El rostro y la sombra del Papa
Un arzobispo polaco y un ex corresponsal de 'Abc' son hoy la voz privada y la pública de Juan Pablo II
ENRIC GONZÁLEZ,
La presencia física de Juan Pablo II se hace cada día más escasa. El Papa, anciano y enfermo, tiene dificultades para expresar su mensaje en público y para manejar desde su despacho la vasta burocracia vaticana. Crece en estas circunstancias el papel de dos de sus más estrechos colaboradores. Uno, Joaquín Navarro-Valls, español, médico y periodista, es el rostro cotidiano de la Santa Sede, el hombre con la misión de informar al mundo sobre los acontecimientos de un pontificado en hora crepuscular. El otro, Stanislas Dziwisz, polaco, arzobispo, secretario de Karol Wojtyla desde 1966, es la sombra del Papa, el personaje discreto al que basta comenzar una frase con las palabras "su Santidad dice que..." para desplegar una inmensa influencia.
Karol Wojtyla ama a Stanislas Dziwisz, 19 años más joven, como un padre a un hijo
Juan Pablo II despacha prácticamente a diario con tres personas: el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado (jefe de Gobierno); el arzobispo Leonardo Sandri, sostituto (ministro de Asuntos Exteriores), y Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede (más o menos equivalente al cargo de subsecretario de Información en las administraciones civiles) y, como tal, portavoz del Papa. Ocurre, sin embargo, que en muchas ocasiones el Pontífice no puede apenas hablar, o se encuentra fatigado, y es monseñor Dziwisz quien asume el papel de transmisor de los deseos y opiniones papales. Nadie cree que Dziwisz pueda manipular o tergiversar en lo más mínimo. Su voz es la de Wojtyla. Si él dice "su Santidad lo quiere", se hace sin más comprobaciones. Dziwisz es el intérprete indiscutido de la voluntad del Papa polaco.
Stanislas Dziwisz (Raba Wizna, 1940) tenía 25 años en 1966, cuando Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia, le eligió como secretario personal. Desde entonces no se han separado. Duermen en estancias contiguas, celebran juntos la misa cada mañana y sostienen una interminable conversación en la que apenas son ya necesarias las palabras. El escueto diálogo en polaco que mantuvieron el 13 de mayo de 1981, en los dramáticos segundos posteriores al atentado de Mehmet Alí Agca, es una muestra de su estilo de comunicación. Así lo narra el propio Dziwisz: "Pregunté al Santo Padre, ¿dónde? Respondió: en el vientre. ¿Duele? Respondió: duele. Y empezó a desplomarse. Yo traté de sostenerle". Aquel día fue Dziwisz, con un Pontífice agonizante entre los brazos, quien decidió ir a toda prisa al policlínico Gemelli. También fue él, el pasado martes por la noche, quien decidió que el Papa debía ser hospitalizado con urgencia.
Dicen que Karol Wojtyla ama a Stanislas Dziwisz, 19 años más joven, como un padre a un hijo. Y la devoción es indudablemente correspondida. Juan Pablo II, un hombre con una vida larga e intensa a sus espaldas y con gran control sobre sus propias emociones, no pudo evitar una lágrima de emoción cuando en 1998 nombró obispo a su fiel Staszek, el nombre familiar con que le llama (nadie más se permite tal confianza con el secretario), y le asignó la inexistente diócesis de San León. Después, en 2003, elevó su rango al de arzobispo. Son bastantes quienes creen que el misterioso cardenal in pectore, nombrado por el Papa en 2004 pero de nombre no revelado, no es otro que Stanislas Dziwisz.
Dziwisz ejerció sin duda su influencia en uno de los nombramientos más sorprendentes de la primera fase del pontificado de Juan Pablo II. Wojtyla no toma decisiones sin comentarlas antes con su secretario, y la de 1984 podía parecer extraña: situar a un hombre que no era ni sacerdote ni italiano, como sus antecesores, al frente de la oficina de prensa. Joaquín Navarro-Valls tenía entonces 48 años, ejercía como corresponsal en Roma del diario Abc, presidía la Asociación de la Prensa Extranjera y era muy celebrado por la amenidad de su conversación y la elegancia de su atuendo. El titular con que el diario La Repubblica anunció su nombramiento refleja que fue asumido como algo exótico: "Un ex torero español miembro del Opus Dei, portavoz de Wojtyla".
Navarro-Valls no había sido en realidad torero, aunque fuera aficionado. Sí pertenecía, y pertenece, al Opus Dei. Se cree que la Obra susurró su nombre al Pontífice y que el elemento que decidió a su favor fueron las crónicas que envió a su periódico durante los viajes del Papa a Polonia. Cuando Navarro-Valls fue a Madrid para anunciar su dimisión como corresponsal, el director de Abc, Luis María Anson, supuso que la causa era la vocación sacerdotal del periodista. No lo era, pero quienes conocen al portavoz (extremadamente discreto en lo que se refiere a sí mismo) sospechan que esa vocación permanece y que probablemente será cumplida cuando deje su cargo.
Joaquín Navarro-Valls (Cartagena, 1936) es licenciado en Medicina, Psicología Social y Periodismo. Ejerció brevemente como profesor auxiliar de Medicina (1962-1964) y luego fundó, en Barcelona, la revista Diagonal. Pasó luego a Nuestro Tiempo, y desde 1977 asumió la corresponsalía para Italia y Oriente Próximo del diario Abc. En estos años ha recibido numerosas condecoraciones y reconocimientos académicos, pero sus principales logros han consistido en "normalizar" el hecho de que sea un seglar con traje y corbata quien haga llegar a la prensa, y por tanto al público, los mensajes del Papa, y en imprimir un cierto tono de bonhomía y optimismo a un pontificado que, desde que la salud de Karol Wojtyla empezó a quebrarse, genera frecuentes alarmas.
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