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Columna
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Imágenes exteriores

Transcribo de un periódico mexicano. Junto a la foto figura la siguiente explicación: "Trabajo en equipo. Durante el festival anual de la ciudad de Cataluña (un lugar muy cerca de Barcelona, España) que se realizó en agosto pasado, llamó mucho la atención la altura que alcanzó la ya tradicional torre humana, para la cual participaron casi 200 habitantes". El asunto tiene su miga. Desde nuestro ombliguismo puede resultar incomprensible este desconocimiento sobre nuestras esencias, que ya no residen en las españolidades de antaño, sino en la irrupción de las naciones y nacionalidades primigenias. Pero eso es lo que hay. Tanta proyección exterior y tanto suponer que los componentes en que nos descomponemos suscitan admiración supina, para que al final Cataluña se quede en una ciudad cercana a Barcelona, sita en España, para más inri.

Tengo la impresión de que, fuera del país, lo de nuestra sacrosanta antigüedad les deja mayormente fríos

Sin favoritismos, digamos objetivamente que, a mi entender, por estas tierras han oído más de los vascos que de los catalanes. No es que sepan situar al País Vasco en el mapa, excepto algún especialista, ni que puedas encontrarte a nadie capaz de hablar un minuto sobre la problemática que nos azota desde la prehistoria hasta aquí. En un baño de humildad, aquí se descubre que hay gente que vive sin haber oído nunca del Plan, y eso que éste es la avanzadilla de la renovación político-ideológica mundial. Entiéndase bien: "nunca"; es decir, ni una sola vez, ni referencias. Y cuando digo "gente" me refiero a miles, a masas incluso. Para ser más concretos: hasta ahora, sólo he encontrado a uno que sabía algo del asunto, pero era por razones familiares y profesionales.

La ausencia de conocimientos sobre lo que hay no impide que, en general, la gente tenga una imagen de los vascos, y por tanto una opinión. Desgraciadamente, habría que añadir. Les transcribo un chiste que contaron hace un par de meses en un programa televisivo de gran audiencia. Gustó tanto que algún periódico nacional lo recogió como el chiste de la semana. Agárrense. "Las mejores universidades del mundo. ¿Sabe usted por qué las universidades vascas son las mejores del mundo? Porque a sus aulas entran vascos y salen ingenieros, abogados, médicos...".

De modo que así están las cosas. No tenemos buena imagen, para decirlo en fino. Debe de ser novedad, pues, según las crónicas, los vascos eran hace dos o tres décadas admirados y reconocidos. Y parece que los vascos arraigados aquí mantienen esa consideración. No es aplicable, desde luego, a la imagen que se tiene de lo que hoy hay en el País Vasco. Repasen el chiste.

Sin duda, lo ha provocado la contumacia con que, década tras década, se ha construido el país a base de tiros, conflictos y algarabías políticas incomprensibles para los no versados. Es lo que se difunde. No sé si tienen alguna influencia en esta imagen pública, pero no contribuyen nada a arreglarla los estereotipos que sobre los vascos transmite el Gobierno vasco de nuestros amores. Yo aconsejaría que cambiara el discurso. Parece bonito anunciar a los cuatro vientos que los vascos somos "un pueblo honrado, serio y trabajador", pero no es retrato muy eficaz, pues más o menos todos los pueblos piensan eso de sí mismos, por lo que la buena nueva no les dice nada o les provoca sospechas (dime de qué presumes...). Si por un casual hubiera algún pueblo o nación que se viese como deshonesto, vago y/o de chirigota, creo que tampoco nos admiraría por tan excelsas virtudes. Más bien nos consideraría unos capullos.

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Sí gusta, por contra, que en el País Vasco se hable un idioma antiquísimo, lo que la gente interpreta, no sé por qué, como una lengua incomprensible. Pero al insistirse en la idea con desmesura, el argumento tiene doble filo. Llegan a la conclusión de que mejor no acercarse por allí ni tratar con vascos, convencidos de que éstos sólo hablan ese idioma oscuro y como esotérico y que ellos no se aclararían.

Y yo suprimiría cuanto antes de las imágenes exteriores que se divulgan lo de que el Pueblo Vasco es el más antiguo de Europa. No entro aquí en que lo sea o no, sino en que se difunda en plan marketing. Tengo la impresión de que, fuera del país, lo de la sacrosanta antigüedad les deja mayormente fríos y no produce estremecimientos de consideración, admiración o envidia, como quizás pretenden quienes lo enuncian. Para mí, que como los demás pueblos son al lado de la idea nacionalista de los vascos unos recién nacidos -con algunos siglos de existencia nada más, muy pocos un milenio-, no se quedan boquiabiertos por la antigüedad o ese prolongado pedigrí cronológico. No le dan valor a tanto aguante, no les gustan los viejos o piensan que la edad lleva a chochear. Si aún hubiera etruscos, otro gallo nos cantara; pero tal y como están las cosas, la vetustez no suscita admiración.

Otros hablan de que la esencia de su nación es la libertad de los ciudadanos, la igualdad, la fraternidad, el pacifismo, su capacidad de integrar culturas, de acoger gente y respetarla, de conseguir la cohesión interna... O de buscar la felicidad de sus ciudadanos. ¿Por contraposición, da repelús esa imagen vasca nada atractiva, de un pequeño pueblo inalterable desde el Neolítico hasta aquí, que ya ha llovido? Mientras todos cambiaban y se hacían a convivir y a lo que fuera, los vascos de la imagen, nada; se quedan todo el rato con su identidad a cuestas y ese gusto secular por la seriedad y el trabajo. Puede ser que esta idea tan querida por nuestros nacionalistas dé pereza, vista desde fuera. O flojera, como dicen aquí, en México.

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