Cólera real en la Casa de los Niños
Mohamed VI se muestra indignado al descubrir la ruina de un orfanato
Las visitas de Mohamed VI, el rey de Marruecos, suelen ser anunciadas con semanas de antelación y sus anfitriones tienen así tiempo de sobra de repasar la pintura del edificio y preparar la alfombra roja que pisará el monarca. La que llevó, en cambio, a cabo el pasado fin de semana a la Casa de los Niños, un orfanato de Ain Chock, en Casablanca, que acoge a 700 pequeños y adolescentes, fue anunciada el mismo día, con horas de antelación. Y no dio tiempo a hacer retoques.
El soberano se llevó una desagradable sorpresa. "Para su majestad fue un choque ver ese cúmulo de suciedad, los baños atascados, la ropa de cama hecha jirones y la ruina del edificio", aseguró a este periódico Abderrahim el Haruchi, ministro del Desarrollo social, quien acompañó a Mohamed VI durante el recorrido.
Para llegar hasta los dormitorios, el soberano tuvo que transitar por pasillos repletos de basura
El periodista Bidaoui, del diario Al Bayane, que logró entrar en el orfanato horas después del monarca, hizo una descripción aún más terrorífica: "No hay agua potable, los lavabos carecen de grifos, ventanas sin cristales, baños sin puertas, comedores sin sillas, cocinas sin cacharros y capas de porquería".
Como las camas escasean "se duerme en cualquier lado como se puede, en las escaleras y los pasillos", prosigue Bidaoui. "No hay suficiente comida para apaciguar el hambre y cuando la traen, lo que sucede recuerda al peor presidio".
Para llegar a los dormitorios el monarca tuvo que transitar por "pasillos salpicados de montículos de basura de la que emanaba un olor nauseabundo digno de un vertedero público", relata la agencia de MAP. La enfermería, que el rey buscó, no existe.
El director de la Casa de los Niños y su equipo adoptó un perfil bajo durante la visita y, recuerda Haruchi, cuando el séquito real hizo preguntas echaba las culpas al presidente de la Asociación Musulmana Benéfica, fundada hace 97 años, la más antigua de Marruecos, que regenta el establecimiento.
Las imágenes que difundió la televisión de unos niños ojerosos y en harapos rodeados de muebles hechos trizas han conmocionado a Marruecos, con más motivo al saber que el orfanato dispone, al menos en teoría, de recursos.
Los mataderos de Casablanca, por ejemplo, pagan un impuesto por animal sacrificado que revierte a instituciones caritativas como la Casa de los Niños. ¿Qué se hacía con esa subvención? De la pregunta surgen sospechas de corrupción.
Ante lo que descubrió, Mohamed VI entró en cólera, según la prensa. Constató que la gestión del orfanato es "evidentemente deficiente" y que sus huéspedes padecen "malas condiciones de higiene". Y ordenó abrir una investigación.
A principios de semana la policía judicial inició el interrogatorio de los responsables del establecimiento, al tiempo que un tribunal nombraba a un nuevo gerente provisional.
Por muy improvisada que haya sido, la visita real a la Casa de los Niños no parece una casualidad. El ministro Haruchi reconoce que tenía información sobre lo que allí sucedía, pero que la legislación le impedía intervenir en la gestión de una afamada asociación benéfica. "Por eso, la visita real ha sido más que saludable", insiste. Un rey que ejerce todo el poder vence cualquier resistencia.
Con su denuncia, el monarca ha querido "señalar con el dedo el mercantilismo y el aprovechamiento que hacen de la miseria gentes a las que, en el fondo, no inspira ningún móvil humanitario", escribe el diario Libération resumiendo una opinión generalizada. La visita se inscribe "en la lucha contra la corrupción", añade el islamista At Tajdid.
"No todos los centros sociales del país, 435, están en la misma situación", se apresura en precisar Haruchi. Los españoles que han obtenido la tutela de bebés recogidos por los orfanatos de la Liga marroquí de Protección de la Infancia en Marraquech y Rabat se han quedado asombrados por la pulcritud de los locales. Pero los que no tienen la suerte de ser, de hecho, adoptados son trasladados, al cumplir cuatro años, a establecimientos que dejan que desear.
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