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Reportaje:

El último rey absolutista

El monarca de Nepal ha destituido al Gobierno y ha limitado la libertad de prensa

Nunca la monarquía de Nepal estuvo tan en la cuerda floja como ahora y nunca antes se había visto un rey que diese dos golpes de Estado en un mismo reinado. Gyanendra, que llegó al trono de este país de 27 millones de habitantes en 2001 tras la espantosa matanza palaciega que le convirtió en heredero, destituyó el pasado día 1 al primer ministro, Sher Bahadur Deuba, por segunda vez en dos años, y declaró que durante los tres próximos se haría cargo del Gobierno para restablecer la paz en el país, que se desangra en una lucha fratricida contra la guerrilla maoísta, empeñada en acabar con la monarquía e imponer una república igualitaria. La decisión de este rey de 56 años, que no ha logrado granjearse la simpatía de sus súbditos, fue duramente criticada tanto dentro como fuera del país.

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Pocos creen en el buen gobierno de Gyanendra, un hombre cuya dirección está en tela juicio desde el mismo momento en que fue coronado ante un país que lloraba amargamente el asesinato del rey Birendra, a manos de su hijo, el príncipe heredero Dipendra, que descargó su arma contra sus padres y hermanos y luego supuestamente se suicidó debido a un desacuerdo respecto a su matrimonio. Gyanendra, que era acusado entonces de querer reinstaurar la monarquía absoluta abandonada por su hermano, ha dado muestra en su reinado de que no se equivocaban quienes le veían como una amenaza para la recién instaurada monarquía constitucional.

El rey alegó "los derechos" que le concede la Corona para asumir plenos poderes, declarar el estado de emergencia en el país, limitar la libertad de expresión, de asociación y de prensa, colocar bajo arresto domiciliario a 54 miembros del Gobierno, el Parlamento y los partidos políticos -seis de ellos liberados el jueves 10- y declarar una guerra sin cuartel a la guerrilla maoísta. "Un monarca absoluto que mina la democracia sólo ayudará a los maoístas y no reducirá el riesgo de que tomen el poder", declaró Gareth Evans, presidente de International Crisis Group, una ONG con extensa presencia en Asia.

Los vientos de libertad que derribaron el muro de Berlín habían llegado en la primavera de 1990 hasta el reino levantado en el techo del mundo, en plena cordillera del Himalaya. Miles de nepalíes se manifestaban para pedir a Birendra, venerado como la encarnación del dios hindú Vishnú, que abandonara el absolutismo y aceptara una monarquía constitucional. Y el rey, que hasta entonces exigía una obediencia ciega, consintió en compartir el poder.

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Gyanendra discrepó con su hermano por ceder demasiado rápido a las demandas democratizadoras del pluebo. Sus querencias absolutistas, que este mes se han puesto en práctica, venían de entonces y tal vez se agudizaron con la petición avalada por 500.000 firmas y enviada al rey Birendra, en la que se solicitaba al monarca que revocara el título de alteza real a Paras, el hijo mayor de Gyanendra, un personaje odiado por su despotismo, que había matado a un popular cantante al atropellarle.

Los interrogantes que rodean la tragedia de Birendra, pese a que Gyanendra se encontraba fuera del país cuando ocurrió, alimentan la falta de química entre el nuevo rey y su pueblo. La guerrilla que, a imagen de la peruana Sendero Luminoso, tomó las armas en 1996 con la bandera de la defensa de los desheredados y los campesinos sin tierra, incrementó desde entonces la violencia de sus ataques y multiplicó sus efectivos.

El último heredero de la dinastía que fundó el reino de Nepal, en 1768, tuvo un bautismo de fuego y no supo contenerse. Su reacción fue, en agosto de 2002, destituir al Gobierno electo. Nombró entonces un primer ministro afín, al que sucedió otro mientras los ataques de la guerrilla eran cada vez más audaces. En junio pasado volvió a entregar el Gobierno a She Bahadur Deuba, con la misión de que negociara la paz con los maoístas y convocara elecciones para abril de este año. Cuando la guerrilla no sólo no respondió al ultimátum del Gobierno para entablar conversaciones de paz antes del 13 de enero, sino que además tuvo la osadía de poner cerco a Katmandú durante unos días, Gyanendra se rodeó del Ejército Real y se hizo cargo del Gobierno.

"Ésta es una medida totalmente antidemocrática. Es un golpe; llevará el país a la ruina", dijo el depuesto ministro de Exteriores, Prakash Sharan Mahat. Los especialistas consideran que la decisión de Gyanendra no sólo sume el país en un periodo de inestabilidad, sino que tirá por la borda los esfuerzos de Birendra por salvar la monarquía, cuando hace 14 años la adaptó a los nuevos tiempos.

"Niños inocentes fueron masacrados y el Gobierno no logró ningún resultado importante. A la Corona se la considera tradicionalmente responsable de la soberanía nacional, de la democracia y del derecho del pueblo a vivir en paz", dijo Gyanendra para justificar su decisión. Los nepalíes temen, sin embargo, que con ella sumerja el país en un baño de sangre. El enfrentamiento entre las fuerzas maoístas y el Ejército Real ha causado ya 11.000 muertos.

"La comunidad internacional debe dejar bien claro que, al asumir el poder, el rey es directamente responsable de proteger al pueblo de Nepal y de salvaguardar sus derechos fundamentales", advirtieron, en una declaración conjunta, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Comisión Internacional de Juristas.

Gyanendra, rey de Nepal, durante su primera aparición pública desde que accedió al trono, en junio de 2001.
Gyanendra, rey de Nepal, durante su primera aparición pública desde que accedió al trono, en junio de 2001.AP

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