Visiones innovadoras sobre el mundo árabe e islámico
La intensidad de los desafíos, la acumulación de problemas y la extensión de los conflictos que se han ido progresivamente desarrollando y enquistando en el universo árabe e islámico van felizmente alentando la toma de conciencia de que es necesario afrontar esa situación a través de una reflexión profunda que deje de lado los prejuicios y se impongan la sensatez y el buen criterio. Dos significativos hechos de calado político nos invitan a pensar en esta evolución.
Por un lado, las propuestas preliminares de la Comisión Parlamentaria del 11-M para luchar contra el terrorismo modelo Al Qaeda son un magnífico ejemplo de coherencia y pensamiento racional. En ellas se señala que "el atentado del 11-M nació de radicales locales y no de activistas globales" (EL PAÍS, 2-3-2005) y, por ello, "es primordial eliminar las fuentes de frustración y marginación entre los inmigrantes musulmanes y aislar al terrorismo"; hay que "promover la integración de la comunidad musulmana en España, evitando la marginación, la miseria y la desesperación, auténtico caldo de cultivo de políticas fundamentalistas", y "actualizar el acuerdo entre el Estado español y los responsables de la religión musulmana. Facilitar el culto musulmán, evitando la proliferación de centros de culto sin control y dar apoyo económico a las organizaciones islámicas, en parecidos términos al que ya tienen otras religiones". Verdaderamente, chapeau. En esta clarividente toma de conciencia sobre dónde está el origen del problema y cómo combatirlo se identifican las dos cuestiones cruciales: que el origen de la radicalización puede producirse en nuestro propio suelo, y Al Qaeda ser un modelo simplemente a emular, y que, en consecuencia, hay que sacar al islam y la comunidad musulmana de la clandestinidad y la discriminación a las que se les había sometido hasta ahora, como la mejor manera preventiva de combatir el extremismo y el terrorismo.
Por otro lado, al calor de la reflexión sobre la necesaria promoción de la democracia en los países del norte de África y Oriente Medio, que ha ido adquiriendo relevancia creciente en la diplomacia internacional, la agencia Reuters informaba de que a los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, en una reunión informal en Luxemburgo celebrada el pasado 16 de abril, se les presentó a discusión un informe elaborado conjuntamente por el responsable de la Política Exterior de la UE, Javier Solana, y el equipo de la presidencia europea de Luxemburgo, en el que se les planteaba si no ha llegado el momento de abrir el diálogo con los grupos de oposición islamista moderada para alentar la transición democrática. El informe decía: "Hasta ahora la UE ha preferido tratar con la intelligentsia laica de la sociedad civil árabe a expensas de las más representativas organizaciones inspiradas en el islam", y se preguntaba: "¿Ha llegado el momento de que la UE se implique más con la sociedad civil de base islámica en estos países?". Según fuentes diplomáticas citadas por Reuters, Reino Unido y Dinamarca se pronunciaron a favor, y ningún otro se opuso.
Aunque sólo sea a título de indicio, junto a esto habría que señalar que en instituciones estadounidenses prestigiosas como el United States Institute for Peace se están organizando debates y seminarios sobre la participación de los islamistas en las elecciones, su posible comportamiento, etcétera. Es significativo.
Para quienes llevamos estudiando sobre el terreno la realidad de las sociedades árabes e islámicas desde hace años y constatando, tanto la necesidad urgente de construir un proceso político creíble que satisfaga las grandes aspiraciones de democracia y Estado de derecho que existe entre sus poblaciones, como de tener en cuenta para ello a los partidos islamistas reformistas (o moderados), porque cuentan con una muy importante base social y representatividad, el hecho de que nuestros altos responsables políticos vayan reflexionando al respecto nos hace confiar en que se podrían empezar a ir resolviendo los problemas que asolan la orilla sureste del Mediterráneo. Es más, se debería tener en cuenta que el papel del islamismo reformista es ahora más determinante porque su influencia política y social es un factor sustancial para deslegitimar y aislar a los grupos extremistas y terroristas. De hecho, el islamismo reformista es el peor enemigo sobre el terreno social para los defensores de la violencia porque les deslegitiman desde el propio universo islámico, que, guste o no, es hoy día el espacio fundamental de la legitimación política en esta región. Esto les da en la actualidad un valor de estabilizadores sociales aún mayor. Por el contrario, cualquier política basada en el hostigamiento, el cierre de las políticas integradoras o la represión de los islamistas reformistas no beneficiará más que a los reclutadores extremistas de jóvenes frustrados, desencantados y radicalizados al ver que la vía democrática no logra carta de naturaleza y capacidad de alternativa en el sistema político de sus países. Y no hay que olvidar, por ejemplo, el caso de Turquía, donde son esos sectores islamistas los más europeístas, mientras que los antieuropeos proceden de las élites laico-militares.
Incluso en el caso más complejo, como es el palestino-israelí, el análisis de los importantes acontecimientos que están teniendo lugar habrá de ir invitando a la reflexión. Existe una dinámica interna muy significativa que podría desembocar en una refundación de la OLP y su integración en la misma de Hamas; en las elecciones municipales recientemente celebradas, Hamas ha logrado unos resultados electorales muy buenos que indican que es una fuerza política social insoslayable en el proceso electoral democrático palestino, que se debería consolidar en las elecciones legislativas del próximo julio, y Hamas no sólo está cumpliendo su compromiso de alto el fuego, sino que declaraciones de sus principales líderes indican que si se dan las circunstancias para que la desocupación militar israelí se lleve a cabo y se constituya un Estado palestino real y viable, Hamas participaría en las negociaciones. Su relevante líder, Mahmud Zahar, acaba de hacer unas declaraciones en las que dice que Hamas podría hablar con Israel "cuando abandone las tierras palestinas". Asimismo, al margen de maximalismos pasados, se ha pronunciado a favor de la obligación pa
-lestina de "tomar cada metro cuadrado que abandone la entidad sionista y convertirla en Estado". No hay más que observar el nerviosismo de los medios israelíes, recordando que Hamas está en la lista de grupos terroristas de la UE y EE UU, para pensar que el paisaje se podría, aunque muy lentamente, ir transformando.
En conclusión, hay indicios de que el impacto brutal que ha supuesto la constatación de los riesgos y peligros que existen si no se resuelven de raíz los problemas y conflictos que se dan en esta región, está produciendo una lenta pero progresiva catarsis en la reflexión sobre el camino que hay que ir tomando. En este sentido, además, hay que decir que España tiene muchos instrumentos en la actualidad de liderazgo y credibilidad para desempeñar un papel relevante. La propuesta del presidente Zapatero de la Alianza de Civilizaciones ha encontrado un amplio eco internacional y va a ser un buen instrumento de reflexión y propuestas; la celebración en Barcelona del décimo aniversario de la Conferencia que abrió el proceso Euro-mediterráneo tiene la firme voluntad de repensar y renovar dicho proceso, con el acierto por parte del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, de buscar la manera de que EE UU participe por primera vez en dicha Conferencia; y es muy relevante que en la reunión de ministros de Exteriores de la OTAN en Vilna la semana pasada se examinara qué papel podría jugar eventualmente la Alianza en el conflicto israelo-palestino, una novedad producida probablemente en el encuentro Rice-Moratinos, y de la que habría sido ponente el ministro español.
Gema Martín Muñoz es profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la Universidad Autónoma de Madrid.
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