Entre 'la play' y el canal temático
Erase una vez... No, no, no... Había una vez... No, no, no... Los cuentos han cambiado y los lenguajes y las historias también. Ahora los cuentan la tele o los videojuegos. Y nada de preámbulos: "Es un príncipe que libera unas arenas del tiempo y hace que todos se conviertan en monstruos de arena. Y tiene que matar a su padre porque, si no, matarían a su chica". Habla Beatriz, de 11 años, y cuenta en qué consiste Prince of Persia, el juego de videoconsola que mantiene sus ojos atrapados en la pantalla. Habla sin dejar de mirar un segundo el televisor e interrumpe su explicación, de vez en cuando, para darle instrucciones a Jorge, que gobierna con sorprendente prestidigitación los mandos de la play, atestados de botones.
La programación infantil en las cadenas generalistas apenas supera el 10% de la emisión, pese a que los niños de cuatro a 12 años son el 10% de la población
Son las 15.30 horas. Beatriz (11) e Isabel (13) se han quedado a comer en casa de Jorge (10) y Adriana (12), como cada miércoles. Después de comer, un ratito de tele (o de videoconsola) en la habitación de Jorge, que, como el 33% de los niños españoles, la tiene en su cuarto. No obstante, Beatriz e Isabel tienen prohibido verla entre semana, y Jorge y Adriana tienen unos horarios establecidos por sus padres. "Si por el pequeño fuera, se podría tirar horas delante del televisor. Tenemos que marcarles los tiempos y controlar lo que ven. Pero, en cuanto pueden, nos engañan. Reconozco que hay cosas, como las series, que no sé si es conveniente que vean o que no", dice el padre de Jorge. "Yo, a mis hijas no les dejo ver la tele por la tarde", dice José María, "no quiero que, con nueve años, vean a dos tíos follando debajo de una cama en Gran Hermano. Además tienen muchos deberes", explica.
Velocidad de vértigo
La pantalla de la habitación de Jorge se enciende y los canales se suceden a velocidad de vértigo.
-¡Deja eso!
-¡Padre de familia!, es mazo de divertido. Es un poco porno. Una vez éste viola a una perra, pero no lo consigue y...
-¡Los Serrano!
-¡Aquí no hay quien viva!
¿Pero esas series no son por la noche y entre semana? Los canales se han multiplicado por 10. En este caso es Auna la que ofrece una programación atractiva para los niños (dibujos, películas, reposiciones de las series españolas de ficción doméstica...), frente a la oferta de las cadenas generalistas. Se las saben de memoria, y, desde luego, no ven sólo las repeticiones. Triunfa Los Serrano: "Son dos padres que se casan y tienen cinco hijos. Bueno, uno tiene tres y otro dos. Y entonces Fran Perea, mejor dicho Marco -en la serie-, se enamora de Eva, que es su hermanastra, y tiene que irse a Londres para que su padre no se ponga malo. Y ahora...". "Me gusta, me río con las cosas que les pasan, me divierto", dice Beatriz, que coincide con Jorge e Isabel.
Recientemente diversas asociaciones relacionadas con la comunicación y la infancia firmaban una declaración para combatir el progresivo deterioro de la televisión. Los estudios a este respecto se han sucedido. Sin ir más lejos, un grupo de investigación de la Universidad Complutense presentaba otro la semana pasada y concluía que los niños que ven más horas la televisión son más agresivos.
En general, estos análisis parecen hacerle justicia a la realidad. Muestran que la audiencia infantil se está trasladando a los canales temáticos y a los videojuegos a falta de otras opciones. La programación dirigida a los niños en las cadenas generalistas apenas supera el 10% de la emisión total. Además, en los horarios de mayor consumo de televisión infantil no hay programas para esta audiencia y las cadenas carecen de programas originales de producción propia destinados a ellos, según la Academia de Televisión.
Por la tarde, antes de irse a actividades extraescolares (deportes varios, música, idiomas...) o de ponerse a hacer los deberes, un niño que quiera ver un rato la tele puede elegir entre la telenovela de la primera, el documental de la dos, el último engendro de Gran Hermano, el programa de corazón y cotilleo de los famosos de última hora, y, los que viven en Madrid, por ejemplo, pueden ver en la autonómica un magazine de "noticias curiosas". Gran repertorio infantil.
