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Reportaje:EL FIN DE UN PAPADO | Preparativos del cónclave

Seis purpurados con voto

La Iglesia española envía al cónclave de Roma una representación muy inferior a su influencia en el orbe católico

Con el paso cambiado. La muerte de Juan Pablo II ha sorprendido a la Iglesia española en un complicado proceso de renovación sin concluir, lo que la sitúa en el próximo cónclave de cardenales muy por debajo de las previsiones o de su real influencia numérica en el orbe católico. Sólo dos cardenales en activo (Antonio María Rouco, prelado en Madrid, de 68 años; y Carlos Amigo, de la archidiócesis de Sevilla, 70 años) acudirán a Roma a la elección del sustituto del polaco Karol Wojtyla. El resto, hasta seis electores -menores de 80 años-, o están ya jubilados (cardenal Francisco Álvarez Martínez, emérito de Toledo, de 79 años, y cardenal Ricard Maria Carles, emérito de Barcelona, 78), o pertenecen a la curia romana, sin apenas relación con la Iglesia española, como el poderoso camarlengo Eduardo Martínez Somalo, riojano de 77 años, y el presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, el cardenal cordobés Julián Herranz, de 75.

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Son seis electores españoles en total, el mismo número de cardenales de este país que acudieron, por ejemplo, al cónclave que en 1963 eligió papa a Pablo VI en sustitución del mítico Juan XXIII. Es decir, Pla y Deniel, primado de Toledo; Quiroga Palacios, cardenal de Santiago de Compostela; Arriba y Castro, de Tarragona; Bueno Monreal, de Sevilla; el claretiano navarro Arcadio Larraona, y el benedictino catalán Joaquín Anselmo Albareda, ambos como altos cargos en el Gobierno de la Santa Sede.

En 1978, año de la muerte de Pablo VI, ejercían su cargo en España cuatro purpurados, que acudieron a los cónclaves que se sucedieron ese año para elegir pontífice a Juan Pablo I y, tras la extraña muerte de éste un mes después, al ahora fallecido Juan Pablo II. Fueron los cardenales Tarancón, de Madrid; Narcís Jubany, de Barcelona; Bueno Monreal, de Sevilla, y Marcelo González, de Toledo.

¿Por qué los cuatro cardenales activos en España hace 20 años se han reducido a dos en la actualidad, pese a haber ahora un 30% más de purpurados? ¿Acaso las numerosas diócesis acreedoras en el pasado de esa distinción eclesiástica -Tarragona, Santiago, Valencia, Barcelona, incluso Burgos, Granada, Pamplona y León- han perdido fuerza desde entonces? Las respuestas hay que buscarlas en la universalización de la Iglesia, con el nombramiento de cardenales por primera vez en medio centenar de países, y en la casualidad. Si el Papa polaco hubiera vivido algunos meses más, al menos el actual arzobispo de la sede primada de Toledo, Antonio Cañizares, y el prelado de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, habrían recibido el capelo cardenalicio. Toledo siempre tuvo cardenal desde que el imponente arzobispo Bartolomé Carranza fue llevado preso a Roma por la Inquisición, a finales del siglo XVI; igual que Barcelona o Tarragona, sobre todo en el siglo pasado, donde destacaron Vidal i Barraquer o Narcís Jubany.

Desde que hay estadísticas sobre la cuestión, allá por el año 1200, España ha tenido 202 cardenales, con la diócesis de Toledo a la cabeza (32 purpurados), seguida por Sevilla, con 24. A continuación van Burgos y Valencia con siete y seis, respectivamente. También han tenido cardenal en algún momento de su historia las diócesis de Málaga (cinco, entre ellos el famoso Ángel Herrera Oria); Lérida, cuatro; Madrid, Jaén, Sigüenza, Tarragona y Zaragoza, con tres purpurados; Cartagena, Coria, Girona, Osma, Pamplona, Tarazona y Valladolid, dos; y Ávila, Córdoba, Granada, León, Ourense, Palencia, Plasencia, Salamanca, Segorbe, Tortosa, Urgell, Vic y Zamora, con uno.

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Sólo cuatro papas españoles

La muy católica España sólo ha tenido cuatro papas en la historia: san Dámaso I, Benedicto XIII, Calixto III y Alejandro VI, estos dos de la dinastía de los Borgia, y no parece que esté en condiciones de mejorar esa ridícula cifra en la presente ocasión, ni con los seis cardenales con derecho a voto, ni con los dos que superan los 80 años de edad y, por tanto, no pueden votar, pero sí ser elegidos: Ángel Suquía, de 88 años, y Antonio María Javierre, de 84.

En el último siglo sólo en una ocasión un cardenal español estuvo a punto de acceder a la silla del apóstol Pedro: fue en 1922, fecha del cónclave que elevó al pontificado a Pío XI. En aquel momento, Rafael Merry del Val, cardenal a los 38 años por decisión de san Pío X y más tarde secretario de Estado vaticano y presidente del poderoso Santo Oficio, entró en aquel cónclave como papable indiscutible, pero ya se sabe lo que suele decirse en Roma al respecto: que quien entra en un cónclave papable sale cardenal. Le había ocurrido poco antes al indiscutible Mariano Rampolla del Tíndaro: elegido por los cardenales para el cargo, tuvo que renunciar porque el emperador Francisco José de Austria hizo llegar al cónclave reunido su decisión irrevocable de vetarlo, se dijo que por masón. El elegido entonces, san Pío X, suprimió inmediatamente la prerrogativa del veto que conservaban algunos mandatarios europeos, pero años más tarde, a su muerte, el cardenal Merry del Val no pudo superar nuevas injerencias del poder civil contra su persona, viéndose apeado de sus merecidas aspiraciones.

