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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El viejo y nuevo diván freudiano

En 1904 Freud publica Psicopatología de la vida cotidiana, el segundo de sus dos más grandes libros (junto a Interpretación de los sueños, 1900); o, si se quiere, de tres (junto también con El chiste y su relación con el inconsciente, 1905). Y en 1902 habían comenzado las reuniones de la Sociedad Psicológica de los miércoles en la Berggasse, 19. Es decir, hace un siglo Freud ya era el Freud esencial, y el psicoanálisis también. Cien años después uno y otro siguen suscitando un interés enorme. Parece que el litio no destruyó el psicoanálisis, como pretendía Tom Wolfe. Parece más bien, como dice Harold Bloom, que "las concepciones de Freud han comenzado a mezclarse con nuestra cultura y ahora forman verdaderamente la única mitología occidental que tienen en común los intelectuales contemporáneos". Algo así es lo que demuestran los libros de Bodei y de Mitchell/Black. El de Bouveresse y el de Malcolm recogen dos críticas famosas a Freud: la de un grande comparable a él, Ludwig Wittgenstein, y la de alguien, Jeffrey Masson, a quien no creo que haya que hacer de menos ni siquiera con el comedido tono de suficiencia con que a veces parece intentarlo Janet Malcolm.

El libro de Remo Bodei, en conversación con Cecilia Albarella, una conocida psicoanalista italiana, trata de las relaciones del psicoanálisis con la sociedad, la filosofía y la ciencia. Recuerda cómo Freud dijo una vez que la razón no es más que una lucecita, añadiendo: ¡pero maldito el que la apague! Ante la situación de hoy, dominada por las actitudes banales y superficiales de los modelos consumistas, el hombre tiende a flotar en la superficie, dice Albarella, negando el dolor, la realidad del límite, y acaba por perder el contacto con su mundo interno. En esas condiciones, si se deja extinguir la ya débil llama de la razón, añade Bodei, nos quedamos todos a oscuras, rodeados por las tinieblas de la ignorancia, el arbitrio y la violencia. Y para no desacreditar ni supervalorar la capacidad de la razón, como se hace, sigue siendo elucidador al máximo el diálogo con alguien como Freud, "que de vez en cuando pone en duda sus condiciones" con razones tan claras como oscuras, que significaron un nuevo giro copernicano: el psicoanálisis no sólo demostró que el hombre no ocupa el centro del universo, como Copérnico, sino que mucho menos es dueño de sí mismo y de su propia conciencia. Hay que reconocer la grandeza de Freud por el hecho, sobre todo, de haber iluminado fuerzas oscuras que limitan los poderes de la razón. Eso fue también un gran acto de ilustración, que ya hay que tener en cuenta necesariamente. Por lo demás, en el plano de la terapia, Freud se contentaba con poco: con hacer pasar al paciente de "una infelicidad patológica a una infelicidad normal".

Cuestiones de terapia y técni

ca psicoanalíticas no interesan tanto, obviamente, al famoso catedrático de Filosofía de Pisa como a dos curtidos psicoanalistas norteamericanos, como Stephen A. Mitchell y Margaret J. Black, que hace ya nueve años escribieron este magnífico libro introductorio a la historia del psicoanálisis. En él demuestran razonable, coherente, claramente, que los tópicos o mitos más comunes sobre el psicoanálisis son falsos. Que el psicoanálisis no es la obra de un único hombre: desde 1939 existen múltiples y diferentes escuelas, terminologías técnicas y prácticas clínicas, y todas ellas han contribuido a él. Que el psicoanálisis no es lo mismo ahora que en la época de Freud. Muy poco es lo que ha quedado intacto del modo en que Freud comprendía y practicaba el psicoanálisis: incluso el famoso diván (recostamiento, vuelo de asociación libre, autoridad del analista) ha evolucionado hacia formas flexibles y de colaboración mutua. Que el psicoanálisis no ha pasado de moda: se ha ampliado clínicamente y se ha extendido más allá de la práctica clínica hasta convertirse en una forma de pensar, en un enfoque de la experiencia humana, característico de nuestra cultura; lo que está pasando de moda es la práctica concreta, dogmática, casi religiosa, del psicoanálisis freudiano clásico, ortodoxo. Que el psicoanálisis no es un culto esotérico que requiera una verdadera conversión y años de estudio: precisamente para hacer comprensible a los legos la compleja jerga psicoanalítica, incluso en su fragmentación de escuelas y tradiciones, está este libro de Mitchell/Black, que, de todos modos, no quiere ser una presentación comprehensiva, sino una visión de conjunto de las corrientes y modelos más importantes del pensamiento psicoanalítico hoy.

Parece que el libro de Janet Malcolm es considerado como un clásico del periodismo norteamericano. Con estilo ágil, casi novelístico, cuenta la historia del simpático y genial Jeffrey M. Masson y su expulsión de los Archivos de Freud. Cómo se ganó el repudio de los psicoanalistas por culpa de la teoría de la seducción: formulada por Sigmund Freud en 1896 y rechazada por él mismo al año siguiente: por cobardía moral y deshonestidad intelectual, según Masson. "Freud fue el más duro crítico social. Pero sólo durante un año... Dado que Freud creía que las cosas habían ocurrido tal como se lo habían confesado sus pacientes, que las violaciones a niñas por parte de los padres eran reales, los psiquiatras negaron la veracidad de las manifestaciones femeninas: 'Mienten porque son histéricas'. Y cuando Freud vio que la sociedad masculina no iba a admitir sus afirmaciones percibió también que su carrera estaba acabada si seguía insistiendo" (Masson a Francesc Arroyo, en EL PAÍS, 1985). "Freud nunca se sintió cómodo después de abandonar la teoría de la seducción... Fue como si se sintiera acechado por una especie de deshonestidad intelectual".

Finalmente, el libro de Bouve-

resse, el más conocido especialista francés en Wittgenstein, describe a la perfección todo lo que dijo sobre su conciudadano Freud, contextualizándolo con verdadera inteligencia tanto en la bibliografía freudiana como en la wittgensteiniana. No hay más que añadir al respecto: se trata de un libro que agota irreprochablemente un tema, que no creo que ganara nada con mayor insistencia en él. Y lo que dijo Wittgenstein de Freud está muy claro y lo resume el título: dijo que el pretendido análisis científico freudiano del alma era (mala) filosofía, mitología (poderosa) y (seudo) ciencia. Fruto de la arrebatada brillantez de un gran intelectual, no de la honesta lucidez de un gran maestro.

Sigmund Freud (1856-1939) visto por Tullio Pericoli.
Sigmund Freud (1856-1939) visto por Tullio Pericoli.

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