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Crónica:LA CRÓNICA | NACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dos meses muy agitados

Soledad Gallego-Díaz

El calendario político, de aquí al inicio del verano, va a estar muy agitado: desde la constitución del nuevo Gobierno vasco hasta las elecciones gallegas (19 de junio), pasando por el debate del Estado de la Nación (11 de mayo) y el referéndum francés sobre la Constitución europea (29 de mayo), capaz de desatar una crisis institucional profunda, justo cuando más necesita el Gobierno español pelear por la nueva distribución de fondos comunitarios.

El escenario vasco continúa estando muy enredado. La mayoría de los observadores apuesta por un Gobierno presidido por el actual lehendakari, Juan José Ibarretxe, elegido con una minoría de 33 votos (29 del PNV-EA, 3 de Ezquer Batua y uno de Aralar) y la abstención del Partido Socialista (18 escaños).

A medio plazo, si el Gobierno no encuentra razones jurídicas para ilegalizar EHAK, el voto de Batasuna volverá a controlar muchos ayuntamientos vascos

La idea es que el PSE ofrezca esa abstención y consienta la elección de Ibarretxe a cambio de algún "matiz" en el discurso del lehendakari y como fórmula para "neutralizar" el papel político de EHAK (siglas en euskera del Partido Comunista de las Tierras Vascas). Pero nadie es capaz de predecir el comportamiento de Ibarretxe, ni de EHAK ni, desde luego, de la propia ETA, ni de descartar la eventual convocatoria de nuevas elecciones.

En cualquier caso, está claro que la presencia de EHAK en el Parlamento vasco (nueve escaños) se ha convertido en la principal arma de oposición del Partido Popular, no sólo en Vitoria, sino también en Madrid. El PP ha quedado fuera de juego en la política vasca, excepto, tal vez, en Álava. Ni tan siquiera tendría un papel relevante en una eventual comisión parlamentaria para la reforma del actual estatuto, porque el PP vasco, en contra de la postura de Josep Piqué en Cataluña, se ha negado siempre a negociar la modificación del Estatuto de Gernika.

La reactivación del Partido Comunista de las Tierras Vascas como vehículo del voto batasuno no constituye, sin embargo, únicamente un problema para el PP. Para el Partido Socialista es también un problema complicado: a corto plazo, por su papel en la estrategia del PP o por su capacidad de condicionar el Parlamento de Vitoria, y a medio plazo, porque si el Gobierno no encuentra razones para su ilegalización, se supone que podrá presentarse a las próximas elecciones municipales y facilitar la reaparición del voto de Batasuna y, de nuevo, su control de numerosos ayuntamientos.

Este escenario, con todo su potencial de captación de dinero, influencia y capacidad de coacción, ya ampliamente demostrada en elecciones locales anteriores, causa auténtico desmayo en las filas de los políticos vascos, no sólo populares, sino también socialistas.

Dinámica propia

Las elecciones gallegas tienen una dinámica muy distinta, propia, y su campaña electoral casi nunca ha provocado tensiones insuperables, ni tan siquiera mucha atención a escala nacional. En esta ocasión tienen un plus de incertidumbre por la edad de Manuel Fraga y porque la pérdida de la presidencia de la Xunta sería percibida como una cierta catástrofe en las filas del PP.

"Sea como sea, lo mejor es adelantar la fecha, para antes del verano. Si ganamos, nos vamos de vacaciones con una cierta inyección de optimismo. Y si perdemos, tendremos todo el verano para asimilarlo y para analizar qué debemos hacer en la nueva temporada", explica sin rebozo un dirigente popular.

En Galicia, las campañas nunca han girado sobre cuestiones de identidad, sino, básicamente, sobre las inversiones del Estado y la eficacia o desastre de la gestión autonómica. "Esta vez, el gran tema será el Plan Galicia que comprometió Mariano Rajoy cuando era ministro", asegura un diputado del PP. "Pero está claro que el PSOE tiene ahora una ventaja que no tenía antes: el Gobierno de la nación y los presupuestos generales de 2006".

Las elecciones gallegas demostrarán, una vez más, que el PP lleva ya muchas convocatorias electorales obligado al todo o nada, es decir, a lograr mayorías absolutas o a despedirse de cualquier posibilidad de gobierno.

"Mientras los populares sigan encerrados en una estrategia de inmovilidad como la actual, seguirán imposibilitados de llegar a acuerdos o coaliciones con casi ningún otro partido del país, tanto a nivel nacional como autonómico", afirma un dirigente nacionalista. Esa obligada soledad es, precisamente, una de las consecuencias de la actual línea política más discutidas dentro del propio PP. Para unos es un camino inevitable, pero para otros es una carga muy pesada que aleja la eventual recuperación de parcelas de poder.

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