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Reportaje:EL FIN DE UN PAPADO

Los 'milagros' de Wojtyla

El secretario particular del Papa, Stanislaw Dziwisz, se ha convertido en el principal promotor de la beatificación

El arzobispo Stanislaw Dziwisz, uno de los personajes más poderosos en el Vaticano durante los últimos años del pontificado de Karol Wojtyla, tutela la memoria del Papa difunto desde su residencia provisional, el Instituto Juan Pablo II, a las afueras de Roma. El forzoso alejamiento del Vaticano, una vez sellado el apartamento privado del pontífice, en espera del sucesor, no impide que don Estanislao -como se le conoce en Italia- mantenga un papel fundamental estos días como principal promotor de la beatificación de Juan Pablo II.

Mientras decenas de miles de peregrinos esperan en Roma el momento de visitar la tumba del Papa, en las grutas vaticanas, la aureola de santidad del difunto no deja de aumentar. A los testimonios más o menos precisos de curas milagrosas ocurridas gracias a su intervención, se unía ayer el material de primera mano que ofrecía Dziwisz al diario La Stampa de Turín. Según el arzobispo polaco, de 66 años, el número de casos milagrosos atribuidos a Karol Wojtyla es tan numeroso que se guardan en un informe especial en la Secretaría de Estado del Vaticano.

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Una de las curaciones más asombrosas, según Dziwisz, es la de un anónimo multimillonario estadounidense, para más detalle no católico, que pidió por mediación de un amigo asistir a una misa privada del Pontífice en su residencia de descanso de Castel Gandolfo. Sería el verano de 1998 cuando este hombre, aquejado de un tumor cerebral en fase terminal, logró estar presente en la eucaristía y recibir la forma de manos del Papa. Días después, el secretario tuvo noticia de que el enfermo se había curado completamente "en el curso de unas pocas horas".

Como ejecutor del testamento del Papa, Dziwisz se ha llevado consigo los objetos personales de Juan Pablo II. Pero el informe sobre las curaciones milagrosas se ha quedado en el Vaticano.

Estos días circulan nuevos casos en espera de su confirmación. El cardenal Francesco Marchisano, de 75 años, cardenal que participará en la elección del Papa, relató el sábado, en la homilía de la misa en sufragio por el Pontífice, su experiencia de curación inexplicable. Operado de las carótidas, un error de los cirujanos le dejó mudo. Juan Pablo II le visitó y acarició con resultados sorprendentes: Marchisano recuperó la voz. Se habla también de una señora ciega que volvió a ver tras un leve contacto con el Papa, y de un muchacho mexicano aquejado de un tumor, salvado por Wojtyla en 1990. El milagro ocurrió en el aeropuerto de Zacatecas, en una visita de Juan Pablo II a México. El joven, que tenía cuatro años y padecía una grave enfermedad, fue besado por el Papa, un gesto al que atribuye su total curación. Se trata de milagros oficiosos, que habrán de ser confirmados por expertos y aceptados por el próximo Papa.

Al sucesor le espera además la última palabra en lo que a la rapidez del proceso se refiere. La normativa para acceder a la beatificación -primer escalón en el camino a los altares- es compleja y rigurosa, y requiere que hayan pasado cinco años desde la muerte del aspirante para el inicio del proceso. Pero el pontífice puede acortar los tiempos. Así ocurrió con la madre Teresa de Calcuta, cuya beatificación se inició inmediatamente después de la muerte, en 1997, porque así lo decidió Wojtyla.

Un Papa es, por definición, un personaje mucho más contaminado con las impurezas del poder y por tanto de santidad más dudosa. Los intentos de elevar a los altares a Pío XII se han frenado por la oposición, entre otros, de Israel, y la beatificación de Pío IX, llevada a cabo por Wojtyla en 2000 -junto a la de Juan XXIII-, provocó una enorme polvareda por el fuerte antisemitismo de este Papa.

El arzobispo Stanislaw Dziwisz, durante la misa celebrada el pasado sábado en la basílica de San Pedro.
El arzobispo Stanislaw Dziwisz, durante la misa celebrada el pasado sábado en la basílica de San Pedro.REUTERS

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