Estrógenos
Sabemos desde hace tiempo que el río Llobregat lleva estrógenos en sus aguas, y también que pueden ser esas aguas, y no los calzoncillos temerariamente ajustados, la causa de que en Cataluña circule un semen depauperado, el más pobre de España, según advierten las estadisticas. Los estrógenos del río Llobregat, más las carpas estrogénicas que ahí viven, merecerían un minuto de nuestra atención o, según el conteo espermático de cada cual, un minuto de silencio. Para empezar, el tema de la noticia goza de una atractiva fonética: estrógenos en el agua, una formación sonora a la altura de strangers in the night, aquel clásico de Frank Sinatra, cantante y hampón de calzoncillos temerariamente ajustados. Los dos complejos conceptuales, strangers y estrógenos, se prestan al swaping (el arte de intercambiar palabras con la misma ligereza con que otros intercambian a su pareja): estrógenos in the night y strangers en el agua, título perfecto este último para esos disruptores endocrinos que son los estrógenos. Pero veamos qué clase de bicho es el estrógeno: "Hormona elaborada por el ovario, que estimula el desarrollo y mantenimiento de los caracteres secundarios femeninos". Al buscar esta definición en el diccionario, me he encontrado con otras parejas que también podrían entrar en este swaping: "estroma", que es la estructura protoplásmica de algunas celulas, y que va perfectamente con estromas in the night, o "estrófico", que viene de estrofa y que en plural podría ser la pareja perfecta de estróficos en el agua. Dejemos de lado el swaping y trascendamos la atractiva fonética del tema de la noticia para concentrarnos en su también atractiva rareza, que puede centrarse en la evidencia de que ciertas especies de peces que viven en el río Llobregat, como las carpas, han sufrido mutaciones genéticas de orden sexual, mutaciones cruciales, por ejemplo, hay carpas machos que ponen huevos para que vaya otra carpa macho y los fecunde o, ya en el colmo de la autosuficiencia de la especie, machos que expulsan un manchón de hueva e inmediatamente después lo fecundan ellos mismos. Proeza nada menor si extrapolamos el acto a un hombre que se embarazara a sí mismo, con sus consecuentes rituales, como tomar pastillas para no dejarse embarazado, o ponerse un condón como medida psicoprofiláctica ante sí mismo, o no asistir a una cena importante que tenga lugar durante una noche de ovulación alta, por estar absorto en el intento de dejarse preñado. ¿Ven ustedes la importancia de la noticia de las carpas autosuficientes? Ahora, ¿cómo han llegado los estrógenos al río?, pues de una manera perturbadora: montados en cualquiera de los alquifenoles que se utilizan en la fabricación de plásticos, detergentes o espermicidas, y más que nada, galopando sobre las hormonas que tienen los anticonceptivos orales y los medicamentos para tratar la menopausia que se desechan por la orina de las mujeres que consumen estos productos. Es decir, una mujer que toma pastillas se sienta en el retrete a hacer un pis y este pis recorre las tuberías hasta que llega al río y lo insemina con sus estrógenos in the night, que son los causantes de la feminización de las carpas de Llobregat y éstas, cuando son pescadas y vendidas en el mercado, llegan hasta la sartén de un hombre que quizá usa calzoncillos holgados para proteger su cuenta espermática sin sospechar que, en esa carpa que se fríe con ajos, van los estrógenos que poco a poco, carpa tras carpa, le irán depauperando el semen. Aquí parece que hemos alcanzado una contradicción: la del hombre espermáticamente disminuido frente a la carpa autosuficiente que se preña sola; aunque en realidad los dos fenómenos no se contradicen, pues si algo es capaz de preñar un cardumen de espermatozoides débiles es, por raro que esto suene, al mismo organismo que lo ha emitido: tendrá menos camino que recorrer y hará un esfuerzo mínimo con la entereza y la confianza de quien fecunda en su propia casa. El planteamiento a grandes rasgos tiene mucha miga, no deja de ser desasosegante que esos estrógenos que feminizan al hombre salgan, en el punto culminante de su periplo útil, con la orina de las mujeres, y esto, al margen de que parece un claro mensaje de la naturaleza, podríamos empezar a plantearlo desde esta dualidad de ópera: croce e delizia: qué cruz, qué delicia.
Carpas con estrógenos en el Llobregat: ¿son ellas las causantes de la baja calidad del esperma de los varones catalanes?
Todo esto pasa en el río Llobregat, en sus aguas analizadas al detalle; más vale ni pensar en las aguas que no han sido analizadas y que, probablemente, han servido para regar un huerto de higos y tomates que deben de ser ahora bombas estrogénicas listas para diezmar el conteo de otro inocente que, por más que se ha pasado la vida comiendo sano (frutas y verduras que no hacen daño a nadie) y vistiendo prendas íntimas holgadas, se encuentra inexplicablemente sumido en la bancarrota espermática.
Lo cierto es que esta bancarrota, en el caso de un hombre que no esté interesado en la procreación ni en el autoembarazo que disfrutan las carpas, puede resultar altamente positiva y quizá para el que no quiera hijos, ya metidos en la imaginería científica, sea muy cómoda la amable vasectomía que le procurará un chapuzón en el río, en una buena tarde de sol, de estrógenos y estromas y strangers y estróficos.
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