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Reportaje:

Biología del celuloide

Un científico español se bate contra la sociedad de microbios que puebla los archivos fílmicos

Javier Sampedro

El cine sólo tiene un siglo y pico de existencia, pero ya ha desarrollado un ecosistema propio. Se trata de una curiosa sociedad de 14 bacterias y 17 hongos unicelulares que se han adaptado a vivir en la emulsión de las películas. "En España hay dos millones y medio de rollos de película archivados, y dudo que haya uno solo que se libre de estos microorganismos", afirma el investigador Fernando Catalina, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros (CSIC). "Esto no quiere decir que las cintas estén ya deterioradas, pero los microorganismos están ahí, pueden activarse con la temperatura y la humedad, y son capaces de comerse la película".

En colaboración con la Universidad Complutense y la Filmoteca Nacional, el laboratorio de Catalina ha identificado las bacterias y hongos omnipresentes en los archivos fílmicos y ha empezado a examinar sus hábitos dietéticos. Por desgracia, su alimento preferido es la gelatina, el componente esencial de cualquier película desde Salida de la fábrica, y para el que nadie ha logrado encontrar un sustituto. "Cuando la gelatina está disuelta, estos microbios se la cepillan en 72 horas", dice el científico.

España archiva 2,5 millones de rollos de película, casi todos contaminados

Una película tiene un espesor de 120 micras (milésimas de milímetro). De ellas, 100 son de soporte y 20 de emulsión. La emulsión, que contiene los granos de plata que responden a la luz, está hecha de gelatina, un entramado de proteínas que suele obtenerse cociendo huesos y cartílagos.

"Cuando se pone un cocido", explica Catalina, "al poco rato de hervir, el caldo consiste sobre todo en gelatina de alto peso molecular [es decir, moléculas muy grandes]. No debe comerse, porque sienta muy mal, pero es la gelatina de mejor calidad para las películas. Si seguimos cociendo, van saliendo al caldo las gelatinas de peso intermedio, que se usan para hacer cápsulas de medicamentos, y por último las de peso bajo, que son las que se usan en alimentación. El problema es que cualquier gelatina es muy atractiva para los microorganismos. Es lo que usan los biólogos en sus placas Petri".

Las 20 micras de gelatina que tiene un film no pueden estar mejor aprovechadas: se componen de 20 capas de una micra. Tres de ellas albergan los tres colores fundamentales, cuyas combinaciones generan toda la gama cromática con mayor o menor tino. ¿Qué llevan las otras 17? "Difícil saberlo", admite Catalina. "Los grandes fabricantes siempre han practicado el oscurantismo sobre sus fórmulas. Cuando uno de sus técnicos asiste a un congreso científico, lo hace exclusivamente para escuchar".

El científico empezó a trabajar con la Filmoteca en 1990, en pleno síndrome del vinagre, un mal de las cintas debido a la degradación de su soporte, y que en la época hizo temer por los rollos del NODO. Los microbios de Catalina, por cierto, también son capaces de comerse estos soportes, ya sean del antiguo celuloide o del moderno acetato de celulosa.

La combinación de bacterias y hongos "tiende a ser la misma" en todas las películas, según el investigador. Los humanos llevamos estos microbios en la nariz y otras mucosas, y plantearse algún procedimiento de esterilización parece poco realista. Pero, una vez identificados los microbios, Catalina ya puede estudiar qué condiciones dificultan más su crecimiento. Su objetivo es elaborar un protocolo internacional para evitar que las películas se conviertan en pasto para bacterias. Pero le falta dinero. Es lo habitual en el cine español. Y en la ciencia.

Una escena de la película <i>Dos de mayo,</i> de José Buchs, restaurada en la Filmoteca Nacional.
Una escena de la película Dos de mayo, de José Buchs, restaurada en la Filmoteca Nacional.

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