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Entrevista:JOSÉ SÁNCHEZ | Presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal

"Es necesario ampliar el plazo del proceso de regularización"

José Sánchez (Fuenteguinaldo, Salamanca, 1934), obispo de Sigüenza-Guadalajara, es desde el pasado febrero presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal. Fue capellán de inmigrantes españoles en la Alemania de los años 60 y alumno del papa Benedicto XVI, en la Universidad de Tubinga. En esta entrevista se muestra partidario de que el Gobierno amplíe el plazo del proceso de regularización de inmigrantes.

Pregunta. ¿Qué opinión le merece la marcha del proceso de normalización de inmigrantes?

Respuesta. Es un intento de buena voluntad, pero hecho con falta de rigor. El Gobierno ha tenido sucesivos errores de cálculo que debió haber previsto antes de arrancar.

"[El Reglamento de Extranjería] no está hecho con rigor, sino con el corazón. Yo lo juzgo por sus efectos, y éstos no son buenos"
"La inmigración está siendo afrontada a base de parches. Nosotros también estamos parcheando con nuestros misioneros y nuestros recursos"

P. ¿Puede enumerar esos errores?

R. Ha habido errores en el número, en las reacciones que iban a tener los empresarios, en los papeles que hacían falta... El Gobierno ha tenido que ir cambiando sobre la marcha y todavía no sabemos cuál será la fórmula definitiva. Ha puesto unos plazos que son insuficientes y unas condiciones que no se han aclarado bien hasta la última red capilar de funcionarios. No se han calculado bien ni el plazo, ni los recursos, ni los efectos. Los inmigrantes están muy desorientados, y muchos de ellos muy frustrados porque abrigaron una serie de esperanzas que no se han cumplido. Y eso tenía que haberse calculado. En una norma hay que hacer un trabajo de campo previo. Y, a juzgar por los resultados, me parece que no se ha hecho.

P. ¿Cree entonces necesaria una ampliación del plazo que finalizará el 7 de mayo?

R. Me parece que sí. Para cumplir la norma me parece que sí. Si la hubieran hecho de otra manera, a lo mejor no. Es una norma que no está hecha con rigor, sino con corazón. Eso no es malo, el corazón es bueno y la buena voluntad, también. Pero una norma es una norma y necesita un rigor mayor en su elaboración. Yo la juzgo por sus efectos, y sus efectos no son buenos.

P. ¿El hecho de que los empresarios hayan presentado más de 400.000 solicitudes de regularización cuando todavía faltan dos semanas para que finalice el proceso no le parece un buen efecto?

R. Si usted lo dice, pues eso será así. Yo no lo he visto.

P. No lo digo yo, lo dice el Ministerio de Trabajo.

R. Yo lo único que sé es que las personas han sufrido un verdadero mareo, y eso tenía que haberse calculado. Y si el camino es eso que llaman empadronamiento por omisión, tendrían que haberlo hecho desde el principio. Bastante sufren los inmigrantes como para que tengan que sufrir también los avatares de una legislación insegura.

P. La Conferencia Episcopal apoyó el Reglamento de Extranjería antes de que entrara en vigor.

R. El Reglamento no se ha tratado en la Conferencia Episcopal, que yo sepa.

P. El anterior presidente de la conferencia, el cardenal Rouco Varela, hizo unas declaraciones...

R. No me consta que lo hiciera como presidente de la Conferencia Episcopal. Sería, si las hizo, como arzobispo de Madrid. El presidente no es la Conferencia. El cardenal Rouco Varela es arzobispo de Madrid como yo soy obispo de Sigüenza-Guadalajara.

P. ¿Es usted partidario de regularizar a todos los inmigrantes, al margen de su relación laboral?

R. Esa pregunta me ofende. ¿Cómo voy a ser partidario de eso? ¿Cómo voy a decir que entre todo el que venga y entre todo el que quiera? No soy tan insensato. Yo soy una persona seria.

P. El proceso de normalización fue muy criticado por algunos partidos políticos, que advirtieron de que iba a producir un efecto llamada. Curiosamente, esos partidos son los más próximos a la Iglesia.

R. Eso pregúnteselo a ellos, que no dependen de mí ni de la Iglesia para nada. A mí no me corresponde hablar sobre efectos llamada. Lo que me corresponde es apelar a la conciencia y a la sensibilidad y a la fe de los cristianos y de toda persona de buena voluntad para que haya un clima de respeto, acogida y ayuda. Y de respeto a los derechos fundamentales de las personas, tengan la calificación legal o ilegal que tengan. Primero la persona, después la ley.

P. ¿Cree conveniente un pacto de Estado para evitar la crispación en torno a los inmigrantes?

R. Yo no sé lo que es conveniente. El problema de la inmigración es que está siendo afrontada a base de parches. La inmigración no tiene solución tal como está el mundo. Es el efecto de una situación estructural injusta, de una distribución injusta de la riqueza, de los recursos y de las personas. Y eso no lo afronta nadie. Entonces hacemos labor de parcheo: ponemos fronteras, ponemos guardias, expulsamos... Y cuando la pota está ya a punto de estallar, abrimos un escape, regularizamos. Ésta no es la primera regularización. Por eso son muy difíciles las leyes y los reglamentos de inmigración. Estamos parcheando. Nosotros también estamos parcheando con nuestros misioneros y nuestros recursos. ¿Qué conseguimos? Pequeños parches.

P. Usted fue capellán de inmigrantes en Alemania en los años sesenta, cuando se produjo el gran éxodo de españoles a aquel país.

R. Desde 1960 hasta 1980. Éramos más de cien capellanes de españoles, porque había casi 300.000 inmigrantes españoles en Alemania.

P. Aquí no hay sacerdotes extranjeros para atender a los inmigrantes.

R. Pues tendrán que empezar a venir, tendrán que empezar a venir. Alguno hay ya.

P. ¿Cuáles eran los principales problemas de los españoles en Alemania?

R. Al principio había muchos sin papeles. Entraban como turistas, y se quedaban a trabajar. Les ayudábamos a encontrar un lugar en el que levantaran la mano, les borraran el sello de turista y les dieran permiso de trabajo. Sus problemas más frecuentes eran el idioma, la falta de trabajo, la falta de vivienda, las dificultades de la reagrupación familiar, la escuela de los niños, la soledad, el sufrimiento, y a veces la depresión y la muerte.

P. ¿Qué paralelismos encuentra entre la emigración española de entonces y la inmigración en España ahora?

R. La situación que dejaba atrás un español entonces no es comparable a la que deja hoy un inmigrante subsahariano. Es mucho peor la de este último.

P. Durante su estancia en Alemania, usted conoció al papa Benedicto XVI.

R. Entre 1968 y 1969 asistí a sus clases de Teología en Tubinga. Era el mejor profesor que he conocido en mi vida. De un conocimiento profundo, de una claridad de expresión meridiana, de un rigor académico, de un respeto al método teológico. Y, además, un hombre de un temperamento afable y cordial.

P. ¿Habló con él sobre los inmigrantes?

R. Sólo hablé con él sobre mis planes de estudios. Me invitó a comer y dimos un paseo largo... Pero a los pocos meses se marchó a otra facultad, a Ratisbona. Él tuvo que ocuparse más de la inmigración después, cuando fue nombrado arzobispo de Múnich. En Múnich había una inmigración española muy fuerte. Pero no recuerdo su labor allí.

El obispo José Sánchez, el jueves en Guadalajara.
El obispo José Sánchez, el jueves en Guadalajara.CRISTÓBAL MANUEL

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