El internacionalismo lingüístico
Ocurre que el señor Branchadell, en su interesante artículo Las flaquezas del internacionalismo lingüístico (EL PAÍS, 29-3-2005), pone en mi cabeza cosas que no pienso. Yo no predico el internacionalismo lingüístico como si de una religión se tratase, ni quiero captar adeptos, ni me parece una peste la diversidad lingüística (no me cuesta nada entender que el mundo es como es y que en él se hablan unas cinco mil lenguas). Lo que yo hago en mi libro El porvenir del español -y desde las páginas de este periódico de vez en cuando- es reflexionar sobre un fenómeno claro en el mundo de hoy: el creciente peso internacional que tienen algunas lenguas, el español entre ellas. Nada más.
Trato de explicar por qué se produce este fenómeno de internacionalización en el mundo de las comunicaciones (un fenómeno que es de índole esencialmente económica, y esto desde hace varios siglos), y creo que el proceso de internacionalización lingüística no es que sea positivo o negativo, sino que es inevitable. Lo es no por la "naturaleza" de las cosas, sino por la actividad humana, así como por el pasmoso desarrollo de los medios de comunicación y trasporte; es una realidad material, social, no natural.
Lamento que algunas reflexiones respecto a la situación del español (o del inglés o del francés) puedan incomodar a autores como Albert Branchadell, porque quizá ven en ellas una desconsideración, por contraste, hacia el catalán o hacia otras lenguas que no tienen dimensión internacional, pero no hay tal cosa; fundamentalmente, yo trato en mi libro del español (aunquecomparo su situación con la de otras muchas lenguas) de la comunidad hispanohablante, de su posición en el mundo, de su fuerza y, por supuesto, también de sus debilidades.
Es lógico que cuando se trata sobre una lengua que se habla en más de veinte países y en unas ochenta organizaciones internacionales, el internacionalismo lingüístico aflore.
¿Que el internacionalismo es una doctrina con algunas flaquezas? Me imagino que sí. Como las que tienen otras muchas doctrinas -salvo aquellas que el señor Branchadell defiende, claro está-. Pero yo creo modestamente que es un modo de ver las cosas que con el tiempo se impondrá cada vez en más ámbitos. Haga lo que haga España.
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