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Columna
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En el paraíso de las pinturas rupestres

Una valenciana forma parte del equipo que dirige el parque arqueológico de la Sierra de Capivara, en Brasil

El Parque Nacional Sierra de Capivara, Patrimonio de la Humanidad, es una joya para quienes se interesen por las pinturas rupestres, de las que posee la mayor concentración del globo. Ocupando 130.000 hectáreas al noreste de Brasil, en el estado de Piauí, presenta de momento 760 sitios arqueológicos, 580 de ellos con abundantes pinturas perfectamente visibles. 130 de los abrigos están preparados para ser visitados, y en algunos hay hasta 1.000 figuras. Sólo durante los diez primeros años de trabajo, las investigadoras ya habían contabilizado 35.000 pinturas de entre 12.000 y 6.000 años de antigüedad, que tapizan paredes lisas, rugosas o porosas, nichos o cantos rodados. También hay grabados, con representaciones de caza, danzas del árbol, luchas, ejecuciones, y abundantes escenas sexuales.

La sierra emergió del mar hace 225 millones de años y fue región habitada desde hace al menos 50.000. Santuario cultural en épocas prehistóricas, sus habitantes vivían en llanos próximos a ríos y fuentes, y los abrigos sólo servían como refugios temporales, lugares de rito. La feroz colonización europea vendría a masacrar a los varones de grupos étnicos cuyo único rastro es el ADN trasmitido por las mujeres violadas. Donadas las tierras a los jesuitas, luego expulsados, fueron objeto de litigio con el Vaticano hasta convertirse en propiedad de la República, pero han sido en parte okupadas para cultivar la soja. Después, la depredación de la flora y la fauna llegó a ser preocupante. A partir de 1970, la arqueóloga Niede Guidon (hoy directora del parque) investiga y descubre restos y abrigos de impresionante belleza y máximo interés científico. Exiliada en Francia durante la dictadura en Brasil, consigue que Mitterrand financie una misión francesa, así que en 1980 regresa al parque para hacer más sistemáticos los trabajos. En ellos involucra a la actual directora científica, Anne-Marie Pessis, y a la valenciana afincada en Recife desde 1969, Gabriela Martín (directora financiera). Una troika de veteranas pero incansables profesoras de la Universidad Federal de Pernambuco, promotoras de un campus universitario en la región, aún en proyecto.

Las tres mujeres, y su equipo colaborador, entienden que la protección del parque pasa también por el rearme económico y social de esta comarca del Brasil profundo donde viven casi 60.000 personas todavía en un régimen caciquil. "Hay feroces resistencias", relata Pessis, "y se han cometido dos asesinatos contra trabajadores del área de conservación. Pero el pueblo debería entender que no se vive sólo de comer soja y que si actuamos con la cabeza el parque puede ser la salvación de la economía de la zona y el promotor de su modernización, sin poner en peligro el patrimonio, atrayendo un turismo pensado de manera racional, como ya estamos haciendo". A San Raimundo Nonato ha llegado también dinero de Italia, destinado a equipamientos sociales: escuela, centro médico, y una incipiente industria artesanal y turística. En 1986 nació la Fundación del Hombre Americano, tan involucrada con la sociedad civil y el desarrollo de la zona.

Según las arqueólogas, Brasil crea parques pero luego es indiferente a su mantenimiento. Actualmente se enfrentan los ministerios de Reforma Agraria (promotor de los asentamientos en sus alrededores) y de Cultura y Turismo, más partidario de llevar a los nuevos pobladores a 100 kilómetros, donde sobra el terreno. Pero la carretera de 300 kilómetros hasta el aeropuerto más próximo, en Petrolina, aún deja mucho que desear, y el que se está construyendo va muy despacio. Mejorar las comunicaciones es requisito imprescindible para que se levanten algunos hoteles, ya en proyecto. Ello permitirá intensificar los contactos profesionales internacionales, incluyendo los que ya existen por ejemplo con los responsables del arte rupestre levantino, que se maravillan en Capivara.

Estos planes de desarrollo no tienen por qué atentar contra la conservación de las pinturas: todo lo contrario, es la propia naturaleza y sus elementos quienes acabarán por destruirlas. Antes de que ésto ocurra, Pessis, Guidon y Martín sueñan con conseguir los fondos suficientes para usar las modernas técnicas de topografía de paredes. Saben que es la única solución para que futuras generaciones puedan seguir apreciando los tesoros culturales de la sierra de Capivara.

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