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Reportaje:

Un riñón con nombre propio

Melisa Moreno y María del Carmen Romero donaron uno de sus riñones para ayudar a sus familiares enfermos

Tereixa Constenla

David vivía enganchado a la diálisis desde hace cuatro años. Enrique, desde hace un año y tres meses. Los dos son jóvenes, ni siquiera llegan a la treintena. Su calidad de vida nada tenía que ver con la de otros veinteañeros. Tampoco sus expectativas ni sus esperanzas.

La lista de espera para recibir el riñón de un donante muerto es amplia: sólo en Sevilla 210 adultos y 9 niños viven pendientes de un trasplante, siete veces más que los pacientes que necesitan un hígado de recambio, 17 veces más que los enfermos que esperan un corazón, según datos de José Pérez Bernal, coordinador de trasplantes de Sevilla. "La media de espera es de cinco años o más", aclara Pérez Bernal.

David y Enrique tal vez habrían debido esperar más. Ambos pertenecen al grupo 0, ese donante universal pero quisquilloso receptor.

El lunes David recibió un riñón nuevo. En perfecto estado, listo para orinar sin recato. Totalmente compatible con su grupo sanguíneo. Un órgano de 23 años, cuatro menos que los suyos. El riñón de su hermana Melisa Moreno Viñuela. "Ahora mismo es como si tuviera dos hijos", exponía ayer ante cámaras y micrófonos. "Hace dos años pensé en hacerme las pruebas, él tiene 26 años y nada de vida", relataba. La donación de Melisa se frenó entonces porque los médicos descubrieron que estaba embarazada y la retomaron cuando su hijo ya había superado el año y medio. Melisa y David lloraron al verse de nuevo, igual que Enrique y su madre, María del Carmen Romero Ramos, tras un trasplante similar realizado el martes en el hospital Virgen del Rocío, en Sevilla.

"Depender de la máquina es muy grave, tú te puedes quedar perfectamente y a él le das la vida". María del Carmen Romero, de 54 años, trabajadora de una guardería, hizo ayer un alegato emotivo a favor de la donación de órganos de personas vivas y sanas como ella. "La gente se debe concienciar de que no tienen que esperar a que alguien fallezca, estoy muy orgullosa de hacerlo y lo repetiría de nuevo", planteó ayer en el patio de luces del hospital, rodeada de familiares y personal sanitario. Hasta allí se desplazó en silla de ruedas, pero pronto recibirá el alta, igual que Melisa. Su recuperación está resultando veloz, gracias a la nueva técnica -cirugía laparoscópica- empleada por el equipo de trasplantes renales para extraerles el riñón. "Técnicamente es más difícil que una intervención de cirugía convencional, pero se hace por el donante", expone el nefrólogo Porfirio Pereira Palomo. "El hospital trata de que el daño que se le produce a estos donantes sea el menor posible", incide en ello el coordinador de trasplantes José Pérez Bernal.

"La obligación de los cirujanos es disminuir las molestias del donante",

reitera el urólogo Pedro Montañés. La cirugía laparoscópica minimiza el impacto estético en la persona que regala un órgano, pero también facilita la recuperación y causa menos dolor. No es la panacea claro. Porfirio Pereira recuerda que siempre hay un resquicio para el riesgo, aunque sea mínimo. "Decimos que es más fácil que te mates en el coche que por donar un riñón, pero el riesgo, aunque sea muy bajo, existe". El porcentaje es del 0,003%, tanto en cirugía laparoscópica como en la convencional.

Porfirio Pereira y Pedro Montañés son los responsables del equipo quirúrgico de Nefrología y Urología que ha estado al frente de las cuatro intervenciones (dos extracciones y dos trasplantes), en las que han participado 60 profesionales. Con ambas operaciones, el hospital sevillano se ha convertido en el segundo de España en aplicar la cirugía laparoscópica a la extracción de órganos, según el director gerente Joseba Barroeta. El otro es el Clínico de Barcelona. Para llevar a cabo las intervenciones, el personal del Virgen del Rocío contó con el apoyo de Octavio Castillo, un profesor chileno considerado uno de los máximos expertos en esta técnica.

Tras el éxito de ambos trasplantes, José Pérez Bernal confía en que se incentive la donación en vida. "Cuanta más cultura más donantes vivos hay, en los países nórdicos llegan al 40%", esgrime. Bien es verdad que en ningún otro país del mundo se alcanzan las tasas de donación de órganos de fallecidos que se registran en España, lo que permite disponer de una oferta impensable en otras zonas. Sin embargo, el aumento de la edad media de los donantes (supera los 50 años) dificulta los trasplantes dirigidos a pacientes jóvenes o niños. No son incompatibles, pero los médicos intentan que las edades de donante y receptor se asemejen. De ahí, que la donación en vida de riñones constituya una vía que los equipos de trasplantes tratan de espolear para paliar la falta de órganos de fallecidos.

Son, además, órganos con una supervivencia que supera los 20 años, el doble de la que cuentan los órganos procedentes de personas muertas. "Un programa activo de donante vivo puede llegar a significar un incremento de hasta el 10-15% del programa de transplante renal general, algo que redundaría en una importante reducción de pacientes en lista de espera", sostienen los responsables hospitalarios. De los 346 riñones trasplantados en Andalucía el año pasado, sólo 12 fueron de donantes vivos.

Quién da y quién recibe

No todo el mundo puede ser donante en vida. Ni tampoco todos los enfermos son candidatos idóneos. En principio es una alternativa dirigida a niños, adultos jóvenes que tendrían una larga estancia en lista de espera, enfermos muy urgentes y pacientes en pre-diálisis. Las condiciones para ser donante en vida, que debe otorgar su consentimiento ante el juez del Registro Civil, están reguladas en un Real Decreto de 1999, que ampliaba la legislación de 1979. En la norma se establece que el donante debe tener más de 18 años, gozar de plena salud física y mental, ser informado previamente de las consecuencias de su decisión y otorgar su consentimiento de forma expresa, libre y desinteresada. Debe tratarse de un órgano o parte cuya extracción sea compatible con la vida. No podrá extraerse a personas con capacidad para consentir de forma adecuada. El destino del órgano estará decidido de antemano para una persona concreta. No se aceptará la donación si media algún condicionante. Y tiene que ser autorizada por el comité de ética del hospital donde se realice.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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