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Reportaje:

Corea del Norte apenas subsiste

La tímida apertura de la economía permite a los norcoreanos superar la trágica hambruna de los noventa

Pese a que "nuestro padre", como llaman los norcoreanos al ex presidente Kim Il Sung, contempla a cada uno de los 22 millones de habitantes del país desde los retratos instalados en cada casa, colegio, fábrica, monumento y plaza, los euros se filtran por las rendijas abiertas por el régimen después de que en 1995 reconoció su incapacidad para alimentar a la población y pidió ayuda internacional. La mayoría de los sueldos apenas llega a un euro mensual, pero el establecimiento de una economía paralela permite a decenas de miles de personas aumentar sus ingresos y mejorar el nivel de vida de la trágica década pasada, cuando cerca de un millón de norcoreanos murieron de hambre.

Pak Jong Chol, de 28 años y obrero de una fábrica textil, se ruboriza hasta las orejas cuando la periodista extranjera le pregunta cuál es su salario. "El suficiente para mantener a la familia", contesta ante Kim Myong Ok, la médica militar de 24 años con la que acaba de casarse. Ambos, junto a un puñado de familiares, han acudido a la colina Man Su, donde hay una gigantesca estatua de Kim Il Sung, a ofrecerle unas flores. "Para compartir con nuestro padre la alegría de la boda", comentan.

"Evidentemente ahora hay más entusiasmo. Recibimos más salario y producimos más", asegura un profesor de economía
Entre las reformas introducidas por el régimen se encuentran las zonas económicas especiales. Sólo las contiguas a Corea del Sur han despegado

La gran avenida que une esta colina con el centro de la capital está desierta, apenas pasa algún que otro coche o arcaico autobús. Por los laterales, la gente camina. El impacto que provoca la entrada a Pyongyang es casi indescriptible, pero tras esa forzosa vuelta al pasado se vislumbra una creciente curiosidad de los norcoreanos por lo que hay más allá de la cortina de hierro tendida por el régimen. Además, la competencia entre la nueva economía de consumo y la estatal establece nuevas reglas de juego en un país donde sólo había una.

"Evidentemente ahora hay más entusiasmo. Recibimos más salario, producimos más y nuestras necesidades están más satisfechas, porque podemos comprar en los mercados de consumo lo que no tienen las tiendas del Estado", afirma el jefe del Departamento de Economía de la Academia de Ciencias, Ri Gui Song.

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El profesor Ri señala que la reforma de 2002 para reducir los enormes subsidios que soportaba el Estado trajo un considerable aumento de los salarios, y de los precios. Ri revela que antes de ésta ganaba 200 won y ahora 4.500. En la economía oficial un euro equivale a 170 won y en la no oficial a 3.400. Para tener una idea del poder adquisitivo vale como ejemplo el kilo de arroz, que cuesta 8 won subvencionado, aunque escasea cada vez más. El no subvencionado se eleva a 46. Los pocos extranjeros que viven en Corea del Norte, unos 180 entre diplomáticos y miembros de las ONG, y los visitantes pagan en euros.

Las remesas de divisas de la enorme diáspora coreana es uno de los pilares en los que se sustenta esta doble economía, que ha oficializado los llamados mercados de consumo, en donde no sólo se venden los excedentes de la producción estatal, sino también frutas, medicinas y todo tipo de productos que los más avezados importan de China. El Estado, al legalizar estos mercados, ha frenado el contrabando y obtiene una renta por ellos.

El optimismo es también evidente en el campesinado de los alrededores de Pyongyang, ya que ahora puede vender libremente los excedentes de la producción colectiva y lo que cultiva en diminutas parcelas, cuya propiedad privada ha reconocido el Gobierno. Como Chae Ok Sun, que tiene una decena de árboles frutales y un terrenito de 50 metros cuadrados donde cultiva ajos, además de un par de cerdos y gallinas. Chae, de 59 años, jubilada desde hace cuatro, recibe una pensión de 2.000 won y 600 gramos diarios de arroz subvencionado. Es una privilegiada.

Chae tiene dos televisores, uno en color y otro en blanco y negro, pero le sirven de poco. Hace años que no hay electricidad en esa modélica cooperativa de Chong San, a 30 kilómetros de la capital. Choe Yong Ho, el viceadministrador, señala que aunque desde principios de siglo han mejorado las cosechas, el incremento de la producción es lento porque les faltan fertilizantes y combustible para los tractores.

Las catastróficas inundaciones sufridas por el país entre 1995 y 1998, tras un par de años de extrema sequía, desataron una gigantesca hambruna. Kim Jong Il, heredero del trono dejado por su padre tras sufrir un infarto en julio de 1994, abrió entonces las puertas a las organizaciones humanitarias internacionales. Según Gerald Bourke, del Programa Mundial de Alimentos, la situación ha mejorado sensiblemente, aunque en algunas zonas del norte sigue habiendo escasez.

Bourke sostiene que en una situación tan precaria como la norcoreana la reforma tiene también en la ciudades -el 60% de la población es urbana- un alto coste social, ya que los más débiles son expulsados de los lugares de trabajo. Además, muchas fábricas han cerrado por falta de electricidad y el paro forma ya parte de la realidad cotidiana.

Entre las reformas introducidas por el régimen se encuentra el establecimiento de zonas económicas especiales. Las dos del norte terminaron en fracaso. Rajin Sonbong, en el extremo noreste, fronteriza con Rusia y China, debía haberse desarrollado con capital japonés, pero Moscú desconfió de las intenciones niponas y su falta de interés abortó la inversión de Tokio. En el extremo noroeste, el empresario chino Yang Bing llegó a un acuerdo con Kim Jong Il a espaldas de Pekín y se hizo multimillonario cultivando orquídeas en Shimenju, hasta que China le encarceló en 2002. Pekín se oponía a que en esa zona de alto valor estratégico militar se creara un foco de influencia coreana que pudiera desestabilizar a su propia minoría coreana. Shimenju fue clausurada el año pasado.

Han despegado, sin embargo, las dos zonas especiales establecidas en la frontera con Corea del Sur. La del este, Kumgang, es turística, y la del oeste, Kaesong, ciudad con 360.000 habitantes, es la gran esperanza de la cooperación intercoreana. De momento, ya se ha invertido en 15 proyectos, tres de cuyas fábricas funcionan gracias a que Seúl suministra la electricidad. 2.000 obreros norcoreanos y 600 surcoreanos trabajan en la zona. El salario más bajo es de 57,5 dólares mensuales, una fortuna si se compara con lo que gana la mayoría.

"Vamos lentos porque Estados Unidos frena a Corea del Sur", dice Jong repitiendo la cantilena oficial, aunque se muestra confiado en que se cumplan los planes de establecer 2.000 empresas en la zona antes de 2010. "Este experimento es positivo para Kaesong, porque además de beneficios económicos trae tecnología y conocimientos para elevar el nivel de vida", dice Jong.

Una pareja se fotografía ante el retrato de Kim Il Sung (izquierda) y Kim Jong Il.
Una pareja se fotografía ante el retrato de Kim Il Sung (izquierda) y Kim Jong Il.G. H.

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