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EN BUSCA DE UN PAPA | Los electores

Los grupos de opinión entre los purpurados determinarán la elección del nuevo pontífice

Los cardenales se dividen en tres corrientes: 'dogmáticos', 'reformistas' y 'sociales'

Enric González

No existen partidos en el colegio cardenalicio. La división civil entre conservadores y progresistas puede funcionar uno a uno, porque todos los cardenales tienen su ideología política, pero queda en un plano muy secundario cuando se reúnen en cónclave para tomar una decisión de tanta importancia como la de elegir Papa. Sí hay afinidades y prioridades compartidas entre los príncipes de la Iglesia, y de ellas surgen grupos de opinión que, por vías no del todo directas, suelen determinar el resultado de la elección. Definir esos grupos comporta una cierta dosis de arbitrariedad, pero, de forma genérica, pueden distinguirse tres: el dogmático, el reformista y el social.

Los electores tienen ideas muy claras sobre las necesidades de la Iglesia
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Un cardenal es un hombre de edad avanzada que ha llegado a la cúspide de su carrera, está acostumbrado a mandar en su diócesis o dicasterio y tiene ideas muy claras sobre las necesidades de la Iglesia. Esas ideas le aproximan a algunos de sus colegas y le distancian de otros, dentro de lo mucho que comparten (la fe, el empleo, la pertenencia a una estructura homogénea), y permiten agruparlos. Nadie pertenece de forma exclusiva a una corriente y los grupos no chocan entre sí, salvo, a veces, en la cuestión del "reformismo".

- Dogmáticos. Dominarán el arranque del cónclave porque su jefe de filas, Joseph Ratzinger, será probablemente quien más apoyos reciba en la primera votación, y porque sus inquietudes (no sus soluciones) son más o menos compartidas por todos. Creen en una Iglesia firme, militante y de doctrina clara, capaz de hacer frente al relativismo moral en Occidente, al vigor religioso del islam y a la infiltración de otros ritos en Suramérica, África y Asia. Consideran que una política más o menos tolerante ante el divorcio, los anticonceptivos o la homosexualidad reportaría, en el mejor de los casos, un incremento efímero en la popularidad del catolicismo, pero desorientaría a los creyentes y desvirtuaría la esencia de la fe que tienen la misión de defender.

Son partidarios de mantener una estructura eclesial centralizada y una Curia (gobierno vaticano) poderosa, ya que las diócesis, que muchos de ellos dirigen, están más expuestas a la presión de las sociedades locales; desconfían de una excesiva participación seglar en los ritos y consideran que algunas de las reformas abiertas en el Concilio Vaticano II fueron un error, porque difuminaron la identidad católica. Juan Pablo II fue uno de los suyos, aunque muy sensible también a la corriente social, y sus figuras más representativas hoy son, además de Ratzinger, el austriaco Christoph Schoenborn, el estadounidense Bernard Law, el nigeriano Francis Arinze y el indio Ivan Dias.

- Sociales. Hacen hincapié en la necesidad de extender los valores católicos al conjunto de la sociedad y en la tarea de apostolado, y creen que la Iglesia debe estar presente en todos los conflictos humanos. Forzando un poco los términos, podría decirse que si los dogmáticos optan por la calidad, los sociales prefieren la cantidad.En este grupo sí son relevantes las sensibilidades políticas, que generan grandes diferencias en la interpretación de las prioridades sociales. Los más conservadores, como los italianos Camillo Ruini y Angelo Sodano, el español Antonio María Rouco o el colombiano Alfonso López Trujillo, rozan la tentación del integrismo; en cualquier caso, ocupan la primera línea en el combate contra la educación laica y la tendencia del Estado moderno a convertir la religión en un asunto privado. En el otro flanco social, el progresista, se presta más atención a la lucha contra la pobreza y la injusticia. Cardenales como el hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, el surafricano Wilfrid Fox Napier y, hasta cierto punto, el italiano Dionigi Tettamanzi (que concuerda en algunas cuestiones con dogmáticos y reformistas) piensan que la Iglesia debe hacer un poco más para combatir los males terrenales.

- Reformistas. Creen que el Concilio Vaticano II no ha sido desarrollado en todo su potencial y que el nuevo Papa debería dar un nuevo impulso a las reformas esbozadas por Pablo VI e interrumpidas por Juan Pablo II. Lo primero, según ellos, es fomentar el diálogo en el interior del catolicismo y conceder un cierto grado de autonomía a las diócesis, reduciendo la omnipresencia vaticana y acercándose a las necesidades de cada comunidad. Si los dogmáticos tienen sus bases teológicas en el medievo y los sociales en el siglo XIX, los reformistas prefieren apelar a los Padres de la Iglesia de los primeros siglos.

Contra el cierre de filas propuesto por los dogmáticos argumentan que la Iglesia ha sobrevivido a todas las tormentas durante 20 siglos por su capacidad de adaptarse al cambio de los tiempos. Su jefe de filas indiscutible es el italiano Carlo Maria Martini, retirado en Jerusalén y fuera de competición por motivos de salud. Otros "reformistas" destacados son el belga Godfried Daneels y los alemanes Karl Lehman y Walter Kasper.

El cardenal ucranio Marian Jaworski, a su llegada ayer al Vaticano.
El cardenal ucranio Marian Jaworski, a su llegada ayer al Vaticano.REUTERS

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