Una fe descentralizada
Los anglicanos son una rama de los cristianos protestantes. Surgida en Inglaterra, la doctrina anglicana se fue extendiendo por el mundo al tiempo que crecía el Imperio Británico. Pero, a medida que cada país se fue independizando de la metrópoli, también cada una de sus iglesias se hizo independiente.
Formada en estos momentos por 38 iglesias independientes entre sí, la llamada Iglesia anglicana (en Estados Unidos es conocida como Iglesia episcopaliana) no tiene una jerarquía. No hay un Papa, como en la Iglesia católica, y el arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia de Inglaterra, no es más que el primero entre iguales.
Para mantener el contacto y la unidad doctrinaria en lo posible, los anglicanos disponen de cuatro distintos niveles de coordinación. La Conferencia de Lambeth (por el palacio que acoge la sede de la Iglesia de Inglaterra en Londres) reúne cada 10 años a los obispos; la próxima será en 2008. Los Encuentros de los Primados son reuniones regulares de los obispos y arzobispos principales de las 38 provincias. El Consejo Consultivo Anglicano se reúne cada tres años a incluye laicos, obispos, párrocos y diáconos. El Arzobispo de Canterbury ejerce el papel de primus inter pares a nivel internacional.
Las funciones del Consejo Consultivo Anglicano, del que los obispos han pedido a las provincias de Estados Unidos y Canadá que se retiren, son: compartir información entre las distintas provincias y servir de instrumento de acción común; asesorar en las relaciones entre las provincias; compartir recursos de todo tipo y apoyar la misión de iglesia global; poner en marcha diálogos ecuménicos importantes e impulsar el trabajo a nivel internacional.
El arzobispo de Canterbury, líder de la Iglesia de Inglaterra, es elegido por el primer ministro del Reino Unido de entre los tres candidatos que le presenta la propia Iglesia, aunque es la reina de Inglaterra la que formalmente hace el nombramiento. El actual arzobispo, Rowan Williams, ha defendido tradicionalmente un mayor separación entre ambos poderes. Pero la mayoría del sínodo de la Iglesia de Inglaterra, reunido en York poco antes de que fuera elegido arzobispo de Canterbury a mediados de 2003, se pronunció en favor de dejar las cosas tal como están, temerosos de que un alejamiento del Estado pudiera traducirse en una mayor neutralidad religiosa y en una merma de la enorme influencia que la Iglesia anglicana sigue ejerciendo en el Reino Unido.
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