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Columna
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Amarillismo

El suceso acaecido en Cádiz con la detención de una persona sospechosa de asesinato ha resultado un gran fiasco al comprobarse que los huesos encontrados eran de un animal. En torno a este suceso se montó un circo impresionante, con la participación de numerosos canales de televisión y el entusiasmo de los vecinos, que hasta se llevaron sillas de playa al bloque de viviendas sociales donde ocurrían los hechos para poder presenciarlo todo en primera fila. El amarillismo con el que fue tratado el asunto nos debe llevar a reflexionar hacia dónde estamos conduciendo el periodismo. La policía cometió una serie de errores en cadena que empujaron los acontecimientos. No es menos cierto que la mayoría de los periodistas trabajan en condiciones de precariedad y presionados por sus empresas para llevar las noticias de mayor impacto que permitan a sus medios ganar terreno frente a la competencia. Hay una último cuestión que afecta al trabajo cotidiano: la contaminación de la información por el entretenimiento. En vez de ofrecer hechos los periodistas nos vemos obligados muchas veces a participar en el circo. Los programas de telebasura desvirtúan y pervierten la búsqueda de información veraz. La presión de las empresas y los contratos precarios (el sueldo medio de un periodista gaditano es de 800 euros y su jornada diaria de 10 horas, casi como un inmigrante ilegal) conducen a situaciones en las que la vida de una familia se ve fatalmente alterada. Nosotros tenemos la responsabilidad de haber aceptado como buenos unos hechos que el tiempo ha demostrado que no estaban probados y, en algunos casos, de haber participado en la carrera del sensacionalismo. En este ambiente no se puede olvidar la presión que ejercen algunos políticos sobre el trabajo periodístico: redactores del periódico Europa Sur tienen que ir escoltados y son vetados en el Ayuntamiento de La Línea, una periodista de Radio Cádiz es recriminada públicamente por la alcaldesa de la ciudad, otra de Canal Sur es intimidada por dos empresarios. Para qué hablar de los requerimientos notariales, sutil modo de presión que sufren los periodistas gaditanos por parte del Ayuntamiento. Cuando la susceptible alcaldesa de Fuengirola Esperanza Oña se ve afectada por uno, en Cádiz provoca risa al recordar la reiteración con la que se usa en la ciudad.

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