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Reportaje:

David contra Goliat

Igeldo lleva 15 años batallando con las instituciones por su independencia de San Sebastián o por la descentralización

Los habitantes de Igeldo, ese idílico rincón guipuzcoano que oficialmente figura como barrio de San Sebastián, pero que se siente un pueblo aparte, lleva casi quince años reclamando a las instituciones su segregación de la capital o, como mínimo, una descentralización administrativa que les permita gestionar sus recursos. El debate se reavivó hace unos días, cuando el grupo del PNV en el Ayuntamiento donostiarra anunció que en el próximo pleno, previsto para el 22 de febrero, preguntará al alcalde, Odón Elorza, por qué no se ha constituido aún un Ente local menor en Igeldo, como acordó el consistorio en diciembre de 2003.

"La lucha contra la administración es muy difícil, es la lucha de David contra Goliat", compara Juan Carlos Izagirre, representante de Itxas Aurre, el colectivo creado para solicitar la independencia de Igeldo, y de Igeldoko Herri Kontseilua, la asociación de vecinos mediante la que el barrio pelea por lograr al menos ser un ente local menor. "No hay derecho a que tengan una petición legal más de una década para delante y para atrás", se lamenta Izagirre, quien rebobina en su memoria para resumir el proceso.

Los vecinos ven con preocupación la política urbanística del Ayuntamiento

Y así se remonta hasta 1991. Aquel año, recién elegido Elorza alcalde de San Sebastián y en vistas de que Igeldo estaba perdiendo esa consideración por la que decidía algunos asuntos y luego los trasladaba al Ayuntamiento para su ejecución en la medida de lo posible, los vecinos solicitaron al primer edil que se descentralizaran los servicios municipales. "No nos contestó", recuerda.

Tras este intento, Igeldo encargó estudios que concluyeron que este núcleo de un millar de habitantes, en el que conviven baserritarras y residentes en chalets, corría el riesgo de perder su carácter rural y diferenciado. Y sostenían que gozaba de recursos suficientes para constituirse como munipio independiente o lograr una descentralización administrativa. La voluntad segregacionista de los igeldotarras quedó clara en el referéndum organizado por los vecinos en noviembre de 1994, en el que el 65% de los consultados votó a favor de la independencia.

Con este resultado y dado que Igeldo cumplía con los requisitos del Real Decreto entonces vigente para optar a la segregación, Itxas Aurre tramitó la petición de desane-xión en febrero de 1995 en el Ayuntamiento, que luego debía tramitarla en las Juntas Generales de Guipúzcoa.

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Dos meses después, y sin que el consistorio se hubiese pronunciado, las Juntas, que tenían que desarrollar el Real Decreto en su propia ley, aprobó una norma que impedía la segregación de núcleos de menos de 2.500 habitantes. El Ayuntamiento aplicó esta norma con efecto retroactivo, desestimó la petición de los igeldotarras y no la tramitó ante las Juntas.

Arrancó entonces una larga batalla en los tribunales. Itxas Aurre recurrió la aplicación retroactiva y la propia norma foral ante el Tribunal Superior del País Vasco, que le dio la razón en 1998. El Ayuntamiento y la Diputación recurrieron la sentencia ante el Supremo, que en 2003 volvió a dar la razón a los igeldotarras.

El caso es que las Juntas, a las que Itxas Aurre va a remitir sus estudios actualizados, están ahora pendientes de pronunciarse sobre la independencia de Igeldo. En el Ayuntamiento, todos los grupos, salvo EB, rechazan la segregación, pero ven bien la creación de un ente local menor. Esta figura, que el consistorio ya lanzó en 1998, otorgaría a Igeldo poderes para nombrar un alcalde y ocho vocales, competencias en urbanismo, y el derecho a percibir una aportación del Fondo Foral de Financiación Municipal.

"Sólo pedimos gestionar nuestros recursos, porque la personalidad de Igeldo, con políticas llevadas a cabo desde San Sebastián, peligra", subraya Izagirre. A los vecinos les preocupa el mantenimiento de su "pueblo", pero, sobre todo, los temas urbanísticos. "Se está haciendo un uso inapropiado del suelo rural. Hay quien obtiene una licencia para construir una vivienda con la trampa de que se va a dedicar a la agricultura. Cuando levanta la casa, no crece ni una manzana en su árbol", ironiza.

El desarrollo previsto para el casco urbano también preocupa. Igeldo pactó con el Ayuntamiento sumar a sus 28 viviendas 74 de nueva construcción. Pero ahora el consistorio planea levantar otras 150. "Sería un crecimiento desproporcionado para las necesidades de Igeldo y conllevaría un boom demográfico que dificultaría mantener nuestra idiosincrasia", afirma Izagirre, quien invita a reflexionar a los propios donostiarras sobre qué tipo de Igeldo quieren.

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