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Reportaje:LA CRISIS DEL CARMEL

¡Que viene Zapatero!

La llegada del presidente suscita expectación entre los vecinos del barrio, que le esperaron en la 'zona cero' más de cuatro horas

Lluís Pellicer

Todo el día aguardando al presidente. Los vecinos del Carmel se pasaron la mañana de preparativos para la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero, pero sólo unos cuantos lo vieron de cerca, ya que no se paseó por la zona afectada. El presidente llegó en coche oficial al centro cívico del barrio, allí se reunió dos horas con los vecinos y volvió al coche para continuar con su agenda.

En el mercado municipal, ubicado en la calle de Llobregós, a primera hora de la mañana no se hablaba de otra cosa. "¡Nena, sírveme rápido que viene Zapatero!", gritaba una mujer que esperaba su turno en la pescadería.La frase se repitió toda la mañana. En el bar del mercado, uno de los camareros limpiaba con esmero. "Si viene el presidente, al menos que vea esto decente. Si se acerca, yo le invito a lo que quiera", explicaba a unas clientas.

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La expectación por la llegada del presidente del Gobierno animó ayer el mercado. "Hoy es el primer día que vuelvo a ver gente por aquí. Nuestros clientes son mayores, y por aquí no circulan autobuses. El aparcamiento ha estado cerrado y, además, hemos perdido 1.057 clientes. Llevamos semanas vendiendo la mitad de lo normal", se quejaba Antonio, propietario de una carnicería del mercado. A una de sus dependientas, Rosa María Soria, la llegada de Zapatero no la consolaba demasiado. "Hay expectación, pero en lo que pienso es que aquí no vendemos nada y que mi jefe ya me ha dicho que se ve obligado a prescindir de mí. Ha aguantado lo que ha podido, pero es que la caja está vacía", aseguró.

A las 11.30 horas, la confluencia de la calle de Llobregós con Pantà de Tremp, la entrada del perímetro de seguridad, ya estaba abarrotada de gente. Faltaban aún tres horas para que llegara Zapatero, y desde La Moncloa nadie confirmaba que el presidente asistiera a la zona afectada. "¿Cómo que no vendrá? Va a venir, él no nos defraudará", replicó la vecina Ángeles Muñoz.

De algunos bloques empezaron a salir pancartas. Nuestros vecinos en su barrio, ¡ya! y Quienes sean los responsables, ¿pueden responder?, rezaban. Dos mujeres repartían adhesivos amarillos con el lema ¡Yo soy afectado! A las 13.00 horas, la calle estaba abarrotada con cerca de 300 personas que querían ver al presidente. Había ancianos sentados en los bancos, niños jugando por la calle, padres curiosos y otros bastante enfadados. Nadie sabía si la llegada se acompañaría con aplausos o abucheos. "Sabemos que las responsabilidades vienen de la Generalitat, pero queremos ver a Zapatero. Es como si estás enferma y viene el médico a casa. Igual no te hace nada, pero ¡te sientes la mar de curada!", explicó Carmen, una vecina.

En una cafetería de la calle de Llobregós, Gregorio y un amigo mantuvieron una discusión bastante acalorada. "Si es que no tienen vergüenza. Ahora, cuando venga Zapatero, me va a oír", se quejaba Gregorio. "Pero si él no tiene culpa de nada porque acaba de llegar al Gobierno y se ha encontrado con esto. Además, la responsabilidad es de la Generalitat. Y lo que más me duele es que los que están ahora mandando en Cataluña son de izquierdas, o sea, de los míos", le respondió el amigo.

A las 15.00 horas los vecinos concentados junto a la zona más afectada empezaron a dudar de la llegada del presidente. "Me parece muy mal. Ya que viene a Barcelona y a nuestro barrio, por favor, que venga a vernos", decía Ángeles. "Pues a mí me parece que no tiene por qué venir, porque si pasa por aquí es para tratar las cosas importantes, no para hacer un pasacalle. Y ha hecho muy bien al reunirse con los [representantes] de la Generalitat, el Ayuntamiento y las asociaciones del barrio. Vamos, que es mucho más productivo", le replicaron. Los vecinos aguantaron hasta las 16.00 horas, cuando los policías que acordonaban la zona despejaron la incógnita: "Lo siento, pero no viene".

Sólo pudieron ver a Zapatero los que le aguardaban a la salida del centro cívico de Boca Nord, donde estuvo reunido casi dos horas con representantes de las entidades vecinales y de comerciantes del barrio. "Ha cogido a Clara, mi hija", contó Juan Selfa, un vecino que fue desalojado por el primer socavón. Un policía la sacó del cordón de seguridad y la acercó a Zapatero. Cuando lo vio, la niña arrancó a llorar. "Es que tiene devoción por usted y por Andy y Lucas, y se ha emocionado", le explicó Selfa al presidente. Zapatero la cogió en brazos, le dio un beso y le dijo al oído: "Estáte tranquila, que vas a volver a casa". Zapatero cogió luego las manos a Selfa y le preguntó si era afectado. "Sí, lo somos, así que métales caña para que nos ayuden", le respondió.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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