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Mil islamistas marroquíes en huelga de hambre

Los presos exigen la revisión de sus juicios y el procesamiento de quienes les torturaron durante los interrogatorios

"Estamos determinados a llegar hasta el final". Buchaib Magder, de 39 años, expresa así su determinación, y la de sus compañeros de celda en la prisión de Kenitra, cuando acaba de empezar la huelga de hambre indefinida de buena parte de los reos islamistas en las cárceles de Marruecos.

"Hasta que den satisfacción a nuestras reivindicaciones, sólo vamos a beber agua con un poco de azúcar", prosigue, en un castellano titubeante, a través de un teléfono móvil. Su uso está prohibido en prisión, pero la corrupción de la administración penitenciaria hace que muchos presos consigan utilizarlos por lo menos a ratos.

Después de dos huelgas de advertencia, en marzo, entre 1.000 y 1.200 islamistas, repartidos por 11 cárceles, han seguido las consignas de sus cuatro principales líderes espirituales (ulemas) -todos ellos cumplen penas de entre 20 y 30 años- y ayer dejaron de alimentarse.

"Dejamos de comer los alimentos que nos traen nuestros familiares porque lo que nos dan aquí no lo querría ni un perro famélico", precisa Magder. Las primeras horas de la protesta transcurren con tranquilidad, prosigue, "y los vigilantes nos ignoran".

"Persiguen un triple objetivo", explica Abderrahim Mouhtad, presidente de Ennassir, una asociación de ayuda a los islamistas encarcelados. "La revisión de sus juicios y su liberación; la creación de una comisión de investigación sobre los atentados del 16 de mayo de 2003 en Casablanca y", añade, "el procesamiento de los responsables de Temara", la sede de la Dirección de Supervisión del Territorio, la policía política a la que acusan de practicar la tortura.

Las explosiones que sacudieron Casablanca causaron 45 muertos y desataron una oleada de represión sin precedentes, con más de 7.000 detenciones y 2.112 procesamientos por terrorismo. Los tribunales trabajaron a destajo para pronunciar condenas en cadena.

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Ahora el número de islamistas detrás de los barrotes rebasa, según Abderrahim Mouhtad, los 2.500, de los que sólo algo más del 40% secunda la huelga. "Algunos padecen enfermedades crónicas y no pueden seguirla", explica el presiente de Ennassir, "mientras que otros, alojados en establecimientos alejados, no han podido ser informados de su convocatoria". "Por último", reconoce, "algunos no están de acuerdo porque la consideran contraproducente".

Magder fue probablemente víctima del frenesí represor que recorrió Marruecos hace dos años. Casado con una española, con la que tiene dos hijos, y residente legal en Burgos, donde compaginaba su oficio de carnicero con el de imán de la mezquita, fue detenido en Tánger cinco meses antes de que se produjesen los atentados.

Dos meses después de la matanza de Casablanca, el tribunal de apelación de esa ciudad le condenó a muerte tras considerarle culpable de revender objetos robados en Europa para financiar actividades terroristas. Organizaciones de defensa de los derechos humanos y abogados marroquíes de gran prestigio, como Abderrahim Berrada, opinan que la sentencia no está fundamentada.

Veredictos duros

Aunque Magder es uno de los casos más llamativos, otros muchos veredictos sorprenden por su dureza. Algunos recientes indicios dan, sin embargo, la impresión de que, una vez pasado el apuro, las autoridades marroquíes desearían deshacer este entuerto.

Las últimas condenas de islamistas pronunciadas por los tribunales de Rabat y Casablanca, a instancias del fiscal del rey, han sido suaves. Incluso Abdalá Tabarek, antiguo guardaespaldas de Osama Bin Laden, y sus tres secuaces marroquíes acaban de ser absueltos. Tras retenerlos 32 meses en su base de Guantánamo, EE UU los entregó en agosto a Marruecos.

Aunque no quiere echar las campanas al vuelo, Abderrahim Mouhtad considera "alentador" que entre los 7.000 reos indultados el 15 de abril, con motivo del Haflat al kitan (circuncisión) del príncipe Hasan, el rey Mohamed VI haya incluido en su gracia a 39 presos islamistas cuyas condenadas no rebasan los seis años.

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