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Columna
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La decana

La Justicia en Marbella fue durante muchos años un cúmulo de virtudes. Además de lograr la ceguera total, consiguió enmudecer. Hubo honrosas excepciones. Blanca Esther Díez, la magistrado que denunció una trama de corrupción judicial en la localidad, y Santiago Torres, el juez que mandó a la cárcel a Jesús Gil. La primera fue inhabilitada y estuvo a punto de perder su trabajo. El segundo decidió abandonar Marbella y no es difícil imaginar las razones. Otras excepciones, no lo fueron tanto. Pilar Ramírez, la juez decana de la localidad, fue expulsada de la carrera judicial en el año 2000 por dos faltas muy graves. La más importante. Incumplir su deber de inhibirse en casos relativos a intereses de su familia con el Ayuntamiento de Marbella, un municipio donde su padre tenía importantes negocios. El Supremo, posteriormente, anuló su expulsión y sustituyó la sanción por la de cuatro años de suspensión.

Pilar Ramírez ejerció en Marbella cuando Jesús Gil se sentaba por la mañana en los banquillos y por la noche inauguraba jornadas jurídicas de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. O sea, la mitad del día Gil soltando fanfarronadas para eludir a la Justicia. La otra mitad agasajando a los jueces, que elegían Marbella para sus reuniones, con cenas de caviar y cigalas. Los encuentros los organizaba Juan Ramírez, un ex oficial de los juzgados marbellíes y curiosamente padre de la juez. Ésta, antes de su expulsión, fue trasladada a la Audiencia de Málaga. A la Sección Segunda. Casualmente, la sala que por entonces dirimía los asuntos relacionados con el ayuntamiento marbellí.

Todo esto viene a cuento de una decisión del Consejo General del Poder Judicial. Un órgano donde tienen mayoría los magistrados de la asociación que hacía sus reuniones en Marbella. Y que además de hacer informes donde se compara la boda gay con la unión entre un hombre y un animal, ha decidido otorgar la plaza del nuevo juzgado de Torremolinos a Ramírez. Ésta, por antigüedad y a pesar de que llegó a estar expulsada de la judicatura, podría pasar a ser la juez decana. No hay un personaje en Marbella que aguante una pasada por la hemeroteca. Ni nadie que entienda dónde está la virtud de una justicia con vendas en los ojos.

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