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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Es la competitividad

La economía española tiene un grave problema en su sector exterior. El déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos, además de reflejar una relativamente intensa demanda interna, es resultado de una erosión de la capacidad competitiva que tiene lugar desde hace años. La resistencia al estrechamiento del diferencial de inflación frente a nuestros principales socios europeos es una de las causas. O también un efecto de la insuficiencia de capital tecnológico y humano durante demasiados años.

Estos factores han debido de influir en el preocupante descenso que viene experimentando la inversión directa extranjera, también desde hace años, aunque más intensamente en 2004. Es el resultado de una reducción de las entradas brutas de capital, fenómeno en cierta medida común a algunas economías europeas, y el crecimiento de las salidas, ya sea por liquidación o por desplazamiento a otras latitudes de algunas de las inversiones existentes. Esa caída es aún más inquietante ante el posible horizonte de que a partir de 2008 se reduzcan de forma marcada las transferencias netas de las arcas de Bruselas, que desde el ingreso en la Unión Europea en 1986 compensaban el desequilibrio comercial, junto a las entradas del sector turístico. Al tiempo, las importaciones de nuestros nuevos socios en la UE aumentan mucho más rápidamente que nuestras exportaciones hacia esos países.

No ha sido un aumento del riesgo español el que está motivando esa pérdida de atractivo de nuestra economía para las empresas multinacionales. Ni el cambio de Gobierno, ni la retirada de las tropas de Irak con el consiguiente distanciamiento de la Administración estadounidense han aumentado la prima por riesgo de los bonos públicos españoles, situados en mejor nivel que un año atrás. Alimentar diagnósticos de ese tipo es tan erróneo como considerar que esos descensos en la inversión directa extranjera en España son circunstanciales, susceptibles de corregirse mediante acciones de promoción o de creación de agencias especializadas en la captación de la inversión foránea.

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La mejor lectura que ha de hacerse es que es necesario tomar medidas para fortalecer ventajas que están siendo erosionadas. Aumentar la calidad del factor trabajo por encima de la existente en economías menos avanzadas y superar el manifiesto retraso en la implantación de la sociedad de la información son las vías más eficaces. Ni los salarios pueden reducirse por decreto, ni la fiscalidad española es particularmente gravosa si se compara con otras economías avanzadas que consiguen atraer más inversiones directas que España porque exhiben ventajas suficientes en términos de conocimiento y calidad.

Avanzando en esa dirección se conseguirá no sólo renovar el atractivo inversor, sino reducir el importante freno al crecimiento económico que constituye el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente. Se trata de recuperar la competitividad fuertemente deteriorada en los últimos años, durante los cuales el piloto automático de la construcción de viviendas quitó prioridad a la modernización de la economía española.

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