De un tiempo y de "este país"
Sé que aquí hay una mano, creo que aquí hay una mano. Bien, no vamos a meternos en honduras wittgenstenianas, porque estamos en campaña. Partamos, sin embargo, de una serie aparentemente similar a la anterior para jugar un poco: sé que aquí hay un país, creo que aquí hay un país. Sé y creo no significan cosas distintas en esos dos enunciados que constituyen un juicio sobre la realidad. Quieren decir lo que quieren decir en el juego del lenguaje, y nada más. Ahora demos otro paso y partamos de la creencia: creo que aquí hay un país, creo en que aquí hay un país. El primer enunciado, con todos sus reparos formales sobre su certeza, nos remite a una realidad de la que se sabe enunciar su existencia; el segundo, no. Si creo en algo, deposito mi confianza en ello más allá de su existencia empírica, de la que no hay constancia evidente.
Es muy posible que "este país" al que se refiere el 'lehendakari' no tenga nada que ver con el país que él gobierna
Y ahora demos un salto electoral: el lehendakari Ibarretxe, ¿cree que aquí hay un país o cree en que aquí hay un país? En el pasado debate televisivo, acusó a sus oponentes del PP y del PSE de que no creían en este país. ¿Se necesita creer en algo palpable, o cuando nos habla el lehendakari de "este país" se refiere a un ensueño personal? ¿No supone un peligro confiar en alguien que convierte en acto de fe la percepción de algo que para los demás es una realidad perceptible en la que no necesitamos creer?
Podríamos preguntarnos en qué cree el lehendakari y pedirle que nos defina el significado de "este país" de su creencia. Es muy posible que "este país" no tenga nada que ver con el país que él gobierna, y en el que no hace falta creer, sino vivir en él, y trabajar en él, y tomar iniciativas en él. Pero el señor Ibarretxe se limita a creer, y así le va el plumero. Y se limita a creer en algo que es un sueño partidista, en el que pretende que también los demás creamos. Hecho de la materia de los sueños, no es difícil que se disuelva como un azucarillo. ¿Podemos llamarle a eso realidad? "Sólo pretenden diluir la realidad de Euskadi en la de España, como un azucarillo", clama el lehendakari. ¿A qué realidad que no se haya disuelto hasta ahora se refiere este señor? ¿En qué realidad, que no sea un corralito, pretende estar viviendo, un corralito de Procusto que irá diluyéndose en su propia pureza? Se atreve a decir que a nadie se le pregunta de qué partido es para atenderle en la Seguridad Social. ¿Tampoco lo harán en "este país" en el que él cree a ciegas aunque otros no creamos en él? No, porque no hará falta. En "este país" de los creyentes no habrá nadie dispuesto a diluirlo. Tampoco hará falta que los haya, se diluirá solo.
La cordura y la experiencia histórica están pidiendo un baño de realismo en la política europea. Sabemos a dónde nos llevan ciertos sueños y cuáles son sus consecuencias. En nuestro continente, aún son muy recientes los horrores derivados de esos sueños, aún siguen vivos en algunos enclaves orientales, y Europa se está construyendo para evitarlos. Bien, pues algunos parece que todavía no se han enterado y que siguen gobernando desde el sueño. ¿A dónde, que no sea al desastre, se puede ir hoy con esa cantinela del "tenemos derecho a decidir" que ignora, como los caprichos, cualquier responsabilidad y obvia el marco legal que nos hemos dado conjuntamente con aquellos con quienes convivimos? ¿Sirve hoy ese enunciado democrático para realizar una política democrática, o se convierte, cuando se ignora la realidad, en una invocación a la autarquía y el autoritarismo?
Basta con ver los resultados, hoy, en este país sin comillas, de esta política del ensueño, para que nos tengamos que acoger a la peor de las conjeturas. Aquí no se diluye, aquí se mata, aquí se acosa al oponente, al que después se le acusa de diluir cualquier sueño de la razón. Y parece ser que no hay ojos para ver, sólo creencias con las que comulgar, como las de esa lista etno-comunista, último avatar de ese baile de disfraces que tanto parece divertir a este país satisfecho.
"Las expresiones más fuertes para la falta de democracia y la falta de derechos vienen de Madrid y París", afirman. ¿Podrían venir de otro sitio una vez que nos hemos aprendido el sonsonete consolador y por más que a nuestro alrededor arda Troya? Lo dicen a los pocos días de que ETA vuelva a amenazar a los cargos públicos no nacionalistas. Estos de la lista sí deben de creer en "este país". Podría pedir que Santa Lucía les devolviera la vista, pero no les hace falta. Sueñan.
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