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El problema de la continuidad de un Pontífice frágil y enfermo

Cristianos y gentes de diversas creencias religiosas que visitaban el Vaticano reaccionaron ayer con simpatía y preocupación ante las noticias de la recaída de Juan Pablo II. Algunos se preguntaban si un Papa tan enfermo y frágil debía seguir al frente de la Iglesia católica o era el momento de su sustitución.

El internamiento del Pontífice en el Policlínico Gemelli, el segundo en este mes, aquejado por problemas respiratorios, reabrió de alguna forma el debate sobre su continuidad al frente de una Iglesia con cerca de 1.100 millones de fieles. "El Papa no está para continuar por más tiempo. Necesitamos a alguien que esté en sintonía con el mundo moderno; alguien que se encuentre física y mentalmente en perfectas condiciones", asegura la profesora alemana de 25 años, Tina Koch, una católica de visita en Roma.

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Después de 26 años de pontificado, Juan Pablo II, de 84 años de edad, se encuentra afectado de Parkinson, imposibilitado por la artritis y con serias dificultades para expresarse. "Creo que ya no tiene la fuerza que es necesaria para enfrentarse a los problemas actuales, como el conflicto de Irak y el diálogo con el mundo musulmán", afirma el italiano Umberto Rossi. "No puede moverse y está tembloroso; no es una buena imagen para Iglesia", añade.

Plaza de San Pedro

Otros muchos sostienen que Juan Pablo II debe seguir al frente y rezan por su restablecimiento. "El Papa se mantiene en la defensa de la paz, que es el asunto más importante hoy día", dice J. S. Auroa, un hindú que acaba de visitar la Capilla Sixtina. "En nuestra sociedad, cuando una persona envejece, incluso si está enferma y apenas puede hablar, se le respeta: mientras esté viva sentimos sus bendiciones", añade. Este sentimiento es el mayoritario en la plaza de San Pedro donde se ven rostros preocupados y tensos. Para ellos, la resistencia del Papa ha convertido en un modelo para los ancianos y los enfermos y un símbolo del valor de la vida en el dolor físico.

"Escuchamos las noticias a mediodía y corrimos a San Pedro para rezar por él", asegura la hermana Maria Gabriela, una monja franciscana de Rimini. "Cuando miras alrededor te das cuenta de que el ambiente está triste, pero creo que el Papa estaría feliz de saber que estamos aquí rezando por él".

En Cracovia (Polonia), el padre Adam Boniecki, amigo desde hace muchos años de Juan Pablo II, aseguró que el Pontífice está decidido a seguir hasta el final. Otro sacerdote sostiene que es una obligación moral mantenerse en el cumplimiento de su deber, pues el fundador de la Iglesia, Jesucristo, así lo hizo hasta la crucifixión.

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