_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Paraguas

Manuel Vicent

En abril, con luna creciente, en el mar las dobladas entran al cebo de pan y queso, también es el tiempo idóneo para poner las anchoas en salmuera y si se quiere tener un agua muy pura en el aljibe hay que meter en el canalón un copo de romero a modo de filtro para que perfume la lluvia. En este mes se celebran las fiestas de San Jorge, abogado contra las picaduras de araña y de alacrán, y también de San Marcos, que además de proteger a sus devotos contra las heridas de cuchillo, es el patrón natural de los zapateros. Por marzo las perdices ya han terminado el celo y en abril cantan para marcar su territorio; en la sierras aparecen las primeras lechigadas de jabalíes; el muchuelo está incubando y cuando la noche es estrellada se puede ver al norte la Casiopea, a levante la Corona Boreal y a poniente las Pléyades, pero a ras de la tierra, si el melonar ya ha sacado sus tiernos ojos, para librarlo del pulgón conviene plantar ajos y cebollas muy cerca. En este mes de abril de 2005, aunque no llueva ni amenace tormenta, a pleno sol o bajo la noche serena, no hay que salir de casa sin llevar paraguas, porque lo que está cayendo no es agua de primavera, como sería de desear, sino una lluvia ácida de ladridos de perro que se unen al volteo general de campanas. El paraguas es un arma defensiva y hay que abrirlo a cualquier hora y en cualquier lugar, en el taxi, en el autobús, en un cóctel, en la cama, para ponerse a salvo de los idiotas furiosos que esparcen su halitosis desde la radio, la televisión y los periódicos. Para evadirme de esta atmósfera tan cargada, suelo buscar amparo en la naturaleza. El otro día alguien me tenía contra la pared hablándome de política y yo le miraba fijamente a la cara como si le atendiera, pero en ese momento estaba pensando que en abril los niños en las excursiones de pascua disparábamos cohetes cuyo olor a pólvora se unía al de azahar y embriagaba los nidos de los jilgueros. Otro refugio es la soledad de casa bajo una música de jazz a media tarde y las alas abiertas de un libro de poemas que te permita volar. Saber que a la hora de plantar patatas la falta de estiércol puede suplirse con la ceniza del lar, recordar los nudos que me enseñó hacer aquel viejo marinero, imaginar que Hamlet ya no divaga su duda por el castillo de Helsingor, todo vale con tal de no oír más campanas, más ladridos. Coronan a un Papa de hierro, la derecha muerde el calcañar de la izquierda, pero es abril y aunque hacia Europa por el cielo sereno están pasando las aves, no hay que olvidar el paraguas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_