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Hasta el fondo de la caja

Sostienen muchos que el cruce de acusaciones entre Maragall y Mas en el pleno dedicado a la desgracia del Carmel nos aleja para siempre del escenario dialogante de la política catalana, del oasis sobre el que tanto se ha teorizado. Sostienen muchos que la frase del 3% y la réplica mezclando el nuevo Estatut con la insinuación del cobro de comisiones por las obras públicas ha abierto la caja de Pandora de la política catalana, tiñéndola del peor mal que pudiera padecer. No se trata tanto del hecho de colocar una presunta corrupción en boca de todos, al fin y al cabo esto, con pruebas, puede dirimirse en los tribunales. Se trata de la desconfianza lógica que esto genera entre aquellos a quienes los políticos debemos servir. El recelo de la ciudadanía es sin duda lo que más me duele.

No me asusta ser objeto de una querella judicial por unas declaraciones sobre la intervención de la fiscalía en el asunto. Sigo manteniendo que me alegra que el ministerio público investigue cualquier sospecha de cobro irregular de comisiones, sean del partido que sean. No he acusado al anterior Gobierno de nada, sería una irresponsabilidad hacerlo porque no dispongo de evidencias. Lo único que hice fue reproducir una información pública y publicada precisamente en este periódico el 8 de mayo de 2001. Destaqué el hecho de que el Tribunal de Cuentas había cuantificado en 1.600 millones de pesetas las donaciones anónimas recibidas por Convergència i Unió entre 1993 y 1998, y planteé en voz alta la necesidad de acabar con la opacidad de estos ingresos para evitar la sombra de duda que pueden generar. Los partidos políticos que legalmente perciben estas donaciones quedan indefensos ante los rumores.

Hace nueve años que soy secretario de organización y finanzas de Esquerra Republicana, y estoy orgulloso de poder mostrar a todo el mundo unas cuentas claras ya que jamás he permitido una donación sin conocer su procedencia. Quienes me conocen saben que la trasparencia es para mí una obsesión, dentro y fuera del partido. Por ello, ahora que Esquerra está en el Gobierno, estoy especialmente satisfecho de la creación de la oficina antifraude, que debe garantizar la transparencia y la eficacia de toda la gestión del Ejecutivo, incluido el control de calidad de las obras públicas, muy maltrecha por la práctica habitual de largas cadenas de subcontractaciones y rebajas inasumibles en los costes.

Durante años defendimos la necesidad de esta oficina en la oposición, la incluimos en el Pacto del Tinell y lo hemos cumplido. Si alguien, quien sea, comete irregularidades al gestionar dinero público, debe ser descubierto y relevado de su cargo. Todos debemos afrontar con naturalidad que en cualquier cesto pueda pudrirse una manzana y en nuestras manos está retirarla con normalidad para que no afecte a las demás. Negar esta posibilidad es negar la misma condición humana y lo que debemos hacer, insisto, es aceptar que puede suceder y hacer lo imposible para prevenirlo, advertirlo y tomar medidas.

El objetivo de la transparencia sirve también para la financiación de los partidos políticos. Sería una muestra de madurez por nuestra parte hablar de ello en serio y de forma contructiva, sin los reproches habituales del caso Casinos, los fondos de formación ocupacional o el caso Filesa. Preguntado precisamente por la rehabilitación de Josep Maria Sala dentro del PSC, el secretario general de ERC, Joan Puigcercós, reiteró este verano la intención de forzar una reforma de la Ley de Financiación de Partidos.

Nuestra propuesta va más allá de acabar con la opacidad de las donaciones anónimas, que, como ya he dicho, acaban siendo una piedra de desconfianza que golpea el propio tejado. Trasparencia es también plantear abiertamente las necesidades económicas de cada partido y encontrar el sistema que permita satisfacerlas sin mecanismos o procedimientos paralelos. Si todos llegamos a la conclusión de que las provisiones actuales son insuficientes, digámoslo sin rubor. Los partidos, garantía del sistema democrático, deben tener los recursos suficientes, pero también suficientemente controlados. En este sentido, sería bueno que el Tribunal de Cuentas tuviera capacidad de sancionar a todo aquel que no cumpla.

En resumen, que desde ahora y para siempre pueda irse hasta el fondo de la caja, de todas las cajas. Si aceptamos el mito, en la de Pandora debería quedar la esperanza de la transparencia que merecen los ciudadanos. Claro que, para conseguirlo, debemos empezar por saber de qué y cómo llenamos las otras, las de los partidos que los representan.

Xavier Vendrell es diputado de ERC.

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