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Reportaje:

"¿Qué puedo hacer yo por usted?"

La presidenta regional recorre la ciudad de punta a punta en metro para poner dos primeras piedras en La Ventilla y Vallecas

F. Javier Barroso

La presidenta regional se acercó con su sonrisa característica y con un saludo muy breve se dirigió a la taquillera del metro: "Cuénteme, ¿qué puedo hacer yo por usted para mejorar su situación?". La taquillera, sorprendida por el séquito de autoridades, cámaras y fotógrafos que acompañaban a Aguirre, se limitó a mover la cabeza. "No sé. No se me ocurre nada así, de repente", respondió. "¿Quizá un horario más flexible, un convenio mejor...?", añadió Aguirre. La mujer del otro lado del cristal se encogió de hombros. "Seguro que cuando me vaya se le ocurrirán muchas cosas". Y se despidió.

Así empezó Aguirre su periplo de 26 estaciones de metro. Puso la primera piedra de una promoción de viviendas para menores de 35 años en el barrio de La Ventilla (Tetuán) y cogió el transporte subterráneo para dirigirse a Villa de Vallecas. Decenas de personas se quedaron sorprendidas y algunas, incluso, se acercaron a hablar con ella.

"Mira, si es Maragall", decía mientras miraba una televisión colgada del techo de la estación

La presidenta picó el billete a las 11.12 de ayer y bajó las escaleras mecánicas acompañada de su consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Mariano Zabía. Algunos viajeros que se cruzaban con ella pegaban algún que otro codazo a sus acompañantes y le decían en voz baja que estaba allí Aguirre. Ella, que no paraba de sonreír, saludaba con la mano.

Cuando llegó al andén de la estación de La Ventilla, hizo el primer descubrimiento. "Mira, si es Maragall", decía, mientras señalaba a una pantalla plana colgada del techo de la estación. "¿Eso qué es?", preguntó a sus asesores y a los cargos de la Comunidad que la acompañaban. "Es la televisión del metro, presidenta", le explicó el director de Metro, Ildefonso de Matías. "¿Y quién hace las noticias y todo lo que se emite por ellas?", inquirió la presidenta. "Una empresa que ganó la concesión", le contestó De Matías.

El viaje hasta Vallecas obligó a hacer un transbordo en Plaza de Castilla para coger la línea 1. Cuando esperaba la llegada del convoy, se acercó a una inmigrante, que se limitó a saludarla. La timidez que reflejaba su rostro la impidió mantener una conversación con Aguirre. Pero junto a la presidenta, un joven la miraba acompañado de su madre. "Mira, mira, es Aguirre". Y ella se acercó a saludarles. "Pues mire, tenía ganas de hablar con usted, porque creo que ha cometido una injusticia conmigo", añadió el joven. La titular del Ejecutivo se sorprendió y pidió que se lo explicara. "Me habían adjudicado una vivienda del Ivima [Instituto de la Vivienda de Madrid] y, de repente, me la quitaron. Claro, como hacen los sorteos a puerta cerrada, pueden hacer cualquier chanchullo...".

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La presidenta se dio la vuelta y dijo en alto: "A ver, que venga el del Ivima". Domingo Menéndez, director de este organismo, dio un paso y se acercó. Pero le salvó la campana. El metro entraba en la estación. "¿Es cierto que hacemos los sorteos a puerta cerrada?", preguntó Aguirre. Menéndez dijo que no, que en principio son públicos.

"Presidenta, presidenta, que se va el metro", le gritaron desde atrás.

"Mira, no puedo atenderte ahora, pero deja tu tarjeta a alguno de mis asesores y estudiaré tu caso", le dijo.

"Tranquila, la escribiré para exponerle mi queja", respondió.

"Eso espero. Gracias".

La titular del Ejecutivo regional siguió preguntando por este aspecto ya dentro del vagón. Se sentó junto a un inmigrante suramericano que asistía incrédulo a los empujones de los cámaras de televisión y fotógrafos por conseguir una buena imagen de la protagonista. "Por favor, pasadme la conferencia que tengo que pronunciar mañana [por hoy] en el foro de Nueva Economía, en el hotel Ritz". Uno de sus asesores le entregó una agenda electrónica y ella comenzó a leer. "Como son tantas paradas, me la he traído para repasarla", le explicó a Zabía, que estaba junto a ella.

Al cabo de varias estaciones, dejó la agenda y se acercó a un viajero sentado enfrente de ella. Comenzó a hablar con él. "Pues mire, quería bajarme en Cuatro Caminos para ir a Moncloa, pero, con tanto follón, se me ha pasado la parada". Aguirre se echó a reír, mientras que le preguntaba adónde iba. "Voy al hospital Clínico para que me atiendan de una larga enfermedad", contestó. "Ahí hay muy buenos profesionales", concluyó la presidenta.

El trayecto duró cerca de una hora y se hizo corto, ya que la presidenta no paraba de comentar aspectos de la actualidad madrileña. "Fíjate, mañana [por hoy] inauguramos el paso subterráneo de Cuatro Caminos, pero de poco va a servir. Como está cortado Raimundo Fernández Villaverde por lo de la torre...", "Mariano [Zabía], que no se te olvide que en breve es el Día del Árbol, tenemos que hacer algo". El consejero le respondió que estuviera tranquila, que el día en cuestión plantarían árboles en Leganés y más adelante en el hayedo de Montejo de la Sierra. "Tendremos que hacerlo pronto porque se nos puede pasar la fecha", añadió el consejero. Mientras, Aguirre se atusaba el pelo y se arreglaba la ropa mirándose en la ventanilla de enfrente, que le servía de espejo.

El viaje concluyó a las 12.10 en Congosto. La presidenta habló con una anciana que volvía de comprar el pan: "Vamos a poner la primera piedra de unas viviendas para jóvenes". La mujer sonrió. Aguirre se dirigió al torno y, tras pasarlo, tiró el billete usado a una pequeña papelera. "Jo, y eso que era de 10 viajes", protestó un integrante de su séquito. La presidenta, que no oyó el comentario, siguió sonriendo.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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