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El cardenal Rouco ofrece continuidad en un discurso conciliador con el Gobierno

La Conferencia Episcopal vota esta mañana si concede otro trienio a su actual presidente

"Nadie debe temer a la Iglesia, el hilo conductor de nuestros planes pastorales es la evangelización de las personas y de la sociedad, con palabras y obras en el estilo de Jesús". Éste fue el meollo ayer del discurso del cardenal Antonio María Rouco ante la Conferencia Episcopal, que esta mañana vota sobre la continuidad de su presidente, que requiere el voto de dos tercios de los 76 prelados en activo (anoche, Rouco obtuvo 43 citaciones en una votación de tanteo). Las suaves alusiones del cardenal a las dificultades del catolicismo en España y a la "agenda política del Gobierno" se apoyaron en las recientes críticas del Papa, y siempre subrayando la "voluntad de colaboración de la Iglesia con la autoridad legítima".

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Hubo que esperar a la página ocho (en un discurso de once) para escuchar ayer muy leves censuras al Gobierno en boca del cardenal Rouco, que hace apenas un mes decía que España estaba sumida en una apostasía general y necesitaba de una nueva misión por culpa de supuestas avalanchas laicistas promovidas por los socialistas. Esto es lo que dijo ayer el cardenal presidente de la Conferencia Episcopal: "En otras ocasiones hemos hecho referencia a diversas cuestiones de la agenda política del Gobierno que suscitan serias reservas y aun clara oposición para quienes contemplamos la convivencia social desde una perspectiva cristiana, que asume la ética natural o racional en los planteamientos de nuestra cultura moral y legal. Pero también hemos declarado siempre la voluntad de mantener unas relaciones positivas de colaboración con las legítimas autoridades del Estado, en el marco del ordenamiento constitucional y de los Acuerdos vigentes entre España y la Santa Sede, guiándonos por el criterio superior de la convivencia solidaria y del bien común".

El encuentro

El cardenal había iniciado este largo párrafo recordando "el encuentro que el vicepresidente y el secretario general de la Conferencia Episcopal mantuvieron la semana pasada con la vicepresidenta del Gobierno y el ministro de Justicia". "[Ese encuentro] pone de manifiesto la mencionada voluntad de cooperación de la Iglesia con la autoridad legítima", dijo. Minutos antes, aludiendo emotivamente a la delicada salud de Juan Pablo II y a la reciente visita de varios obispos españoles a Roma, entre ellos el propio cardenal, proclamó que el Papa había "confirmado" los planes apostólicos de su Iglesia en España, y les había reclamado "unidad". "No hay otro camino para obtener el fruto deseado de las iniciativas pastorales", dijo Rouco, en aparente alusión a la desunión del catolicismo español.

Apoyándose más tarde en una de las críticas del Papa al Gobierno, desde luego no la más severa de las pronunciadas hace un mes en la Santa Sede, el cardenal entró en el tema del laicismo tomando como disculpa otra frase papal sobre "la difusión [en España] de una mentalidad inspirada en el laicismo". "No se trata, naturalmente, de algo presente sólo en nuestra sociedad, sino de un fenómeno preocupante que afecta de uno u otro modo a las sociedades llamadas occidentales. Tal mentalidad comporta una dificultad especial no sólo para la acción evangelizadora de la Iglesia, sino también para el desenvolvimiento pleno y fluido de la vida social", precisó.

El cardenal Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal desde marzo de 1999, se juega esta mañana sus inequívocos deseos de liderar esta institución durante otros tres años, para lo que necesita el apoyo de dos tercios de los 76 prelados españoles en activo (50). Anoche, tras la obligada votación de tanteo, en la que cada obispo puso tres nombres en una papeleta, se mantenía la incógnita del resultado. Rouco obtuvo 43 citaciones, el arzobispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, 15, y el cardenal y arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, 12, según Efe.

Los cardenales Antonio María Rouco (izquierda) y Carlos Amigo se saludan en la asamblea de la Conferencia Episcopal Española que inició ayer sus trabajos.
Los cardenales Antonio María Rouco (izquierda) y Carlos Amigo se saludan en la asamblea de la Conferencia Episcopal Española que inició ayer sus trabajos.LUIS MAGÁN

"Hace cuatro décadas"

El cardenal Rouco no es hombre de muchas palabras, pero ayer superó con creces la costumbre oratoria de anteriores presidentes de la Conferencia Episcopal y la suya propia, al despachar su discurso en apenas once páginas de imprenta. Hace tres años, ante la asamblea episcopal que le reeligió para un segundo mandato, Rouco leyó 22 páginas, el mismo número que su predecesor, el arzobispo de Zaragoza, Elías Yanes, en 1999.

Pese a la brevedad, Rouco tuvo tiempo ayer de tocar temas tan amados para él como el martirologio de españoles en el reciente pasado o la devoción mariana. Antes, había dedicado el exordio a la aún breve historia de la Conferencia Episcopal. "Hace cuatro décadas, casi por estas mismas fechas, exactamente el día 30 de abril de 1965, en el tiempo de uno de los intervalos entre las sesiones conciliares, los obispos se reunían en Madrid, bajo la presidencia del cardenal arzobispo de Toledo, Enrique Pla y Deniel, para aprobar un primer texto de estatutos de la futura Conferencia Episcopal. Fueron meses de intenso trabajo en los que se fue dando forma a lo que habría de ser la Conferencia como peculiar órgano de expresión efectiva de aquella colegialidad episcopal de la que tanto se estaba hablando en el Vaticano II", rememoró Rouco.

El cardenal Pla y Deniel no hizo carrera en esa institución, pese a ser primado de Toledo. Su nombre ni siquiera figura en los listados oficiales del nuevo organismo. Para lo que pretendía el revolucionario concilio Vaticano II, Pla y Deniel era más que pasado eclesiástico. Era la imagen viva de una Iglesia abrazada al franquismo -el nacionalcatolicismo-, y sentada, con sus más ilustres prelados, en las Cortes de la dictadura -como procuradores-, y en el Consejo Nacional del Movimiento. Fue Pla, además, el prelado que firmó, de su puño y letra, dos pastorales que helaron el corazón a católicos ilustres -Jacques Maritain, Georges Bernanos, tantos otros en Europa y América-, horrorizados por que una guerra incivil pudiera hacerse, en el siglo XX, en nombre de Cristo y con el calificativo episcopal de Cruzada.

Una de aquellas pastorales del cardenal Pla (Barcelona, 1876- Toledo, 1968) llevaba el título de Las dos ciudades, referencia inequívoca a las dos españas. "Una España laica ya no es España", escribió el combativo cardenal.

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