un tanto sobrecogidos.

A mi juicio tenemos tres o cuatro años -ni uno más- para construir un sistema de fuerzas condicionantes a cualquier situación que se proponga como hecho. Si ese frente no nace y no toma cuerpo en la sociedad española, iremos a lo tumultuario imprevisible. Mi esperanza está en que la gente empieza a comprenderlo. Peligro indudable es la otra reacción ante lo imprevisible: la de los carlistas, ex combatientes falangistas y militares amenazados de licencia por la ineluctable reforma del ejército. De ahí puede surgir un nacionalismo radical, marginal e hirsuto. Sin embargo, ello va tan a contrapelo de las aspiraciones de la sociedad española que me parece peligro improbable.

Me gustaría poder ampliarte estas impresiones esquemáticas, pero no tengo tiempo si he de aprovechar la buena ocasión que se me brinda para que esta carta vaya con seguridad.

Gloria está bien; un poco melancólica. Los niños crecen y se autonomizan como es saludable. Los amigos están algo tristones, pero se van animando. Te mandaré nuestro prospecto político cualquier día de éstos. Creo que tú debes estar en este ajo y yo lo doy por hecho.

Un fortísimo abrazo.

Un sonriente Dionisio Ridruejo a la izquierda del general Yagüe, en la plaza de Cataluña de Barcelona, tras la toma de la ciudad por las tropas franquistas en 1939.
Un sonriente Dionisio Ridruejo a la izquierda del general Yagüe, en la plaza de Cataluña de Barcelona, tras la toma de la ciudad por las tropas franquistas en 1939.

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