Un humanista del Renacimiento
La reedición de 'Diálogos o Coloquios' saca del olvido la obra del sevillano Pedro Mejía
Los Diálogos o Coloquios, una de las obras más representativas de Pedro Mejía (Sevilla, 1497-1551), acaba de ser reeditada en la prestigiosa colección Letras Hispánicas de Cátedra. Esta obra, publicada en 1547 en Sevilla, se inscribe en un género literario cuyos orígenes se remontan a la Antigüedad clásica. La revalorización de la tradición grecolatina propugnada por los autores del Renacimiento dio de nuevo alas al género de los diálogos. La edición del libro ha estado a cargo de Antonio Castro Díaz (
Villanueva del Ariscal, Sevilla, 1947).
Doctor en Filología Hispánica y profesor del IES Triana, Castro se ha encargado de analizar todos los detalles que rodean al libro en cerca de dos centenares de páginas. "Pedro Mejía es un autor que ha estado muy relegado. Fue un humanista que en su época sí que tuvo una repercusión extraordinaria. Las obras de Mejía tuvieron en Europa una difusión equiparable al Lazarillo de Tormes y La Celestina. Sus Diálogos o Coloquios se tradujeron al italiano, al francés, al inglés, al alemán...", explica Castro.
Mejía nació en Sevilla cuando la ciudad entraba en su periodo de esplendor. Estudió Derecho en Salamanca de 1516 a 1526. Desde 1530 hasta su muerte residió en Sevilla, donde ocupó cargos de importancia. Fue cosmógrafo de la Casa de Contratación a partir de 1537, cronista oficial del emperador Carlos V desde 1548 y caballero veinticuatro del concejo municipal hispalense. Mejía mantuvo correspondencia con humanistas de la talla de Erasmo y Vives. Los Diálogos o Coloquios y, sobre todo, la Silva de varia lección le dieron una gran fama en Europa durante siglo y medio.
Diálogos o Coloquios se convirtió en un formidable éxito editorial en el siglo XVI. "Es una obra que se encuadra en un género que procede de la Antigüedad clásica. Con el Renacimiento renació la Antigüedad clásica. Era, además, un género que se prestaba mucho a la divulgación del conocimiento. Presentaba una manera mucho más viva de exponer los temas. Era un tipo de literatura que se puede equiparar con el periodismo, con un periodismo avant la lettre", dice Castro.
"Mejía fue más bien un divulgador. Recogió toda la tradición cultural de la Antigüedad clásica en obras escritas en latín o en obras griegas traducidas al latín. Recopiló, recogió y creó una obra que aportaba temas que él consideraba de interés. Entró dentro de lo que se conoce como humanistas vulgares para poder llegar a un público. El humanista tenía un afán de servicio. Su cultura debía rendir un beneficio a la sociedad. Mejía buscaba difundir esa cultura que está en los libros. El humanista tenía la voluntad de hacer un servicio a la sociedad. Para el humanista, la cultura dignificaba al hombre", señala el profesor.
Diálogos o Coloquios se compone de seis piezas. En la primera se discute sobre el valor y utilidad de la medicina. La segunda trata sobre distintas curiosidades antiguas. La tercera se centra en cuestiones de astronomía. La cuarta analiza el problema del relativismo epistemológico (relativo al estudio de los fundamentos y métodos del conocimiento científico). En la quinta se plantean problemas de carácter geofísico. Y, finalmente, la sexta pieza responde a interrogantes sobre distintos fenómenos meteorológicos.
Lenguaje culto y accesible
Mejía emplea un lenguaje natural, culto y accesible a la vez, en el que se entreveran los giros populares y los chascarrillos con los recursos retóricos habituales en el Renacimiento. Junto a las constantes referencias a las fuentes clásicas y bíblicas, el escritor sevillano muestra una panorámica de la visión del mundo y las costumbres de la sociedad en la que vivía. Las fuentes principales de Diálogos o Coloquios son Aristóteles, Cayo Plinio Segundo, Aulo Gelio, Plutarco y la Biblia. "Los demás autores que sirven de fuente son casi como un adorno, como un añadido", comenta Castro.
El género del diálogo floreció en el Renacimiento por su gran libertad compositiva. Propiciaba, además, el tratamiento de asuntos polémicos o la difusión de ideas de una forma viva en obras que preludian el ensayo moderno.
Con todo, el libro más célebre de Mejía es la Silva de varia lección (Sevilla, 1540), que mereció en algo más de un siglo 32 estampaciones en castellano y 75 en otras lenguas europeas. Se trata de una obra que se acoge al género de las misceláneas, en el que caben las más diversas materias. La Silva sirvió de fuente de inspiración a muchos autores españoles, como Miguel de Cervantes, Mateo Alemán, Juan de la Cueva y Lope de Vega. "Estudiosos franceses reconocen que la fuente de Montaigne está en este tipo de obras", agrega Castro. Las traducciones de la Silva que circularon por Europa no sólo influyeron en el gran escritor francés. "La Silva es una auténtica enciclopedia. De ahí cogían temas para sus obras Shakespeare y Marlowe", concluye el profesor.
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