Un fin de raza
Álvaro Uribe (Ciudad de México, 1953), con nombre y apellido de presidente colombiano, que ha sido agregado cultural y es autor de varios libros, ninguno conocido en España, creo, ha obtenido en México el I Premio de Narrativa Antonin Artaud 2004 con esta novela. El taller del tiempo es una excelente tarjeta de visita para presentarnos a Uribe, que utiliza un español amexicanado bastante entendible, muy alejado, por cierto, de la muy cerrada habla coloquial predominante en las -por lo demás excelentes- películas y novelas que nos llegan de su país (según Bernard Shaw lo que separaba a Estados Unidos del Reino Unido era el idioma y Dámaso Alonso recordaba que en América bolígrafo se dice de veintitantas maneras). Quiero decir que Uribe escribe un español bastante "estandarizado" pero con mucha fuerza expresiva, que le viene muy bien a su novela, que es la historia de un fin de raza, de tres generaciones de Migueles (Miguel por el nombre de pila), que forman, con sus secretos, rencores y desaires, un colorista mosaico, en el que cada capítulo -que casi tienen la autonomía de un relato- complementa, explica o matiza el anterior y, de esta manera, Uribe nos da un calidoscopio, en el que, según se mueva, se ve una imagen o su contraria, se clarea una historia, se enturbia o se matiza. Uribe ha tanteado, en cada capítulo, un procedimiento narrativo distinto, modifica la voz del protagonista en cada uno de ellos, recurre al monólogo -al quejido, ahogado en alcohol, de una mujer permanentemente engañada-, a la difícil y brillante segunda persona, al cambio de ángulo de cámara: tienen una fuerza increíble los dos capítulos seguidos de la historia del adolescente, Miguel Tercero, y su acuario, un relato, éste, un capítulo, digo, que tiene en la trama ecos de la mejor narrativa corta norteamericana, de Salinger, incluso, y mucho, además, de Los cachorros, de Vargas Llosa, en el modo de moverse en el campo de minas de la adolescencia, de él y de su amigo Sergio, silente en el "relato" de la fiesta de cumpleaños y del acuario y voz, matizante y enriquecedora, en el siguiente. Me ha gustado mucho, por otra parte, el uso, siempre difícil, de la segunda persona para la escena trágica de ese fin de raza, brusco y doloroso, pues le permite contar, desde fuera, lo que está ocurriendo, y recordarle, metiéndose en su dolor, en su alma, su falta al causante del trágico final. A mi entender, sin embargo, el último capítulo, más simbólico, en el que se juega con el azar y el destino, con la imposibilidad siempre anhelada de si no parar el tiempo, sí, al menos, intentar -en una segunda oportunidad- modificar nuestra conducta, rectificar nuestro error, esa historia, digo, a mí me resulta forzada y un tanto decepcionante. Es una vuelta de tuerca que no me convence del todo, pero el autor es él.
EL TALLER DEL TIEMPO
Álvaro Uribe
Tusquets. Barcelona, 2004
188 páginas. 14 euros
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