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Columna
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Inconsistencia

La sensación de fiasco es más intensa porque el inicio de la legislatura había despertado expectativas infundadas de cambio, en el sentido de unas formas de actuar moderadas y juiciosas y de unos criterios de gobierno con arraigo y aliento estratégico. Pronto se vio que no, que la improvisación y la autosuficiencia se convertían en norma de un Consell donde nadie marca el ritmo de la política más allá de la agenda promocional y del argumentario oportunista, mientras en la calle se impone el "campe quien pueda" de la especulación y el pelotazo. A estas alturas, pues, apenas puede sorprender que el presidente de la Generalitat, metido en un juego que desborda sus habilidades, eche mano de una ocurrencia para esquivar el atolladero donde su vocación de protagonismo naufraga en la inconsistencia institucional y partidaria. La propuesta de Camps, presentada por él mismo de forma falsa y escandalosa como un acuerdo histórico con la oposición, para despachar la reforma del Estatut mediante una cláusula de adquisición automática de las competencias que otros puedan llegar a conseguir, aparte de jurídicamente incongruente, es el síntoma cabal de una doble impotencia, como presidente y como supuesto líder territorial en el PP. Para acabar revelando tanta levedad al conformarse con una chuchería de consolación inoperante, más le hubiera valido plantear una reforma estatutaria reposada y astuta, en lugar de salir a la escena entre fanfarrias. ¿Qué pasará ahora con el Estatut d'Autonomia? La respuesta depende de las sedes centrales del PP y el PSOE en las madrileñas calles de Génova y Ferraz, más de la primera que de la segunda. Allí se han dado cuenta de que la negociación estatutaria valenciana derivaba hacia el terreno que conviene al presidente Rodríguez Zapatero, aquel en el que no se discute el nítido perfil federal de su reforma autonómica de España sino sólo su punto de equilibrio, entre la exigencia catalana de una soberanía recaudatoria y la propuesta andaluza (que es también la posible postura valenciana) de una Agencia Tributaria consorciada. Ante la perspectiva de una conferencia de presidentes con ese tablero, casi instintivamente, los populares han frenado en seco. Y Camps se ha dado de bruces contra el parabrisa.

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