Tribunales de identidad
En plena campaña electoral tratemos de evitar, por respeto a la sociedad vasca, la burda manipulación ideológica, identitaria e informativa con la que, algunos, tratan a los ciudadanos vascos como si no supieran pensar.
La verdad es que no me deja de resultar curioso que la estrategia electoral de algunos partidos en Euskadi, esté orientada a las apelaciones constantes al corazón. Optan por caminar por "los bancos de arena del romanticismo" sin darse cuenta de que, en ese sendero, existen huellas de antiguas pisadas que provienen de oscuros episodios en la reciente y trágica historia de Europa. Es el sendero en el que la elevación del pensamiento político a categoría identitaria se convierte en un peligroso arma al servicio de la exclusión y la ruptura racial; se es o no se es de un sitio, se tiene o no se tiene una identidad determinada en función de la ideología por la que se opta o del partido al que se vota.
Estamos en un debate electoral de altísima intensidad sentimental y de una bajísima calidad democrática e intelectual
Le elevación del pensamiento político a categoría identitaria se convierte en una peligrosa arma
Lo curioso de este asunto, en el que cayó en su momento, el nacionalismo español y en el que vienen cayendo algunos dirigentes y comentaristas del nacionalismo vasco, es que los que lo utilizan, no se dan ni cuenta del extremo ridículo intelectual que demuestran.
El asunto de la identidad es lo suficientemente complejo como para pretender resolverlo desde la óptica de la ideología de cada individuo, pero más allá de eso, se desprende un cierto principio fascista en la conformación de esa especie de tribunal identitario con el que pretenden dar carta de identidad a unos y otros en función de lo que votan.
Según ellos se es vasco si se vota a algún partido nacionalista, si se siente la amenazante y "anti vasca" propuesta política del partido socialista entre otros y si se está dispuesto a defender con nuestra papeleta del 17 de abril, "las ideas que salvan y redimen a los pueblos".
Con este argumento, los que no votamos a partidos nacionalistas, los que tenemos otras prioridades políticas que las naciones o las banderas territoriales, los que estamos más preocupados por las personas que por las patrias, somos parte de la peligrosa amenaza a Euskadi. Una hipotética victoria del socialismo vasco (los españoles) supondría "la disolución de un pueblo", decía estos días uno de los más altos pensadores de la escena mediática vasca en la contraportada de un periódico. Y no deja de resultar más ridículo todavía que vengan a decirnos cómo se es o no se es vasco, cómo perdura o cómo se diluye un pueblo en la historia para pedirnos el voto a una determinada opción política, en base a esas manipulaciones tan insultantes de los sentimientos de pertenencia.
Con todo, se suele olvidar a menudo que el socialismo vasco está conformado políticamente en este País desde unos cuantos años antes que el Partido Nacionalista Vasco, que el movimiento obrero y la lucha por los derechos de los trabajadores está presente en Euskadi desde antes del surgimiento del nacionalismo como partido político y que, en cualquier caso, este tipo de capítulos históricos sobre la historia pasada y presente de las corrientes ideológicas influyen bastante poco en la definición de la identidad de los individuos actuales.
Y así, la gran perjudicada es la propia sociedad vasca, que queda condenada a una manipulación política pre moderna que la sitúa en un debate electoral de una altísima intensidad sentimental y de una bajísima calidad democrática e intelectual.
Los que se dedican a jugar a sueldo con estas cosas no se dan cuenta de los peligrosos senderos por los que transitan; la historia moderna y contemporánea de Europa es la historia de arrogantes tribunales identitarios que han llenado de sangre las páginas de la memoria, es la historia de una geometría de la identidad conformada por reglas excluyentes y tentativas privatizadoras.
No hay nadie que pueda juzgar el carácter íntimo de los sentimientos identitarios de nadie, no hay argumentos válidos que sirvan para definir la identidad en función de la opción política de cada uno, no hay razones objetivas para insultar a la sociedad vasca con este tipo de mediocres manipulaciones.
Se puede ser vasco votando al partido que cada uno quiera o no votando a nadie, se puede ser lo que cada uno sienta sin que nadie nos venga a decir qué tenemos que votar para ser o no ser, se puede solicitar que el complejo tema de la identidad no se manche con brochazos gordos y orientaciones electorales y se puede exigir que no se insulte y no se amenace a sueldo con disoluciones de pueblos en función de determinadas coyunturas electorales.
Vascos somos todos los que queramos sentirnos vascos, los que hemos nacido aquí y los que han venido de fuera y se sienten a gusto en esta bella tierra. Y "lo vasco" perdurará a pesar de todos los que, históricamente, han venido a decirnos lo que tenemos que ser recorriendo insultantes senderos premodernos, situados mucho más allá de las más feas líneas de historia por las que ha transitado Europa.
Eduardo Madina es secretario general de Juventudes Socialistas de Euskadi.
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