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Reportaje:

Gavarda reabre su contradicción

Catorce años después de impulsar la nueva población a salvo de las riadas, el Consell quiere reconstruir el núcleo abandonado

Gavarda constituye un caso único en España, ya que está dividida en tres núcleos urbanos. El antiguo emplazamiento junto al río Júcar que fue totalmente cubierto por una avalancha de agua de cinco metros de altura al romperse la presa de Tous; el nuevo municipio levantado por la Administración socialista sobre un montículo a un kilómetro del viejo, y, a medio camino la vieja Gavardeta, que reúne a medio centenar de vecinos junto al puente de hierro en la carretera a Cárcer.

Tras la riada, la propuesta del Consell de trasladar el pueblo a un lugar más seguro levantó ampollas y provocó graves heridas y desavenencias familiares que van cicatrizando con el paso del tiempo. Unos, por razones sentimentales, como Teodoro Varea, chófer jubilado, decidieron permanecer en sus casas rechazando la oferta de expropiación de sus viviendas. Y otros, en cambio, como Manuel Talens, herrero jubilado, escogieron marcharse por razones económicas y sobre todo por seguridad.

Cuando las aguas del Júcar comenzaban a bajar más tranquilas por esta zona de La Ribera Alta, llegó esta semana, por sorpresa, el portavoz del Consell, Esteban González Pons, para anunciar que el Consell permitirá la reconstrucción del poble vell, como lo denominan los que residen en el nuevo.

La fuerte resistencia a abandonar sus domicilios por parte de varias familias propició que un Consejo de Ministros del año 2000 liberara del expediente de expropiación a 42 casas que se encuentran diseminadas en torno a la carretera que conduce precisamente hasta la presa de Tous. Mientras, el resto del antiguo núcleo urbano continúa catalogado como suelo agrícola y forestal. Su alcalde, Pere Muñoz, del Bloc, cree que muchos vecinos "no entenderán" la ampliación del antiguo pueblo y advierte de que "no es la mejor manera de poner fin al problema". El alcalde, que lideró una plataforma vecinal que reclamaba mayor transparencia e información, se queja de que la Generalitat le haya dejado la responsabilidad de tomar una decisión que considera "difícil" y "compleja" por los problemas jurídicos, sociales y económicos que comporta.

El alcalde advierte de que todo el viejo casco urbano figura como "inundable" en el plan de la Generalitat contra este problema. La iniciativa de González Pons ya es motivo de debate en los bares de uno y otro núcleo urbano. En el de abajo, a Varea, que vive "muy a gusto" con su mujer y dos hijos, le parece bien que "ahora quieran rectificar". "Si vienen más vecinos, mejor", señala. Mientras, en el de arriba varios jubilados opinan en su mayoría "que hagan lo que quieran", aunque advierten de que si se reconstruye la vieja Gavarda "se burlarán" de los que cambiaron a la nueva.

María, que vive en el poble nou pero regenta el único bar del antiguo pueblo, recuerda que tan sólo desde hace unos meses bajan clientes de arriba. El Bar de la Plaça es la única distracción de Enrique y Francisco y del escaso centenar de habitantes, dado que "no han sentido la necesidad de cambiar de aires" pese a que un millar de sus antiguos vecinos cogieron hace 14 años sus enseres para subirse al monte y protegerse del Júcar.

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