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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Autocomplacencia

Josep Ramoneda

CONSERVADURISMO social, agitación política en la superestructura. Ésta es la interpretación de la situación vasca que transmiten las encuestas de opinión, a una semana de las elecciones. El electorado parece decidido a que las cosas sigan lo más igual posible, con los normales movimientos dentro de cada bloque. En el lado constitucionalista parece repetirse la historia: el partido que gobierna en Madrid sube. En las pasadas elecciones, el PP estaba por delante, ahora le toca al PSOE. En el lado nacionalista, las variaciones vendrán del vaciado del electorado de Batasuna por parte del PNV.

Hay conciencia de que ya son muchos años gobernando los mismos, pero hay miedo a dar el paso. La alternancia genera desconfianza: el sistema clientelar es muy fuerte, son muchos los que después de tantos años tienen intereses que defender. Y se teme que aumente la conflictividad política, porque nadie acaba de imaginarse cómo puede funcionar un Gobierno PP-PSOE, enfrentados como están en España; porque la cultura nacionalista encuentra natural el enfrentamiento entre nacionalistas y constitucionalistas si ellos están en el poder, pero no al revés, y porque nadie se imagina al PNV fuera del Gobierno. Tampoco el plan Ibarretxe provoca grandes entusiasmos, y el lehendakari tendrá que mesurar bien el equilibrio entre el bienestar conseguido gracias al denostado estatuto autonómico, que está en el origen de la fidelidad electoral a su partido, y una aventura que le puede servir para su opa sobre el electorado de Batasuna, pero que provoca muchos recelos a sus votantes menos patrioteros.

La foto sigue fija, pero las condiciones de esta votación -con la bolsa de electores de Batasuna amenazando a las encuestas- pueden provocar resultados con valores parecidos, pero consecuencias significativamente diferentes. No es lo mismo que el actual Gobierno, arrastrando una parte del electorado de Batasuna, consiga mayoría absoluta, o que se quede a un par de escaños de ella. Por unos detalles, la noche electoral puede cambiar totalmente. Las señales que ahora emite el PNV pueden estar teñidas por la circunstancia electoral, pero las apelaciones al referéndum y al conflicto son suficientemente insistentes como para pensar que, caso de obtener mayoría absoluta, después de las elecciones se intentará abrir un camino sin retorno, aunque se vista con la eterna canción de la voluntad negociadora. En cambio, si la mayoría del actual Gobierno fuera insuficiente se abrirían, sin duda, diversas expectativas, que permitirían incluso explorar alternativas incluyentes y no excluyentes, como las que predominan actualmente sobre la mesa.

Una mayoría absoluta política no es forzosamente una mayoría social. Y sería un error grave que el PNV -o quien fuera- interpretara que una pequeña variación, fruto a veces de los restos electorales, le legitima para emprender cambios fundamentales en el marco general de convivencia. El Estatuto de Gernika ofrecía un marco compartido por nacionalistas y constitucionalistas, cualquier Estatuto que le sustituya debe potenciar y mejorar la capacidad integradora. De lo contrario será un enorme retroceso. Porque el gran problema del País Vasco, que explica el inmovilismo aparente del electorado, es que realmente no aparece en el escenario ninguna fuerza política o ninguna coalición de fuerzas capaz de liderar la construcción de un demos complejo pero integrado. El Estatuto de Gernika había permitido, por primera vez en la historia, que Euskadi se convirtiera en un verdadero sujeto político. Pero el nacionalismo vasco lo ha dinamitado.

La gestión de Ibarretxe tiene un elemento muy negativo en su balance: ha fracturado el país. Hasta el punto de que podría darse que una parte del mismo se le fuera si siguiera en el empeño de imponer su plan. Hay cambios que no se pueden hacer sólo con la mitad más uno de los votos, y menos con la mitad más uno de los escaños.

Tampoco el PSOE es capaz de transmitir la credibilidad necesaria para poder aparecer como el líder fiable para una reforma sin exclusiones. Probablemente, esto explica que las encuestas no den el trasvase de voto nacionalista hacia sus filas que sería previsible a la vista de la deriva emprendida por Ibarretxe. Da la impresión de que en la parte central del electorado hay gente que estaría dispuesta a cambiar su voto en función del resultado, para asegurarse un equilibrio en el que el PNV no se pueda ir por caminos que amenazan la estabilidad y los partidos constitucionalistas se queden a las puertas de darle la vuelta a la situación.

La baja intensidad de la actividad de ETA en los últimos años ha contribuido a que la autocomplacencia crezca en Euskadi. Y las sociedades con alto bienestar material son reacias a los cambios cuando la vida cotidiana va bien.

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