Un año de ZP
Hoy se cumple un año desde la toma de posesión de Rodríguez Zapatero como quinto presidente de este periodo democrático. El balance catastrofista del PP -incumplimientos masivos, el peor Gobierno desde 1977- viene demasiado marcado por la resaca del 11-M y se compadece mal con la buena valoración del presidente y la ampliación de la distancia en intención de voto que recogen las encuestas. Las diferencias en las formas políticas que ha sabido imprimir respecto a la crispada antipatía de su antecesor ha sido un dato a favor de Zapatero que ha tenido inmediato reflejo en la opinión pública. Pero la baja calificación de bastantes ministros y las incertidumbres derivadas de la política de alianzas del Gobierno desautorizan cualquier exceso de autosatisfacción.
En política exterior, el giro ha sido grande, forzado por el que había dado Aznar al optar por un atlantismo sin matices en detrimento de la prioridad europea. Zapatero cumplió su compromiso de retirada de Irak, y la perspectiva de los meses transcurridos avala el acierto de hacerlo rápidamente, aunque no la extemporánea invitación a que otros países siguieran su ejemplo. Ambas cosas, unidas a algunos innecesarios excesos gestuales, provocaron una tensión diplomática con Estados Unidos que ha lastrado la política española y dificultado la eficacia de sus iniciativas en América Latina. A cambio, la normalización de relaciones con Marruecos, el desbloqueo de la Constitución europea y la reparación de las deterioradas relaciones con Francia y Alemania fueron pasos necesarios; la negociación del recorte de fondos europeos dirá si ello ha reforzado suficientemente nuestra posición europea.
La política económica está en buenas manos, y parece acertado combinar continuismo (equilibrio presupuestario) con renovación (inversión en educación e I+D). El déficit comercial es el punto débil, pero la situación es en general bastante buena, con fuerte creación de empleo y crecimiento de la inversión en bienes de equipo. Las mejoras sociales (salario mínimo, pensiones) y el pago de deudas pendientes, como la andaluza o la de RTVE, no han descalabrado las cuentas del Estado. Las expectativas de abaratamiento de la vivienda (de protección y en alquiler), asunto de gran impacto social, necesitan más tiempo para verificarse.
Pero ha sido sin duda en los temas sociales donde más se ha hecho notar el espíritu de renovación que ya desde la campaña electoral había prometido el líder socialista. Desde la misma composición paritaria del Gobierno hasta iniciativas como la ley sobre matrimonios entre personas del mismo sexo o la relativa a la violencia contra las mujeres son reformas de gran calado que han contado con un amplio respaldo popular. El gran reto pendiente es el de la regulación de la inmigración, en el que el Gobierno ha tratado de combinar criterios de realismo con el respeto a los derechos humanos. Queda para los próximos meses la Ley de Dependencia, que afectará a ancianos y otras personas necesitadas de asistencia.
El flanco débil del Gobierno frente a la oposición está siendo la política territorial. Mejor dicho, los efectos sobre la cuestión territorial de su política de alianzas. Esa política le vino determinada a Zapatero por la opción previa de Maragall en Cataluña. Haciendo de la necesidad virtud, Zapatero se ha propuesto reforzar la integración de los nacionalismos periféricos mediante reformas pactadas de los estatutos. Es un planteamiento arriesgado, porque algunas de las iniciativas en marcha son difícilmente compatibles con la lógica del Estado autonómico.
Con todo, la normalización de relaciones con todas las autonomías permite abordar esos problemas en mejores condiciones. La Conferencia de Presidentes ha sido a este respecto una iniciativa positiva a falta de que el Senado se convierta de verdad en una Cámara territorial. Los resultados electorales de hoy en el País Vasco indicarán si la mejora del clima político general tiene efecto sobre la actitud ante el desafío al modelo constitucional de convivencia que allí tiene lugar.
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