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Reportaje:

Un riesgo laboral ignorado

Miles de trabajadores sufren cada año accidentes y enfermedades provocados por sustancias químicas

Yo, como es del mismo color, lo identifico oliendo". Así resuelve un trabajador la falta de etiquetado en unos envases que contienen productos químicos. Un método que le obliga a inhalar productos tóxicos. Parece una anécdota, casi un chiste, pero éste es un ejemplo de situaciones frecuentes en el interior de las fábricas españolas. Así lo afirma un amplio y detallado estudio que acaba de hacer público el Instituto Sindical Trabajo y Ambiente y Salud (ISTAS), del sindicato CC OO, donde se denuncia que la exposición de los trabajadores a sustancias químicas peligrosas está muy extendida, y que el uso de estas sustancias está produciendo un importante daño sobre la salud no reconocido por las estadísticas oficiales.

La mayoría de los casos de cáncer, asma y otras dolencias causadas por tóxicos no se registran
De 222 empresas investigadas en Madrid, 98 tenían sustancias cancerígenas

El informe del ISTAS, financiado por el Fondo Social Europeo y por la Fundación Biodiversidad, calcula que en España hay más de 3,2 millones de trabajadores expuestos a productos químicos en sus lugares de trabajo. Algunos son inocuos, pero otros son dañinos en grado diverso, y la presencia de cancerígenos o mutágenos no es nada excepcional. Se estima que unos dos millones de trabajadores manipulan productos nocivos o tóxicos. Como resultado, las enfermedades derivadas de la exposición a agentes químicos "son mucho más frecuentes y más importantes que los accidentes de trabajo", aseguran los autores del informe, dirigido por el médico Alfonso Calera. En España se vienen registrando en los últimos años unos 10.000 accidentes de trabajo y unas 3.000 enfermedades profesionales por productos químicos. Pero el informe del ISTAS asegura que estas cifras no reflejan la realidad, ya que muchas enfermedades profesionales no se registran como tales. Según diversas estimaciones, se pueden estar registrando 6 veces menos dermatosis de las realmente producidas, 16 veces menos casos de asma y hasta 2.000 veces menos casos de muerte por cáncer.

La situación llega al extremo siguiente: el ISTAS estima que en 1999 debieron producirse alrededor de 1.979 muertes en España por enfermedades debidas a exposición laboral a sustancias tóxicas, incluyendo más de 1.100 cánceres y unas 700 enfermedades cardiovasculares. Las estadísticas oficiales, sin embargo, no registraron ni un solo caso.

¿Por qué se produce este subregistro? Alfonso Calera lo tiene bastante claro: "En salud pública es difícil encontrar lo que no se busca". Como muchas enfermedades no son de aparición inmediata, la identificación de su origen es difícil. Para conseguirlo "se requiere que los servicios de medicina del trabajo formen a los servicios de atención primaria", dice. En Navarra esto se ha conseguido, y como resultado, "el registro de enfermedades profesionales es unas cuatro veces superior a la media española", indica.

El problema es que la exposición a tóxicos en la empresa suele ser de baja intensidad, pero de larga duración, y los efectos aparecen a largo plazo. A menudo acaban surgiendo enfermedades crónicas y degenerativas que se manifiestan en edades tardías, cuando el trabajador está ya jubilado. Así sucede con la encefalopatía tóxica producida por los disolventes o con diversos cánceres producidos por agentes químicos. Estas enfermedades no se registran en ningún sistema de declaración específico y escapan de las estadísticas. España es el cuarto miembro de la Unión Europea que declara un menor número de enfermedades profesionales.

"Yo estaba de friegaplatos en un hotel y alguien había echado un líquido que yo no lo sabía; fui a echar lejía para las tazas (..) y entonces empezó una reacción química de ésas, y yo estaba ahí aspirando sin saberlo, hasta que me quedé sin respiración...". El testimonio de este trabajador demuestra que el riesgo de exposición no se limita a las industrias químicas y afines, como suele pensarse, sino que abraza todos los sectores debido al uso general de productos de limpieza, adhesivos, pinturas, pesticidas, barnices y muchos otros. Entre las actividades que han registrado mayor incremento en el uso de agentes químicos destacan la construcción, la limpieza profesional, los hospitales, la industria del tratamiento de residuos y la agricultura, a los que habría que añadir la industria del metal, los talleres mecánicos, las imprentas, tiendas de droguería, laboratorios, peluquerías y un largo etcétera.

Pero el mayor problema no son los agentes químicos, sino el desconocimiento de sus usuarios. Una investigación realizada en Madrid por CC OO en los años 2002 y 2003 en 222 empresas encontró sustancias cancerígenas o mutágenas en 98 de ellas. Prácticamente una de cada dos. Sin embargo, en la mayoría de los casos (67%) los delegados de prevención no conocían la existencia de productos dañinos en la empresa. Sólo se identificaron tras la investigación externa.

ISTAS asegura que la mayoría de empresarios y de trabajadores desconocen el riesgo químico de sus empresas. Sólo en el 35% de los centros de trabajo alguna persona ha asistido a algún curso o charla sobre seguridad e higiene. La mayoría de empresarios y trabajadores no entienden la información de las fichas de seguridad y las etiquetas de los productos. A pesar que la evaluación de riesgos es una actividad preventiva fundamental fijada por la ley 31/1995, la IV Encuesta Nacional de Condiciones del Trabajo reveló que tan sólo el 30% de los centros laborales la estaban desarrollando. Alfredo Calera asegura que "una proporción muy elevada de servicios de prevención no están identificando el riesgo químico". O sea, que muchos empresarios ni siquiera saben a qué tipo de sustancias se enfrentan los trabajadores.

Lo que acaba pasando es que "el propio mercado de trabajo produce una selección" de modo que, según el estudio, permanecen en estos puestos sólo los trabajadores que aguantan. Una conclusión brutal, coherente con la falta casi absoluta de datos fiables sobre el uso de compuestos por sectores de actividad.

Calero afirma que se debe actuar urgentemente: "Las administraciones deben mejorar la información de lo que llega al mercado, la información debe ser comprensible, y todo esto hay que traducirlo en políticas activas de prevención", dice. A su juicio, las comunidades autónomas "deberían enviar técnicos para comprobar sistemáticamente las sustancias químicas, igual que se hace en la higiene de los alimentos".

Salud

Sectores muy diversos

Los efectos sobre la salud de los productos químicos incluyen enfermedades respiratorias como el asma, la rinitis alérgica o el enfisema. En Francia se ha calculado que entre el 5% y el 10% de todos los casos de asma está relacionado con el trabajo. Los empleados que trabajan en entornos polvorientos (panaderos, agricultores, carpinteros, obreros de la construcción) tienen un riesgo elevado de asma debido a la presencia de pinturas, polvo de madera y harina, látex de goma natural y los vapores de pegamentos y resinas.

En muchas actividades laborales se utilizan sustancias con efectos neurotóxicos, como los metales, los disolventes o los plaguicidas. La exposición a disolventes orgánicos puede dar lugar a pérdida de memoria, fatiga aguda y trastornos nerviosos. Se sabe que determinados pesticidas utilizados en la agricultura incrementan entre un 15% y un 20% el riesgo de padecer el mal de Parkinson.

De las enfermedades laborales que dañan la piel, la más frecuente es el eccema y afecta al 10% de los trabajadores expuestos. Los trabajadores de peluquería y los de la construcción que utilizan cemento con Cromo VI son muy sensibles.

También están sometidos a alto riesgo los cocineros, limpiadores, enfermeros dentales, trabajadores de cadenas de montaje y mecánicos.

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