Los caprichos de Morimura
Hace pocos años, a propósito de una muestra de este autor, Yasumasa Morimura (Osaka, 1951), realizada en la Fundación Telefónica (Madrid) con ocasión del festival madrileño PhotoEspaña, escribimos que llegó tarde a su especialidad. Lo expuesto entonces se construyó en clave muy densa. Se hizo mucho antes, con mayor conocimiento de causa, en la España de los años setenta del pasado siglo (por ejemplo, lo publicado en la revista Nueva Lente o en Zoom). Así como en el extenso ámbito de la cultura editorial e iconográfica americana, británica y más específicamente en el norte de Europa (sobre todo en otros lugares como Bélgica por la influencia de los cuadros de Magritte). Salvo lo repetitivo de esta colección de 20 imágenes realizada en diversos formatos -registradas sobre tela y papel- aquí impera una suerte de universo goyesco aliado con el mestizaje madrileño/japonés que conforma un sabor plástico extraño y añejo.
YASUMASA MORIMURA
'Los nuevos Caprichos'
Galería Juana de Aizpuru
Barquillo, 44. Madrid
Hasta finales de marzo
Anteriormente, este artista, como prefiere que se le califique -no de fotógrafo, aunque su herramienta de trabajo sea una cámara-, hizo una peculiar interpretación -colonialista- de lo que pintaron Van Gogh y sus colegas, sobre todo los impresionistas, y en general los que pintaban con trazos rápidos sobre un lienzo.
Morimura es un excelente fa-
bricante de hamburguesas visuales, con la Mona Lisa (Monna Lissa Int its Origin, 1988) o la Maja de Goya como argumento. Su mayor virtud es la de un hacedor del universo singular en el que establece una precisa relación entre las almas gemelas existentes entre foto/pintura. Esta suerte de iconografía se justifica por una extraña visión de las mescolanzas del universo artístico de formas varias. Se trata de una obsesión entre lo distante y extraño: "Morimura se apropia de la cultura occidental, utiliza todo tipo de técnicas desde el maquillaje hasta las manipulaciones digitales con las que elimina el rastro del collage fotográfico que conforma la obra final".
Pero además del retrato utiliza unos paréntesis fotográficos que elaboran un discurso visual propio de un culebrón o el de una mala fotonovela en la que obras como la Duquesa de Alba, su peculiar interpretación de 15 grabados de Los Caprichos de Goya o el autorretrato de éste -en blanco y negro y pequeño formato- nos sabe a un producto pasado de fecha. Morimura parece utilizar el medio como una herramienta de fabricación de mestizajes visuales, lo que dice mucho de la singularidad de sus fotomontajes.
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