El Ejército de Yemen mata a 70 rebeldes en el norte del país
Las tribus chiíes de Saada vuelven a enfrentarse al poder central
La revuelta de Al Hudi no ha muerto. A pesar de que el Gobierno de Yemen anunció su fin el pasado septiembre, fuentes hospitalarias filtraron ayer la cifra de 75 muertos en el último enfrentamiento (70 rebeldes y cinco militares) en la provincia de Saada, al noroeste del país. Diferencias políticas, tribales y religiosas se mezclan con el abandono histórico que perciben los habitantes de esa región.
"Cientos de manifestantes han atacado hoy las oficinas gubernamentales en Saada para protestar por los muertos, que en su mayoría son rebeldes", informaron a este diario fuentes periodísticas locales en Sanaa, la capital yemení. "Es un mensaje al Gobierno", interpretó Mohamed al Asadi, redactor jefe del semanario Yemen Observer.
El elevado número de víctimas se produjo en la noche del miércoles al jueves después de que dos unidades antiterroristas fueran lanzadas en paracaídas en la zona de los combates para reforzar a las tropas que desde el pasado 19 de marzo se enfrentan a los rebeldes. Al parecer, ese día los insurgentes atacaron un puesto de control policial y mataron a varios agentes. Su negativa a entregar a los responsables desató la respuesta gubernamental, que ya se habría cobrado 171 vidas en ambos lados, según fuentes periodísticas locales.
"Los funcionarios están ocultando deliberadamente la información relativa al número de víctimas", denunciaba ayer el Yemen Times. Este bisemanal citaba fuentes tribales que elevaban a dos centenares el número de civiles muertos o heridos. Las cifras resultan difíciles de verificar porque los informadores no tienen acceso a la zona de los combates y basan sus datos en contactos telefónicos. Aun así, el corresponsal de Al Yazira en Sanaa pudo establecer ayer que cinco de los 75 muertos en los combates del jueves eran militares, incluido un oficial.
La revuelta de Al Hudi
Las autoridades acusan de esta nueva ronda de enfrentamientos al padre del jeque Husein al Hudi, muerto durante la campaña de septiembre pasado. Sin embargo, los seguidores de Al Hudi aducen que el Gobierno no ha cumplido el acuerdo alcanzado entonces con su lugarteniente, Abdalá al Razami, para liberar a todos los detenidos a cambio de su rendición.
Al Hudi, un líder chií de la secta zaidí (mayoritaria entre los chiíes yemeníes), dirigía el grupo Juventud Creyente. Para el Gobierno se trataba de un grupo armado ilegal, que incitaba a la sedición, atacaba a las fuerzas de seguridad y a los edificios públicos y animaba a la gente a no pagar impuestos. Para muchos de los habitantes de ese reducto montañoso e incomunicado a sólo 240 kilómetros del noroeste de la capital yemení, era la única voz que reclamaba sus derechos.
Sus seguidores sostienen que fueron silenciados porque Al Hudi denunciaba la corrupción y las políticas proestadounidenses del Gobierno. Los partidos de la oposición manifestaron que las autoridades se habían excedido en el uso de la fuerza. Tres meses de violentos enfrentamientos dejaron entre 200 y 600 muertos, según las fuentes. "A la gente no se le cambia de forma de pensar a base de balas", aseguró entonces a este diario Abdulghani Abdulqader, del Partido Socialista.
En Yemen, los chiíes (que suponen el 30% de la población) nunca han tenido problemas de convivencia con los suníes. De hecho, la secta zaidí es la más próxima a la ortodoxia suní. En ambas comunidades, como de hecho en la mayoría de los países de Oriente Próximo, el conflicto israelo-palestino y la situación en Irak alientan fuertes sentimientos antinorteamericanos que sirven de terreno abonado para las prédicas de los extremistas.
Aunque Al Hudi y sus seguidores también puedan considerarse zelotes musulmanes, ni su ideología ni su revuelta tienen nada que ver con Al Qaeda. Sus raíces son absolutamente locales, según coinciden en señalar varios analistas consultados. No obstante, sus prédicas contra Israel y Estados Unidos suenan muy similares a la retórica de Osama Bin Laden.
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