Polonia, primera víctima de Hitler

Siendo redactor jefe de Rzeczpospolita, el diario polaco de opinión más serio, un diario que se esmera por permanecer fiel a la verdad y a las normas éticas también en el ámbito del periodismo, constato, con dolor y tristeza, que en numerosos periódicos mundiales de renombre aparece continuamente un epíteto falso e injusto: "Campos de concentración polacos".

Con el paso de los años, esta ilícita expresión, en vez de ceder ante los hechos históricos, parece cada vez más popular. Quiero creer que la causa de su aparición es la prisa y el descuido profesional, y no la mala voluntad.

Les recuerdo que Polonia perdió su soberanía estatal en septiembre de 1939 y fue el territorio europeo ocupado por la Alemania hitleriana durante más tiempo. Ningún Gobierno de Polonia colaboró con ella. Los polacos no participaron de ninguna forma en las decisiones administrativas de las autoridades alemanas. Los campos de concentración fueron creados en el territorio polaco por los funcionarios alemanes y vigilados por equipos alemanes. Eran los oficiales alemanes los que seleccionaban a los prisioneros para enviarlos a las cámaras de gas. Las sentencias de muerte las dictaban los funcionarios alemanes. Los campos de concentración en los que perdieron la vida los ciudadanos de varias nacionalidades, sobre todo judíos, pero también los polacos, eran alemanes.

La sociedad polaca, organizada en según las estructuras de un Estado clandestino, hizo mucho para salvar a los destinados al exterminio. A pesar de haber alarmado a los aliados del homicidio, no recibió ayuda alguna. El Oeste no dio crédito, o no quiso darlo, a las informaciones sobre el crimen masivo, aunque los primeros en suministrar dichas informaciones fueron los emisarios de la Resistencia polaca.

Les recuerdo que Polonia fue la primera víctima de Hitler, como resultado de la guerra murieron más de tres millones de polacos y el esfuerzo militar de los polacos hace de ellos la cuarta fuerza de la coalición antihitleriana. Tanto los participantes de aquella lucha y de aquel sacrificio mártir, así como sus descendientes reciben dicho epíteto sobre los "campos de concentración polacos" como una ofensa.

Recurro a ustedes en nombre de la decencia profesional: escriban sobre los campos y el exterminio lo más a menudo posible para que no vuelvan a repetirse nunca. ¡Pero escriban la verdad!