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EL NUEVO PAPA | La opinión de los expertos

Un teólogo sólido e inflexible

Ratzinger condenó a 100 estudiosos de los Evangelios cuando estaba al frente de la Congregación para la Defensa de la Doctrina

Juan Arias

Quienes podían tener la tentación de analizar el cónclave con los ojos de la política terrenal tienen que reconocer que se han equivocado. No ha salido un Papa de centro, como casi todos los analistas esperaban, un Papa de compromiso entre la línea dura e inflexible del cardenal Ratzinger y los que abogaban, sobre todo en el Tercer Mundo, por un Papa que, por lo menos en lo social y en el diálogo con las diferentes culturas y religiones, siguiera la línea del Papa polaco.

No ha sido así. Han elegido a un cardenal que antes de entrar al cónclave pronunció un discurso tan intransigente que fue interpretado como su deseo de no ser elegido Papa ya que no tendió la mano a nadie. Fue lapidario contra lo que él condena como los relativismos teológicos y morales. Defensor a ultranza de los principios de una tradición que no debe cambiar para ser fiel a sí misma, el nuevo Papa repitió una y mil veces que la Iglesia se halla en tinieblas, que Europa ha vuelto a los tiempos del paganismo y que es urgente que la Iglesia, a través de la santidad, recupere el tiempo perdido en peligrosos ensayos en materia de fe y de moral.

Benedicto XVI era un joven progresista cuando llegó a Roma para el Concilio Vaticano II

Conocí al hoy Benedicto XVI cuando llegó a Roma como joven y progresista teólogo del episcopado alemán para el Concilio Vaticano II. Estaba junto con Hans Küng. Los dos tuvieron un papel importante en las aperturas de aquel Concilio convocado por el anciano Juan XXIII. Después, aquel teólogo, progresista en su juventud, cambió radicalmente. Tanto que llegó a combatir el Concilio que antes había defendido. Le hicieron obispo y cardenal y lo pusieron al frente de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe. Y puso todo su empeño en la defensa de la doctrina tradicional llegando a condenar a más de 100 teólogos por haber intentado poner en práctica las aperturas del Concilio Vaticano II. Condenó la teología de la liberación y dejó en el ostracismo a todo un bagaje de creatividad teológica dentro de la Iglesia.

La pregunta que ayer se hacían aquí en Brasil los analistas religiosos es cómo fue posible que los cardenales del Tercer Mundo, empeñados en la lucha contra la miseria, los de la teología de la liberación, dieran su voto al cardenal más rígido del cónclave en materia de fe y de moral. Querían, al principio, un Papa lo más parecido al llorado Juan Pablo II, pero la personalidad del cardenal Ratzinger no puede ser más diferente. Parece más un príncipe que un comunicador. No tiene buenas relaciones con los medios de comunicación y no ha sido un pastor sino más bien un burócrata de la Curia romana.

A los obispos brasileños que visitaban a Wojtyla quejándose de las condenas vaticanas a la teología de la liberación, el anterior Papa solía decirles: "Es que el cardenal Ratzinger es muy severo". A su vez, el hoy Benedicto XVI me dijo un día delicadamente que el problema de Juan Pablo II es que era un buen filósofo y humanista, pero poco teólogo y que por eso, solía pasarle a él los documentos antes de publicarlos, no tanto como prefecto de la Congregación de la Fe, sino también como teólogo. Y es que Ratzinger siempre fue considerado como uno de los teólogos más sólidos y preparados de la Iglesia. Y Wojtyla lo escuchaba mucho y nunca lo cambió de su puesto de defensor de la ortodoxia católica, mientras él se permitía a veces, salirse del texto, como cuando dijo durante uno de sus viajes que a lo mejor no era buena idea de que tras la caída del comunismo quedase un solo bloque de poder en el mundo y que había que recuperar las cosas positivas del comunismo. Ratzinger nunca hizo concesiones semejantes. ¿Las hará ahora como Papa?

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