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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Río de Janeiro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rienda suelta a las sensaciones

Juan Arias

Este 2005, el mítico carnaval de Río se presenta con una característica especial. Va a ser más de la calle que del Sambódromo, más popular que elitista. Es como si el famoso carnaval carioca que dio sus primeros pasos el 31 de marzo de 1641, para celebrar la subida al trono del rey de Portugal Juan V, volviera a sus raíces antiguas, cuando el carnaval, concebido como pura fiesta, celebrada en el altar de la calle, era propiedad de todos los que quisieran danzarlo.

Este año se calcula que, además de los ya tradicionales y famosos bloques callejeros como los de Ipanema, Copacabana o Tijuca, se están preparando otros 400. El carnaval rico del Sambódromo, el de las fantasías y los enredos increíbles creados por las escuelas de samba en el corazón de las favelas, que suelen constituir la delicia de los turistas y de las cadenas de televisión de medio mundo, se va a quedar como la fiesta oficial, la de los escogidos, que presenciarán los soberbios desfiles desde los palcos de lujo de políticos y empresarios. En las calles habrá otro carnaval. Correrán ríos de carnavales, porque, como decía Jorge Amado: "Sólo me siento brasileño cuando bailo samba en la calle". Y éste es un momento en el que los brasileños se sienten orgullosos de serlo.

Lo impresionante de los carnavales de Río es que es una fiesta sin violencia y sin jerarquías

Ese carnaval de las calles, sin pretensiones, al que puedes acudir con disfraz o a cara descubierta, es vivido con inmensa pasión por grandes y chicos. Se puede ver a una madre bailando mientras da el pecho a su bebé, y hasta a un minusválido disfrutando de la alegría colectiva desde su silla de ruedas. Es el carnaval que hace unos años vivió fascinado, con su familia, el escritor Mario Vargas Llosa en las calles de Copacabana. Días después escribió en este periódico uno de los artículos más eróticos de su larga carrera de novelista.

Todo ello porque el carnaval de Río, el de las calles, el popular, el de todos, es una explosión inocente, sensual y sexual de todos los sentidos. El carioca se siente por un día rey de su destino. Sin inhibiciones burguesas puede hacer todo lo que le apetece, dando rienda suelta a todas sus sensaciones corporales. Como escribió Roberto Da Matta, el antropólogo que mejor ha analizado la esencia del brasileño, "durante el carnaval se glorifican las cosas que acontecen de la cintura para abajo en oposición al mundo represor o jerarquizado de la burguesía, donde es el alma y no el cuerpo quien detiene la hipócrita primacía".

Lo impresionante de los carnavales de Río, el del Sambódromo y el de la calle, es que, contra lo que suelen pensar desde fuera, es una fiesta sin violencia, sin jerarquías, donde el policía puede bailar junto con el empresario o el escritor famoso, y el de la favela con el que le da trabajo todo el año. Todos, libres para ser, por un día, el personaje de sus sueños. Y todo ello con una capacidad organizativa que intriga hasta a los analistas económicos y de empresas. Porque si Brasil, se suele decir, supiera organizarse como Estado como lo hace en carnaval, sería el primer país del mundo. Y eso que el carnaval nace del pueblo, de los barrios periféricos, de las favelas más violentas, donde miles de personas trabajan todo el año para crear ese mundo de fantasía, esa fiesta loca y escrupulosamente organizada a la vez.

En Río se suele decir que una sola cosa está prohibida durante el carnaval: estar triste. Las caras tristes deben quedarse en casa. El carnaval es todo y sólo una pura fiesta de alegría, donde la calle se convierte en la casa grande de todos, como si todos se conocieran de una vida y donde todos comunican con todos sin tabúes, sin etiquetas, sin más regla que la de ayudar a acrecentar la alegría de los demás. Por eso, como dice la investigadora Rachel Valenca: "Danzar en la calle es y será siempre el verdadero carnaval, aunque de él hablen menos los medios de comunicación". Quien nunca ha danzado en la calle no sabrá lo que es el verdadero carnaval carioca. ¿Cuál es la receta? Son tres los elementos que crean la magia y la clave de la dramatización de ese carnaval: la exhibición que se opone al recato; la mujer frívola que se opone a la mojigata, y lo igualitario que se opone a lo jerárquico. Es esta receta la que convierte a Río en lo que es, la ciudad desinhibida por excelencia, donde basta a cualquiera ponerse un pantalón corto y salir a la playa para sentirse carioca.

La reina de una escuela de samba, durante el carnaval de 2003.
La reina de una escuela de samba, durante el carnaval de 2003.REUTERS

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