Ni Rouco ni Amigo, y mucho menos el anciano y enfermo Martínez Somalo, o el discípulo de san Josemaría Escrivá de Balaguer, el andaluz Julián Herranz, crecido eclesiásticamente en Roma a la sombra del poderoso Opus Dei, parecen contar con posibilidades ahora, salvo los imprevistos que caben en todo cónclave. Respecto a los cardenales eméritos, Francisco Álvarez Martínez, jubilado en la sede primada de Toledo, o Ricard María Carles Gordo, polémico prelado de Barcelona incluso después de su retiro, acuden al cónclave con derecho a voto, pero están fuera ya de cualquier posibilidad de resultar elegidos.

El resto de los purpurados españoles, dos en activo en España y dos trabajando desde hace años en el Gobierno de la Santa Sede, la poderosa y antipática (para los obispos) curia romana, sin duda tendrán influencia en las votaciones, maquinando votos para sus candidatos preferidos, pero se saben ajenos en la disputa por un cargo tan imponente. Éstos son algunos rasgos de su personalidad.

- CARLOS AMIGO. Carlos Amigo Vallejo, cardenal de Sevilla, fue nombrado en 1973 prelado de Argel por Pablo VI cuando apenas había cumplido los 37 años, el más joven arzobispo entonces de la Iglesia católica. Nacido en Medina de Rioseco (Valladolid) el 23 de agosto de 1934, inició Medicina en la universidad de su provincia, pero pronto ingresó en la Orden de Hermanos Menores (franciscanos). Estudió Filosofía en Roma y en 1970 es nombrado provincial de la Provincia Franciscana de Santiago. Es arzobispo de Sevilla desde 1982. El día 21 de octubre de 2003 Juan Pablo II lo creó cardenal. Brillante escritor y considerado un moderado, además de bien conocido en Roma, donde estudió durante años, Amigo ha sido nombrado hijo adoptivo de Andalucía por el Gobierno socialista de Chaves.

- ANTONIO MARÍA ROUCO. Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española desde 1999 hasta el mes pasado, nació el 20 de agosto de 1936 en Villalba (Lugo). Estudió en el seminario de Mondoñedo y se licenció en Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. En 1959 se trasladó a Múnich (Alemania) para profundizar en sus estudios de Derecho y Teología. De nuevo en España, en 1971 obtuvo la cátedra de Derecho Canónico Fundamental en la Pontificia de Salamanca, de la que un año más tarde es nombrado vicerrector. Pablo VI le nombró en 1976 obispo auxiliar de Santiago de Compostela, archidiócesis de la que fue arzobispo a partir de 1984. Diez años más tarde, Juan Pablo II lo hizo arzobispo de Madrid sustituyendo al cardenal Ángel Suquía. Es cardenal desde 1998, uno de los preferidos por el Papa fallecido, que lo nombró relator de alguno de sus sínodos.

- JULIÁN HERRANZ. Julián Herranz Casado, miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, del Opus Dei, nació en Baena (Córdoba) el 31 de marzo de 1930. Sacerdote desde 1955, es licenciado en Estudios Eclesiásticos por el Colegio Romano Santa Cruz, doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Roma, doctor en Medicina por las Universidades de Barcelona y Navarra, juez supremo del Tribunal de la Signatura Apostólica desde 1992 y presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos desde 1994. Asimismo, es presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana desde 1999 y perteneció a la Comisión para la Disciplina del Clero en el Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965. Es cardenal desde hace dos años.

- MARTÍNEZ SOMALO. Eduardo Martínez Somalo es el camarlengo del colegio cardenalicio, es decir, la más alta autoridad vaticana durante la sede vacante. Nació en 1927 en Baños de Río Tobía (La Rioja), estudió en el seminario de Logroño y en la Universidad Pontificia Gregoriana, en la Academia Pontificia Eclesiástica y en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Entró al servicio de la Secretaría de Estado en 1956 y estuvo destinado en Colombia como nuncio en 1975. Es cardenal desde 1988.

De izquierda a derecha, Carlos Amigo, cardenal de Sevilla; Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, y Julián Herranz, miembro de la curia romana.
De izquierda a derecha, Carlos Amigo, cardenal de Sevilla; Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, y Julián Herranz, miembro de la curia romana.
De izquierda a derecha, Eduardo Martínez Somalo, camarlengo del colegio cardenalicio; Ricard María Carles, emérito de Barcelona, y Francisco Álvarez Martínez, jubilado en la sede primada de Toledo.
De izquierda a derecha, Eduardo Martínez Somalo, camarlengo del colegio cardenalicio; Ricard María Carles, emérito de Barcelona, y Francisco Álvarez Martínez, jubilado en la sede primada de Toledo.

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