Nostalgia de Bréznev
Un serial de la televisión rusa recuerda al antiguo líder de la URSS como un anciano simpático y entrañable
Los rusos sienten nostalgia de Leonid Bréznev y de su época, que unos califican de "estabilidad" y otros de "estancamiento". El máximo dirigente de la Unión Soviética desde 1964 hasta su muerte, en noviembre de 1982, goza de gran popularidad en las listas de los políticos favoritos y hace poco figuraba en segundo lugar después de Vladímir Putin. La televisión estatal le ha dedicado esta semana un serial al líder que tantos chistes inspiró en el pasado.
Dirigida por Serguéi Snezhkin y con un guión de Víctor Chernyj, Bréznev, tal como se llama la serie de cuatro episodios, se centra en los últimos años de vida del dirigente, ya gravemente enfermo, y en su deseo de jubilarse. Este deseo, que Bréznev expresa por escrito a sus colegas del Politburó, es la principal intriga política de la serie, ya que los otros dirigentes soviéticos, también ancianos, se niegan a aceptarlo, porque ni habían llegado a un consenso sobre el sucesor ni querían abandonar las cómodas rutinas en las que se habían instalado. El protagonista es interpretado por dos actores, Serguéi Shakúrov, que representa al anciano Bréznev, y Artur Vaja, que representa al joven Bréznev.
Los cuidados médicos que rodeaban al dirigente y a sus colegas constituyen el hilo conductor de la serie y dan también el tono de decadencia de los últimos años de la URSS, antes de que empezara la perestroika de Mijaíl Gorbachov. Entre inyección e inyección, Bréznev se aficiona y flirtea con una joven enfermera. Gracias a las dosis de somníferos superiores a las recetadas por los médicos, Bréznev se queda dormido en cualquier parte y en esas siestas recuerda los principales episodios de su vida. El Bréznev ofrecido esta semana por la televisión es un personaje simpático. El líder soviético le pide a su barbero que le cuente los chistes que circulan sobre él.
Al final de la serie, los camaradas del Politburó, caracterizados como muertos vivientes, se presentan en la dacha de Bréznev para comunicarle la sentencia: el país y el partido le necesitan. Bréznev acepta el sacrificio, les invita a comer y les obliga a cantar a coro canciones populares, de las que ninguno de aquellos seres acartonados sabe la letra.
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