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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fraga adelanta

Manuel Fraga ha adelantado al 19 de junio las elecciones gallegas, previstas para octubre, y en las que volverá a ser por quinta vez candidato del PP. Había asegurado hace apenas un mes que no habría adelanto. Una persistente leyenda, alimentada por el propio Fraga, le atribuye la imagen de hombre de criterios firmísimos, en contraste con las rectificaciones -dicho sea en su honor- que jalonan su biografía política real. También había dicho, y desde hace varias legislaturas, que no volvería a ser candidato, y siempre ha encontrado motivos para desdecirse. Ahora vuelve a hacerlo porque se ha convencido de que es lo mejor para el PP.

Las expectativas electorales de ese partido no son excelentes. Desde el desastre del Prestige la figura de Fraga ha sufrido un claro deterioro, y las luchas internas han impedido encontrar un sucesor de consenso. Resulta comprensible que Mariano Rajoy prefiera afrontar el trance cuanto antes. Los réditos de una victoria no variarían mucho de junio a octubre, mientras que los efectos de una derrota podrían resultar más duraderos en otoño, con un curso político recién inaugurado. Un hipotético revés en Galicia supondría el cuarto para Rajoy en poco más de un año, y éste en la comunidad más fiel y en la que él mismo inició su carrera política.

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Las razones aducidas por Fraga para justificar el adelanto -la inquietud por el debate territorial, el incumplimiento del Plan Galicia- más bien revelan la falta de argumentos para resistir las presiones de la dirección nacional del partido. Sin descartar que un voto deferente de despedida pueda cambiar los pronósticos, las encuestas no son favorables para el PP, y casi un 80% de los gallegos considera a Fraga -82 años- demasiado mayor para optar a la reelección. Una derrota significaría su jubilación forzosa, y no la soñada del líder que se va voluntariamente dejando instalado a su delfín. De nuevo la apuesta es a todo o nada, porque al PP sólo le vale la mayoría absoluta.

Sin ella dejaría el terreno libre para una alianza entre el PSOE y los nacionalistas del BNG. El desgarro interno que ha sufrido el Bloque tras el portazo de su líder histórico, Xosé Manuel Beiras, podría reforzar las opciones de los socialistas, pero también perjudicar las del conjunto si se produce una desmovilización del electorado nacionalista. En ese caso, el beneficiado sería el PP, por lo que es posible que esa crisis del BNG haya sido la razón coyuntural que ha acabado de convencer a Fraga de que debía dejarse persuadir por los adelantadores.

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