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Reportaje:

Darse muerte

El Aliste es una tierra remota, uno de esos fines del mundo que tiene España. El Aliste es una comarca de lobos ibéricos y de gentes bondadosas y muy pacíficas. Yo alguna vez estuve por allí, atraído por su inexistencia. En el Aliste no dicen ni siquiera que el Aliste existe. Como si ya no existiera. Como si diera lo mismo. Y, sin embargo, no lo da. Porque allí viven gentes que gozan de la vida y del tiempo. Que tienen mucho tiempo, en realidad todo. El Aliste es un rincón del noroeste de Zamora: unas aldeas y unos bosques. El Aliste está escondido, junto a Portugal, y el Portugal vecino del Aliste también es muy remoto, remotísimo; tierras duras y altas que, a lo lejos, rige Bragança, la ciudad más pobre de Iberia, y acaso también la mejor construida por el olvido. Aunque últimamente crece mucho, y está llena de franquicias y de emisoras de radio.

En el Aliste han querido suicidarse tres jóvenes cultos y leídos. Dos muchachos veinteañeros de Madrid, de Gijón el otro. En la flor de la vida, acordaron pasarse al otro lado. No a Portugal, en este caso, sino a la muerte. Y no supieron de lugar más arcano que el Aliste, la comarca de árboles y ancianos, de vacío y de unos campos que ya nadie cultiva. Este hecho serio y solemne tendría lugar en Lober, una aldea de aquella tierra. El resto ya lo saben ustedes: que la policía se enteró del plan y lo desbarató. ¿Hizo bien la policía? Probablemente hizo bien porque uno de los conjurados ya ha dicho que se arrepiente. Pero acaso no lo hizo tan bien porque los otros dos no se arrepienten y porque quitarse la vida también puede ser un derecho, por mucho que algunas religiones lo conviertan en pecado. Es más, yo creo que el suicidio tiene mucho futuro. No sólo entre los jóvenes universitarios desengañados del mundo y de la política, de la carne y de la ley. También, y sobre todo, entre las gentes mayores. Cada vez habrá más ancianos para quienes el suicidio será un libre y respetable camino para huir a tiempo de humillantes y anunciadas decadencias. Y para eludir la cruzada confesional contra la eutanasia.

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