Atrás quedaron Barrio Sésamo, El Kiosko, los informativos juveniles y musicales y las series de adolescentes que se emitían por las tardes en los años ochenta. Ahora sólo hay dos franjas horarias para niños que coinciden con la hora del desayuno y la de la comida. Así que, por la mañana, Los Lunnis y algún espacio infantil en las autonómicas, y, a medio día, otro poco de Lunnis y Los Simpson, la más vista, la serie de animación para adultos en la que el padre (Homer Simpson) sentencia aquello de: "La televisión es el mejor amigo del niño". Y eso es todo, amigos, como diría el olvidado cerdito Porky. No hay más.
"Los niños aprenden lo que ven en televisión y lo que nos debemos plantear es si es una televisión adecuada, que transmite valores aceptados socialmente", dice Carmen García Galera, una de las artífices del último estudio sobre televisión e infancia elaborado para el Defensor del Menor. Ella defiende la teoría de que hay que enseñarles a los niños a ver la tele del mismo modo que se les enseña a comer. Frente a esa idea, que se reconoce impotente ante las estadísticas que reflejan una y otra vez que las horas de mayor audiencia infantil son las nocturnas (ver gráfico), hay una más radical.
"La televisión no puede ser educativa porque tiene un discurso psicótico, pasa de la información a la ficción y de ésta a la publicidad sin más, y, desde el punto de vista del niño, no está articulado". Es Fernando Cembranos, psicólogo y sociólogo especializado en la influencia que tiene la televisión en la sociedad. "No hay un buen uso posible de algo que en sí mismo es dañino, como el tabaco. La televisión suprime la acción y reemplaza experiencias necesarias para la vida, como la relación con el entorno, el aprendizaje de la responsabilidad y la autonomía y el desarrollo del pensamiento complejo. Porque la televisión se impone, calla, aísla y simplifica hasta el engaño. En resumidas cuentas, es la causa y la consecuencia de la expulsión de la infancia del territorio (invadido por el automóvil y la peligrosidad social". sentencia.
Las recomendaciones a raíz de una y otra teoría varían. Unos creen que los padres y los profesores deben ver la tele con los niños para forjarles un criterio. Otros, que los padres no deben dar mal ejemplo a sus hijos viendo la tele. Pero la conclusión es la de siempre: la solución es cosa de todos: programadores, padres, profesores, consejos audivisuales... Pues eso, a ver qué ponen hoy...
Los niños, lejos de los objetivos comerciales de las televisiones
APENAS EXISTEN HOGARES en los que no haya una de esas llamadas cajas tontas que todo el mundo ve. Más aún, resulta difícil encontrar un salón en el que este aparato no sea el protagonista. La televisión es un hecho ineludible. Y la discusión está en si la programación que se emite es adecuada para los niños o no, teniendo en cuenta que los menores de cuatro a 12 años representan el 10% de la población española.
Pero la programación infantil sigue brillando por su ausencia. El público menor no resulta ser un objetivo comercial equiparable al de los adultos. Salvo en Navidad, cuando la publicidad dirigida a los niños se multiplica exponencialmente. Esta crítica ha sido respondida por las cadenas privadas en varias ocasiones con estudios de empresas especializadas en la medición de las audiencias. Fue el caso de Tele 5 y Antena 3, que solicitaron un estudio conjunto al grupo TN Sofres. Después aportaron datos como que sólo el 9,6% de los niños españoles ve la tele cada día. O como que sólo entre el 4% y el 7% del consumo de la televisión de tarde corresponde a menores, y que, mayoritariamente (64%), lo hacen acompañados de adultos. Tele 5, además, en un estudio correspondiente a octubre de 2004 refleja que el prime time es la franja horaria que concentra mayor número de niños, y que, excepto las franjas matinales, el consumo de televisión lo dominan los adultos. Pero esas cifras y conclusiones contrastan con la realidad. Y si no que se lo pregunten a los niños de la clase de cuatro y cinco años de la escuela infantil Lope de Vega de Leganés. Todos dicen ver la tele varias veces al día, casi siempre solos o en compañía de otros menores.
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