"Quiero quedarme"
Es una de las frases más pronunciadas por los becarios en prácticas al finalizar el que ha sido su primer contacto laboral. Fue la sensación que experimentó Blanca Esteban, licenciada en Derecho por la Universitat de València, al acabar su practicum en el Juzgado de Instrucción número 1 de Valencia en la Ciudad de la Justicia. Repartió su estancia de cuatro meses en las dependencias de Penal, Social y Primera Instancia y cuando podía se quedaba 24 horas en el Juzgado de Guardia. "Yo no quería irme", dice quien el paso por la práctica le sirvió para cambiar su horizonte laboral: "Antes quería ser secretario judicial, estudiar una oposición y estar en la parte imparcial. Ahora sé que quiero ejercer, o sea, todo lo contrario". Y de esta vertiente ha aprendido algunas faltas en las que incurren sus colegas y por las que pierden juicios. "A veces presentan las pruebas fuera de plazo o con problemas de forma sin presentar un testigo, por ejemplo". Frente a su práctica "muy pedagógica" recuerda el caso de una compañera "a la que la abogada le hizo recoger el traje de comunión de su hija". Señala que un compañero también tuvo una experiencia censurable y recondujo su práctica puesto que las universidades tienen mecanismos, por lo que concluye que "si el estudiante consiente una práctica inadecuada es su responsabilidad". La Universitat de València es la única universidad española que contempla de forma obligatoria las prácticas externas para los alumnos de Derecho.
Ana Puertes tiene 27 años, tres carreras (Ingeniería Técnica Agrícola y las licenciaturas en Ciencias Ambientales y en Ciencia y Tecnología de Alimentos, por la Politécnica de Valencia) y hasta 1.260 horas en prácticas: en el Instituto Tecnológico Agroalimentario (AINIA), 150 horas; en el Centro de Estudios Ambientales, 150 horas, y en el Instituto Mediterráneo de Desarrollo Sostenible, 960 más. Está muy contenta con la realización de las mismas, pero piensa que no contratan a no ser que haya alguna vacante: "Uno sabe a lo que va, a sacar el trabajo de otro con menos dinero y de paso a aprender". En su universidad las prácticas son voluntarias aunque permiten la convalidación por créditos de libre elección. Para ella además del valor académico supusieron una fuente de aprendizaje e ingresos, puesto que cobraba algo más de 300 euros mensuales. Censura que "a la hora de buscar trabajo los empleadores no valoren las prácticas igual que un empleo por el que cotices". Por el momento, ninguna de las dos estudiantes trabaja en lugares relacionados con las prácticas aunque no descartan que a medio plazo los contactos efectuados surtan efecto.
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